c i n c o

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Las dos primeras horas de viaje fueron las mejores, en las que hablábamos y escuchábamos la radio. Sólo hablaban de lo que estaba pasando y de Atlanta. Debe de ser una ciudad magnífica en la que ya han llegado más de tres mil personas desde que apareció el primer caminante en Estados Unidos, hace unas cuarenta y ocho horas. Hablaban también de los reencuentros familiares que tienen lugar allí, en Atlanta y de los más de cuatro mil caminantes que habitan ya en nuestro país, y este número aumenta por momentos.

Los señores Smith nos contaban que habían visto como el repartidor de periódicos se comía a su hijo menor, pero que a pesar de ello estaban felices, porque de nada sirve estar tristes, además, perder gente es lo que más vamos a hacer en estos días de locura. Sinceramente, admiro a los señores Smith por su forma de ser, son demasiado positivos diría yo y nunca les falta una chispa de humor.

—Christian...—Me susurró Ángela, aún que la oyeran todos porque estábamos en un espacio pequeño y cerrado.—No llores si me muero, por favor.

—No vas a morir—Consté asustado por lo que me acababa de decor.

—Ángela, positividad y sonrié, linda.— Dijo la señora Smith.

—Da gusto conducir por la carretera sin coches, da una sensación de libertad.—Comentó el señor Smith, aquí cada loco con su tema.

—¡Mirar allí!—Exclamó Rubén.—Un accidente entre dos coches, bajemos, quizás necesiten ayude.

—No, no lo hagas.—Dijo Iñigo.—El accidente a sucedido hace unas horas, no habrían sido capaces de aguantar tanto tiempo malheridos aquí fuera. Además los caminantes se habrían acercado al oír el golpe entre los dos coches.

—¿Y cómo sabes todo eso?—Preguntó Rubén.

—Es difícil explicar. Además—Dijo Iñigo mientras pasábamos al lado de los dos coches— Mira, los conductores son caminantes. Abrías muerto en el intento de salvarlos.

—Oh...

—Tranquilo Rubén, se nota que eres buena persona.—Añadió el Sr. Smith.

Otras dos horas pasaron de viaje, y los señores Smith pensaron que lo mejor sería entrar en una casa o algún sitio cómodo para pasar la noche a salvo, todos estábamos cansados.

—Veamos.—Explicó Iñigo.—Tenemos un cuchillo para cada uno. Señores Smith, para matar a los caminantes, clavárselo en la cabeza y así morirán de una vez por todas. Vamos a entrar en la casa del medio, tiene la puerta abierta, lo que significa que los dueños huyeron, y con un poco de suerte no habrá nadie dentro.

Bajamos del coche en silencio, ni si quiera cerramos las puertas para, no montar escándalo y huir rápidamente si lo necesitábamos. Nos dirigimos hasta la puerta e Iñigo dio un golpe en la puerta para llamar la atención de los caminantes, si es que había. Pasaron segundos, y al ver que nadie venía dio otro golpe, éste más fuerte. El resultado fue el mismo, así que entramos.

—Revisaremos todas las habitaciones, por si acaso.—Ordenó Iñigo.

Ángela y yo entramos en el salón, vimos un caminante que había sido aplastado por una estantería. Hacia ruidos raros, nunca había estado tan cerca de uno sin tener la necesidad de salir corriendo. Me senté en frente suyo y me quedé mirándole.

—Ten cuidado Christian.—Me dijo Ángela.

El caminante era un señor mayor. Tenía barba y llevaba ropa elegante. Tenía un mordisco en el brazo y algún que otro arañazo por la cara. Sus ojos eran extraños, tenían un blanco diferente. Todavía parecen personas, quizás en lo más profundo de ellos lo sean. No me parece bien matarlos, tenían familia, y en este caso alguien lo habría dejado allí con la esperanza de encontrar una cura y volver en algún tiempo a salvarlo, pero no podía tener a Ángela en peligro, así que le clave un cuchillo en el ojo. Ángela chilló del susto y al ver tanta sangre. Seguidamente vino corriendo y me abrazó. Mis manos también tenían sangre, así que fui a lavarme al baño.

—Esta despejado.— Nos informó Iñigo mientras bloqueaba la puerta y tapaba algunas ventanas.— Será seguro pasar aquí la noche.

—Christian a tenido que matar un caminante.— Explicó Ángela.

—¿¡Qué!?—Dijeron los señores Smith.

—Tranquilos esta bien.—Dijo Ángela mientras los mostraba donde se encontraba la sangre y los restos de aquella "persona".

—Voy a limpiarlo, no dormiría tranquila sabiendo que tenemos esto en la misma casa.—Añadió la señora Smith.

The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora