d o c e

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-Christian, despierta.-Me dijo Tamara.- Te toca vigilar.

-Oh... Es verdad.- Susurré mientras me despertaba lentamente, después bostecé y me levanté para comenzar la guardia.- Que descanses Tamara.

-Gracias Christian, lo intentaré.

Observé como todos dormían tranquilamente, Ángela, mi princesita estaba sonrojada; Iñigo tenía el ceño fruncido; Saray y Tamara dormían abrazadas y el señor Smith sujetaba fuertemente el crucifijo. Yo miré hacia el cielo, estaba despejado y pude ver las estrellas y a la luma reflejada en el lago. Un paisaje espectacular.

Los días no parecían días; las noches, tampoco. Se confundía la luz con la sombra, el barro con la carne y la sangre todavía esparcidas por el suelo.

Me levanté de la silla y me dirigí a aquella tienda de campaña abandonada, abrí la maleta de su interior y encontré la cartera de los propietarios. Su nombre era Carles Greys y vivía en un pueblo vecino al mío, mujer y cuatro hijo chicos, dos de ellos gemelos. Eran muy guapos, lo vi gracias a las fotos que llevaba suyas en su cartera. Que lástima que quizás, y solo quizás, ya no estén con nosotros. Puede ser que hubieran venido a pasar el fin de semana a este bonito paisaje en familia y algo se lo hubiera estropeado. Salí de la tienda y vi sangre rodeándola. Efectivamente, al menos uno de ellos, no sobrevivió.

-¿Christian?- Oí gritar a Iñigo- CHRISTIAN, ¿DÓNDE ESTÁS?- Repitió al cabo de unos segundos.

- Aquí Iñigo, - Dije levantándome para que me pudiera ver.- No grites, vas a despertar a los demás.

- Joder Christian... Que susto me has dado.- Me dijo mientras me acercaba a paso rápido.- ¿Qué hacías allí?

-Nada... Sólo quería investigar la tienda de campaña.- Expliqué.

-Venga déjate de tonterías, la noche es muy peligrosa.

-Esta bien... Pero es que me aburría.

-Esa no es razón para alejarte, imagínate que un caminante aparece de la nada y acaba contigo. Sería un golpe muy duro para mí y para Ángela, quizás no podríamos superarlo...

-De acuerdo... Lo siento.- Me disculpé, pero no por ello me arrepentía. A sido una " expedición" entretenida e interesante.

-Anda, no te preocupes al menos estas bien. ¿Me dejas hacer guardia? Apenas puedo dormir...

-Por mí encantado.- Dije tumbándome al lado de Ángela, abrazándola y la dí el beso de buenas noches.

Recuerdo perfectamente lo que soñé aquella noche. Era un día soleado y hacía mucho calor, era verano. Estábamos todos en la playa; Ángela, Iñigo, Rubén, Victoria, Lucía y yo. Nos estábamos bañando y jugando como niños pequeños con el agua, al fin y al cabo pocas veces teníamos la oportunidad de poder ir a la playa.

-Chicos,- Dijo Lucía.- Espero que pase lo que pase, estéis dónde estéis podamos seguir siendo grandes amigos.

-¿Para siempre?- Preguntó Victoria con su dulce voz que tanto echaba en falta.

-Pero eso es mucho tiempo.- Dijo Rubén.- Tal vez no aguantamos tanto tiempo.

En ese instante, así, de repente, el agua dejó de ser agua para convertirse en sangre.

-¿Qué pasa?- Preguntó Ángela asustada.

-No... no lo se.- Respondió Iñigo.

Dejamos de jugar con el "agua" y nos fuimos acercando hasta la orilla, pero no avanzábamos, por más que corríamos no avanzábamos, parecía como si la arena se alejaba.

-Chicos...- Dijo Victoria.- Estoy empezando a desaparecer.

-¡¡AYUUUDAA!!-Exclamó Lucía.- La arena me está tragando.

Y antes de que pudiéramos hacer nada Lucía y Victoria nos habían dejado solos.

-¿Qué... qué pasa?- Preguntó Ángela.

-No lo sé- Respondí.

Oímos gritar y nos giramos, era Rubén que se estaba ahogando con su propia lengua, hundiéndose en la sangre despareciendo así para siempre.

No recuerdo que pasó después, pero se que desperté por gritos de alguien desconocido. Me levanté y observé a un niño pequeño, de unos nueve años gritando y señalándonos. Su cara me resultaba familiar, como si la hubiera visto no hace mucho.

-¡Papá! Aquí hay gente, creo que son normales...

-No, hijo no te acerques.- Dijo su padre.

Al mismo tiempo Ángela, Iñigo y los demás despertaron por la misma causa que yo: los agudos chillidos de aquel inocente niño.

-Buenos días.- Nos saludó el padre apuntándonos con una escopeta.- ¿Quiénes son ustedes?

- Somos supervivientes- Respondió el señor Smith, que al ser el mayor le nombramos portavoz del grupo.- No queremos hacer daño a nadie. Mi nombre es Ricardo Smith, y ellos son mis amigos.

-Esta bien, -Dijo bajando el arma.-Yo me llamo Carles Greys y él es mi hijo Freddy.

-¿Usted es el dueño de la tienda de campaña no?- Pregunté emocionado.

-Si, ¿por qué?

-Encontré esto en su tienda de campaña.- Respondí mostrándole la cartera con el carnet de identidad.

-¿No te han dicho que es de mala educación urgar en las cosas de otros?

-Eh... lo siento.

-¿Y de donde vienen a estas horas de la mañana?- Preguntó Saray.

-Venimos de enterrar a mamá y a mis tres hermanos.

-Oh... lo siento muchísimo,-Se disculpó Ángela.- No me puedo ni imaginar por lo que deben de estar pasando...

-No se preocupen, -Dijo Carles.- Al fin y al cabo les prefiero así que teniendo que hacerle frente a este apocalypse.

-Yo me salvé, -Dijo el pequeño Freddy con una sonrisa pícara de oreja a oreja.- Mi papá dice que soy el más fuerte de los cuatro hermanos.

-Porque lo eres cielo.- Habló Carles.

-Pues si quieren quedarse con nosotros... invitados están.- Dijo amablemente el señor Smith.- Lo único es que solo tenemos un coche.

-Nos quedaremos encantados, cuantos más seamos, mucho mejor. Y no se preocupen por el coche, no muy lejos de aquí hay unos bungalows que parecen muy seguros, es donde hemos pasado la noche.- Nos miramos unos a otros sonriendo, sonaba muy bien.

-Mis chicos y yo,- Dijo el Señor Smith.- Estaremos encantados de acompañarlos.

The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora