c u a t r o

32 11 1
                                    

Estuvimos corriendo cerca de diez minutos, tardamos en despistarlos. Por el camino sólo vimos accidentes de coches, cadáveres y algún animal muerto, pero no vimos ninguna persona sin haber sido transformados en zombies, o como nos corrigió varias veces Iñigo, caminantes. Llegamos a la casa de Iñigo, que el muy morrudo nos guío disimuladamente y sin pedirnos opinión. La puerta estaba abierta e Iñigo entró.

-¿Hola? ¿Mamá? ¿Hay alguien?

No obtuvo respuesta y se puso a buscar por todas las habitaciones. Había ropa y restos de cristales por el suelo y en algún rincón pude ver sangre. Supongo que la casa habría sido invadida por caminantes...

-Iñigo, dejalo, han debido de huir.-Dijo Amaya.

-Lo sé.-Suspiró.-Voy a recoger algunas cosas.- Dijo mientras se dirigía a la cocina para recoger más alimentos, a su habitación para coger ropa necesaria y al salón para álbumes de fotos y otros recuerdos, todo ello en su mochila de clase, que hacía ya tiempo había vaciado de libros. ¡Parecía el bolsillo de Doraemon!

Mientras tanto, me dediqué a vendar e intentar curar la muñeca de Ángela con medicinas que había en uno de los botiquines de la casa. Se la había abierto la muñeca, pero sabía como dar el masaje ideal para solucionarlo, mi abuela era curandera y la mayoría de mis recuerdos con ella, era verla dar masajes. Era una buena mujer, lástima que muriera hace dos años, aún que así se libró de esto...

-¿Vamos?-Preguntó Ángela al cabo de un buen rato.

-Si, claro. Os toca elegir, ¿A que casa queréis ir?

-Yo chicos...-Inició la profesora.- Tengo que ir a buscar a mi familia, pero no os obligo a acompañarme. No vivo muy lejos de aquí, por lo que llegaré rápido, los encontraré y me quedaré con ellos.

-No se preocupe, nosotros la acompañaremos.-Dijo Rubén, nosotros asentimos.

Salimos de la casa, Iñigo la miraba con nostalgia, lo comprendo. Espero que, cuando lleguemos a mi casa no haya pasado lo mismo, supongo que estén mis padres, con mis dos hermanas pequeñas sentados al calor de la chimenea, esperándome con una enorme sonrisa, una gran cena y preparados para sobrevivir al fin del mundo.

Cuando íbamos a cruzar la calle estaba pasando un coche gris, que al vernos se detuvo y el conductor bajo la ventanilla. Cual fue mi sorpresa al ver que eran mis vecinos de al lado.

-Christian, muchachuco.-Me saludó el Sr. Smith.

-Buenas tardes familia Smith.-Saludé yo.-¿Han visto a mis padres?

-Si, salieron de casa hace... Media hora más o menos, ¿no cariño?-Preguntó la Sra. Smith.

-Sí, quizás cuarenta y cinco minutos, ¿no cariño?-Preguntó el Sr. Smith.

-Sí, quizás, si.-Respondió la Sra. Smith.-Se dirigían a Atlanta, una ciudad que al parecer es bastante segura y es a donde, prácticamente, nos dirigimos todos los supervivientes. Hay comida, refugio, agua y armas.

-¡Entonces mis padres estarán allí!-Exclamó Iñigo.

-Posiblemente, ¿no han llevado móvil?-Preguntó la Sra. Smith.

-No lo se la verdad, sólo intenté llamar a mí hermano y no me contestó.

-Las líneas telefónicas no aguantarán mucho más abiertas, por si quereís intentar llamar antes de ir a Atlanta.-Habló el Sr. Smith.

-Sí queríais podríamos llevaros a los cinco hasta Atlanta.-Nos invitó la Sra. Smith.

-No, no se preocupe.-Respondió Amaya.-Vamos a ir a mí casa para ver si están mi hijo y mi marido, luego quizás ya nos acerquemos.

-Si no sería molestia, a mí sí me gustaría que me llevaran a Atlanta.- Dijo Iñigo.- Estoy impaciente por encontrar a mí familia.

-Yo también iré.-Dije yo.

Rubén y Ángela asintieron y montamos en el coche. Era un coche de cinco plazas, y estábamos seis, por lo que tendríamos que ir muy apretujados los dos o tres días de viaje. Amaya cogió una de las bicicletas que tenía Iñigo en el garaje y se dirigió hacia su casa, con esperanza de encontrar a su familia.

-Suerte Amaya.- La deseamos los seis y ella nos devolvió una sonrisa sincera.

-Nos vemos en Atlanta.- Respondió con seguridad.- Gracias por todo chicos.

The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora