o c h o

42 11 2
                                    

-¿De que trabajaban antes de que empezara todo esto?-Pregunté para romper el incómodo silencio que llevaba acechándonos desde hacía bastante tiempo.

-Yo era abogada.- Respondió Saray la primera.

-Técnica de alimentos.- Dijo después Tamara, que conducía el coche.

-¿Y las armas?-Pregunté desconfiado.

-Se las robamos a unos policías muertos.

Ángela tenía razón, no me transmitían mucha confianza. Tal vez sean imaginaciones mías, ya que me costaba mucho confiar en las personas, y ahora más en estos días.

-Se acerca la noche.- Dijo Ángela al cabo de unos minutos.

-Tienes razón, hablaremos con Ricardo para buscar refugio durante esta noche.- Dijo Tamara.

Pegaron un pitido y el señor Smith detuvo el coche, y los tres bajaron del coche.

-¿Teneis pensado algún lugar para pasar la noche?- Preguntó Saray.

-La noche pasada dormimos en una casa en la que no había nadie, pero por aquí no veo ninguna, estamos en una carretera en medio del bosque. Quizás lo mejor sea montar un campamento.- Dijo el señor Smith.

-Pues por mí sí, podemos contar historias de terror y bailar alrededor de la hoguera.- Dijo Rubén emocionado.

-¿Peor historia de terror que esta que estamos viviendo?-Preguntó retóricamente Iñigo.

-Bueno... ¡Pero podemos hacer un fuego!

Entre el señor Smith y Saray, colocaron los dos coches formando un triángulo pero dejando un solo hueco vacío y así tendríamos los otros dos lados cubiertos. En medio hicimos una hoguera con hojas secas y algún palo que recogimos, y como no, un mechero que había robado Iñigo de la cafetería del instituto.

Nos sentamos alrededor de la hoguera y cenamos unas latas de aceitunas, también robadas de la cafetería. Iñigo, el señor Smith y Saray eran los que más hablaban, el resto prácticamente sólo asentíamos y de vez en cuando decíamos algo.

-Abogada y técnica de alimentos.- Asintió el señor Smith.

-Y usted director de marketing.-Dijo Saray.

Ángela y yo nos equivocamos, resultaron ser muy majas y de confianza, lo que nos demostraba que las apariencias engañan y no hay que juzgar un libro por la portada. Nos entregaron un par de pistolas, pero nos advirtieron que teníamos que usarlas cuando realmente lo necesitábamos, porque el ruido atrae caminantes.

Dormimos dentro los coches, con un cuchillo debajo de la almohada, por si acaso. Nos repartimos los coches de la misma manera que lo hicimos para viajar. Ángela, Saray, Tamara y yo en uno e Iñigo, el señor Smith y Rubén en el coche pequeño.

Nos despertamos por ruido de un caminante contra el cristal del coche. Ángela pegó un chillido y Saray y Tamara mataron el caminante clavándole un cuchillo en el ojo. Serían las cuatro o cinco de la mañana.

-¡Qué susto!- Exclamó Ángela.

-Por la noche los muertos se vuelven más peligrosos.-Informó Saray.

-Nosotros los llamamos caminantes.- Expliqué.

-Oh... Extraño, pero me gusta.

Nos desvelamos y no pudimos dormir más, por lo que media hora después habíamos vuelto a la carretera para intentar llegar hoy a Atlanta y poder dormir tranquilos.

-Toma...- Me dijo Tamara mientras me entregaba un libro que había sacado de la guantera de un coche.- Es mi libro favorito, te lo regalo.

-Muchas gracias.- Dije mientras recibía. Mente abierta.- ¿Sobre que trata?

-Es un libro fantástico.

-Woow, siempre me han gustado los libros sobre la fantasía.

-A mí no me gusta mucho leer...-Dijo Ángela.- Pero cuando lo hago, leo historias de amor.

-Yo prefiero de terror.- Comentó Saray.- Zombies, muertes, sangre y todo eso.

-Wow, pues ahora mismo te debe de gustar la situación mundial, parece que vivimos dentro de uno de esos libros...- Dije disgustado.

-Cada vez que veía películas de zombies tenía pesadillas... Nunca creí que se fueran a hacer realidad.- Dijo Ángela.

-Los sueños se hacen realidad... Pero no podemos olvidar que las pesadillas también son sueños.-Dijo Tamara.

-Yo siempre quise vivir en un apocalipse zombie, y jamás pensé que lo conseguiría...-Dijo Saray emocionada.

-Yo quiero despertar ya...-Habló Ángela.

-Yo creo que vivir así es mejor, ni guerras, ni problemas políticos, económicos, ni ricos, ni pobres, ni calentamiento global... Y sólo resistiremos los fuertes.- Explicó su idea Saray.

-Entonces yo moriría...- Dijo Ángela deprimida.

-No lo eres mi vida- La intenté animar.- Has llegado hasta aquí y llegarás al final.

-No lo creo...- Respondió cabizbaja.

-¿Recuerdas lo que te dijo la señora Smith?- Pregunté.- Sonríe y se feliz. De nada sirve preocuparte.

-Mientras que este a tu lado, estaré feliz.- Me respondió y yo la besé. Desde que había empezado todo esto, Ángela y yo no habíamos tenido un beso tan profundo como este. Era bonito volver a sentir la dulzura de sus labios, su juguetona lengua, y sus sonrisas que interrumpían nuestros besos. La amo tanto...

-Haceís muy buena pareja.- Dijo Tamara cuando dejamos de besarnos.

-Y que los digas.- Dijo esta vez, Saray.

El resto del viaje fue muy similar. Támara y yo hablábamos sobre más libros de fantasía, cuincidiamos en muchos. ¡A ella también la gustaba La Historia Interminable!, Saray de vez en cuando nos interrumpía defendiendo su idea de que lo mejor es el terror, y mi querídisma Ángela dormía apoyada en mi pecho, y yo la abrazaba pasando mi brazo por su hombro. Es tan mona cuando duerme...

-Aprovecha tu también para dormir, el viaje es muy largo.- Me ofreció Saray y yo acepté y me quedé dormido como un angelito.

The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora