q u i n c e

30 11 1
                                    

Habían pasado un par de semanas desde que habíamos llegado a los bungalows. Ahora todo estaba mucho mejor que entonces, teníamos muros de madera bastante resistentes. Comida y armas suficientes para aguantar una temporada, todo ello robado de un pueblo situado a unos veinte kilómetros de aquí. Teníamos también dos coches, el todoterreno de Sarah y Tamara y una furgoneta familiar, la que pertenecía a Carles y a su familia.

Durante estas semanas no sólo mejoramos nuestro campamento o aumentamos el número de provisiones, si no que también conocimos a una nueva persona que actualmente vive con nosotros. Su nombre es Juan, un señor canoso de unos sesenta años de edad que encontramos en una casa del pueblo, sólo y al borde de morir de hambre. No tenía familia, su mujer había muerto hace más de quince años por un cáncer, tampoco tenían hijos, él era estéril. Vivía en la cabaña vacía, junto al señor Smith que había dejado a Carles y a Freddy solos, no quería ser un estorbo en la familia. Juan había trabajado como mecánico de autobuses, ahora estaba jubilado.

Nos encontrábamos todos desayunando, como siempre hacíamos, en la cafetería. Era la víspera de Navidad. La primera que pasaríamos sin nuestras familias.

-¿Qué vamos a hacer por Navidad?-Preguntó Freddy emocionado. Todos nos miramos confusos sin saber bien que responder.

-Hijo... Me temo que este año no tendremos Navidad.

-O sí,-Dijo el señor Smith.- Podemos salir a cazar y preparar una gran comida al calor de la chimenea.

-Suena bien, lo admito.- Dijo Juan.- ¿Pero quién saldrá a cazar con este frío que hace?

-Yo no se usar armas.- Dije de excusa.

-Yo tampoco.- Dijeron Ángela e Iñigo, que se mosquearon al ver que ambos habían pensado igual. Seguían estando enfadados, no tanto como antes, pero seguían. Son muy orgullosos.

-No os preocupéis nenazas...-Dijo Saray.- Ya saldré yo.

-Te acompaño.- Se ofreció Tamara, que no la gustaba separarse de su novia.

-Lo pasaremos bien.-Dijo Saray levantándose de la mesa, colocándose la mochila y despidiéndonos con un gesto algo... Militar.-Nos vemos en unas horas.

-Hasta luego chicos.-Se despidió Tamara mientras corría a por la mano de Saray para dirigirse fuera juntas.

-¿Nosotros que hacemos, cariño?- Pregunté a Ángela.

-No lo se la verdad... No hay mucho que hacer hoy. ¿Te parece si damos un toque más moderno a la cabaña?

-Mmmm... No se como lo vamos a hacer, pero mientras sea a tu lado me vale.-Respondí.

-¿Puedo ayudaros chicos?- Preguntó Iñigo.

-No,- Respondió Ángela secamente.- Quiero tener a mí chico sólo para mí.

-Esta bien...- Respondió Iñigo.- Entonces vigilaré la entrada.

Cuando acabamos de desayunar Ángela y yo nos dirigimos a nuestra pequeña cabaña. Me senté en el sofá y Ángela se tumbó apoyando su cabeza en mis piernas. Aproveché para acariciarlo su lindo cabello, su suave piel y de vez en cuando robarla un beso.

-Sólo quería estar a solas contigo.- Me dijo con un tono muy bajito. - Hacía mucho que no estábamos así los dos. ¿Cuándo fue la última vez?

Cerré los ojos y me limité a intentar relajarme con el tono de su voz. Era lo mejor que podía tener.

-Tal vez fue hace unos dos o tres meses, cuando todo estaba bien. ¿Fue en mi casa o en la tuya?- Hizo una pequeña pausa.- Supongo que en la tuya, si mi padre se llega a enterar de que estaba a solas contigo... Me cruzifija. ¡Como era!- Dijo riendo.- Victoria estaba enamorada de Iñigo, ¿sabías?. Él es un chico guapo, atractivo, deportista y digamos que también popular. Pero ella era gordita pero de gran corazón, demasiado para Iñigo.

The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora