v e i n t i o c h o

17 2 0
                                    

Las dos primeras semanas en Competray pasaron muy rápidas, y por fin volvíamos a tener una vida normal. Hacía mucho tiempo que no seguíamos una rutina, y ahora, al fin, la volvíamos a tener. Antes de todo, deseaba acabar las clases y que llegaran las vacaciones para poder sentirme libre, y ahora sólo deseo volver al instituto. Es curioso, nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.

Pues bien, Erza, debido a que apenas teníamos trabajo, cada día me contaba un poquito más que el anterior de la historia de este pequeño barrio, Competray. Me hablaba de sus padres como de lo mejor que la había pasado en la vida, y que ahora sin ellos no era nada.

—Yo lo fui todo para mis padres... Era su única hija y su único motivo para sonreír...— Decía una y otra vez con lágrimas en los ojos arrepintiéndose de todo.— Y ellos lo eran todo para mí...

Lo que más rabia la daba era que tenía que trabajar para aquella mujer que la había quitado lo que más quería en la vida y ella no podía hacer nada... Erza y yo empezamos a confiar rápidamente él uno en el otro, lo que supuestamente era mi forma de pagar mi alojamiento en Competray, se había convertido en una gran forma, además de segura, de pasar los días.

En cuanto a Iñigo, bueno, él trabaja con Cody y poco a poco forzaron un extraño lazo de amistad. Ambos se picaban diariamente, discutían pero a los cinco minutos volvían a estar como siempre. Las noches, igual, ni Iñigo ni yo oíamos esos ruidos tan raros que al parecer inundaban la habitación para Theo y Cody.

Saray trabajaba muy duro en buscar provisiones, se iba de Competray y a los dos días volvía repartiendo comida, bebida y medicina para todos nosotros, desde los más niños hasta los más ancianos, todo el mundo la quería. Bueno, todos menos Íngrid y Alex, con quienes compartía todos sus viajes.

Nilusi seguía preocupada por el mordisco, al poco que la dolía la cabeza gritaba pensando que se moría, debido a que lo primero que indicó la muerte de nuestra hermana, fueron fuertes dolores de cabeza. No obstante, mis días en la enfermería los dedicaba, aparte de hablar, a leer y a informarme sobre los mordiscos de caminantes. No era posible que mi hermana siguiera viva después de tanto tiempo...

Y el señor Smith... Bueno, no volvimos a verle desde que se fue a la granja. Madalen dice que tienen mucho trabajo, pero que pronto volverá. Eso dijo hace una semana, sinceramente, ya no sabemos que creer...

— Eh, Iñigo, pásame el kétchup.— Le pedí para acompañar a la carne de cerdo que volvíamos a tener para cenar.

— Te lo doy a cambio de la mostaza.— Exigió llevándose el kétchup a la espalda.

— Venga Iñigo, ya sabes que no puedo cenar sin kétchup.— Le repetí entregándole la mostaza, recibiendo a cambio mi queridísimo kétchup.

— ¡Qué exagerado eres Christian!— Exclamó Saray.— En los bungalows nunca te vi cenar kétchup.

— Esque allí apenas cenábamos... — Agregué riendo.— Aquí nos sobra la comida.

— En casa siempre cenaba con kétchup,— Añadió Nilusi, quien también se encontraba en la mesa.— da igual que cenáramos un filete, pescado o galletas ¡a todo le echaba kétchup!

— ¿A las galletas también?— Preguntó Iñigo haciendo una mueca de asco.

— Si.— Asintió mi hermana dejándome en vergüenza.

— Buajj... Mi mejor amigo es muy raro.— Dijo Iñigo haciéndonos reír a todos.

— Ay... Mirar lo que me je encontrado en el plato— Dijo Saray levantando él tenedor del plato lleno de carne.— Tiene algo colgando.— Dijo señalándonos la cadena que colgaba.

The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora