d i e z

27 11 0
                                    

-Vaya friki que estás echa.- Río Tamara.

-Ya ves.- Dijo Saray mandándola un beso y guiñándole un ojo.-Pero al menos sabremos como salir de aquí.

-No hay tiempo que perder, ¿cuáles la idea?- Preguntó Iñigo.

-Hacernos pasar por un caminante... Necesitaremos uno de ellos para ensuciarnos la ropa y que no nos distingan por el olor.

-¿¡Qué!?- Preguntó Ángela.- Es una tontería, nos van a comer.

-A mí me gusta.- Dijo Iñigo.- Cojamos un caminante y abrámosle las tripas.

-¡Qué asco!- Exclamó Ángela.

-Saray, acompáñame a por el caminante, el resto quedaros por aquí por si acaso.- Dijo Iñigo mientras se dirigía a la entrada con Saray.

El resto nos quedamos en en salón del piso. Era amplio y glamuroso, pero ahora los bienes materiales no sirven para nada, y más cuando la casa está abandonada.

Oímos el ruido de Iñigo y Saray al apartar los muebles y matar caminantes. También se oían gruñidos y algún grito. Al poco volvieron con dos caminantes muertos y con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Hora de destripar!- Dijo Saray con una sonrisa de oreja a oreja.

Tamara cedió el cuchillo a Saray y ésta, hizo una enorme raja desde la parte del cuello, bajando hasta el ombligo. Ángela me abrazó y puso su cara en mi pecho para no ver las asquerosas imágenes de Saray abriendo las tripas de un caminante.

-¿Hay alguna manta o algo por aquí?- Preguntó el señor Smith.

-Ni idea- Respondí.- ¿Por qué?

-Veo poco higiénico echarnos todos los órganos sobre nuestras ropas, lo mejor sería echarlo sobre algo que luego pudiéramos tirar.

-Tienes razón.- Dijo Tamara.- Iré a buscar algo que nos pueda servir.

Mientras Tamara buscaba mantas o alguna camisa ancha por las habitaciones de la casa, Ángela y yo nos tumbamos en el sofá del salón. Era bastante cómodo y algo podríamos descansar. Estábamos muy fatigados por la corrida y huida de los caminantes.

-Siento mucho lo de Rubén.- Me dijo Ángela.- Todo esto es muy triste...

-Te diría que no pasa nada, cariño, pero no quisiera mentirte. Pasa y mucho, Rubén... nos conocíamos desde los dos años y una vez prometimos estar los tres siempre juntos, pasara lo que pasara... Y ahora el ya no está. Tantos recuerdos vividos y pensar que no tendremos más me pone la piel de gallina, pero visto por el lado positivo, tu estas bien... Si te habría pasado algo me moriría.- Las lágrimas desfilaban por mi cara, dejándola entera mojada, pero me era imposible evitarlo, no sería capaz de imaginarme un mundo sin Ángela.

-Christian... te amo demasiado.

-Y yo.- Dije mientras la besaba apasionadamente, mojándola por mis lágrimas.

-Eh vosotros, tortolitos.-Dijo Iñigo.- Ya está preparado todo, seguidme.

Seguimos a Iñigo hasta el lugar más apestoso de toda la casa, dónde habían destripado a esos dos caminantes, manchando todo el suelo de sangre y de órganos.

-Tomad una bata o cualquier cosa de las que a encontrado Tamara.- Dijo Iñigo.

Recogí un poncho de color blanco, cómodo y bonito, lástima que tendría que mancharlo para que los caminantes no se dieran cuenta de que no era uno de ellos.

-¿Preparado?-Preguntó Saray y yo asentí.

Entre los dos, Iñigo y Saray, comenzaron a untarme sangre o tripas o lo que quisiera que fuera lo que sacaban del estómago del caminante. Olía fatal y me provocaba arcadas. Y pensar que ellos dos ya habían pasado por ello...

-Y toma, ¡un regalito!.- Dijo Iñigo mientras me colgaba un intestino alrededor de mi cuello.

-Buajj.

Después de mí, hicieron lo mismo a Ángela, sólo que ella no pudo aguantarse las ganas de vomitar y lo hizo en los pies de Saray. El mal olor del vómito y de los cadáveres putrefactos revolvía mi estómago y me daban ganas de hacer lo mismo que Ángela, por suerte pude evitarlo. Una vez que estuvimos preparados, nos dirigimos a la entrada, dónde se encontraban todos los caminante sal borde de tirar los muebles que obstruían la entrada. Aguantaron más de lo que pensaba. Iñigo y Saray los tiraron abajo, y cuando los caminantes nos vieron ni se inmutaron.

-No habléis y no corráis. Andar raro, como ellos.- Aclaró Saray.

Avanzábamos lentamente, los caminantes de vez en cuando se nos quedaban mirando, pero continuaban su camino. Tenía mucho miedo, nunca antes había estado con tantos caminantes a mi lado. Bajamos las escaleras, salimos del edificio y nos dirigíamos hasta los coches, cuando nos encontramos a nuestro querido Rubén transformado.

-Rubén...-Se me escapó al verlo.

-Shh.- Me mandó callar Iñigo.

Estábamos ya dentro del mismo coche todos, porque gracias a la muerte de Rubén ahora entrabamos todos en el mismo coche, me decidí ha decir lo que había estado pasando por mi cabeza desde que vi a Rubén.

-Tenemos que matar a Rubén. No puedo verlo así.

-Ya no es Rubén.- Dijo Iñigo.

-Si, si lo es. Lo he visto con mis propios ojos.

-Rubén esta muerto...- Siguió Iñigo, el resto contemplaba nuestra discusión en silencio.

-Tengo que salir a acabar con él.

-No Christian no, ya hemos perdido demasiados...- Replicó Iñigo.- Primero Victoria y Lucía, la señora Smith y ahora Rubén, no quiero perderte a ti también... Saray, arranca por favor.- Ordenó Iñigo.

Me quedé mirando a la nada, sujetando la mano de Ángela, que supongo que ahora era la única persona que me comprendía. Supongo que ahora ya nada volverá a ser como antes, mis padres desaparecidos, mis dos hermanas igual y mi grupo de amigos... acabado.




The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora