Capítulo 18

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Que estemos en el siglo XXI y que no contara con que esperaras a casarte -la madre de Lucas se apoyó contra el marco de la puerta y cruzó los brazos sobre el pecho-, pero para serte sincera, Lucas, sabías que venía. ¿De verdad tenías que restregármelo por la cara?

-No es lo que parece -se defendió Lucas. ¿Cómo podía estar tan tranquilo? En vez de deshacerse en disculpas y explicaciones medio tartamudeando como hubiera hecho yo, él se limitó a poner una mano en mi hombro y sonreír-. Bianca y yo hemos compartido la habitación porque estábamos sin blanca. Incluso hemos tenido que empeñar algo para que nos dieran este cuarto.

Además, nadie te obligó a forzar esa cerradura, así que tranquila, ¿vale?
La madre de Lucas se encogió de hombros.

-Casi tienes veinte años, tú sabrás lo que haces.

-¿Tienes veinte años? -susurré.

-Diecinueve y poco. ¿Importa?

-Supongo que no.
En comparación con lo que llevaba descubierto sobre Lucas en el último día, ¿qué importancia tenía que tuviera tres años más que yo?

Se levantó con toda naturalidad. Qué suerte la mía: la primera vez que lo veía en calzoncillos y ni siquiera podía relajarme para disfrutar del espectáculo.

-Bianca, te presento a mi madre, Kate Ross. Mamá, esta es la chica de la que te he hablado, Bianca.
La madre de Lucas me saludó con un gesto de cabeza.

-Llámame Kate.
Ahora que por fin estaba lo bastante despierta para centrarme, me fijé en lo mucho que se parecía a Lucas. Era alta, tal vez incluso más que él, llevaba una media melena de un tono castaño dorado quizá más claro que el de Lucas y tenía los mismos ojos de color verde oscuro. También compartía con su hijo los rasgos angulosos: mandíbula cuadrada y barbilla puntiaguda. Llevaba unos téjanos azules desteñidos y una camisa granate Henley tan ceñida que se le marcaban los músculos de los brazos.

Creo que nunca había conocido a nadie con menos pinta de madre que ella. Es decir, ¿qué clase de madre encontraba a su hijo en la cama con una adolescente y se limitaba a sonreír?
Claro que eso también me ahorraba una escena.

-Hola -la saludé, levantando una mano, saludándola con torpeza.

-Lo mismo digo. Chicos, debéis de haber pasado una noche de perros. Vamos a por un café y veamos cómo podemos ayudar a Bianca.

Kate señaló la calle con un gesto de cabeza. Lucas ya se estaba peinando con los dedos y enfundándose en sus téjanos, muy poco cohibido delante de su madre, mientras que yo solo quería envolverme con la colcha o algo por el estilo, aunque eso hubiera sido incluso más humillante. Por fin me decidí, salté de la cama y me planté en el baño en un par de saltos. Una vez dentro, conseguí recuperar algo de dignidad mientras me vestía. Tenía la ropa seca, aunque arrugada. Me deshice la trenza con la que había dormido y el pelo me cayó alrededor de la cara en suaves ondas. No es que fuera el mejor de los apaños, pero en el siglo XVII no contaban con mucho más. Sentí cierta añoranza al recordar que me lo había enseñado mi madre.

-Vamos.
Lucas me miró intencionadamente cuando salíamos por la puerta tal vez tratando de dilucidar qué tal lo llevaba. Puede que mi falsa determinación convenciera a Kate, pero él me conocía bastante mejor. Levanté la barbilla con orgullo para que supiera que estaba decidida a hacer todo lo que estuviera en mis manos para salvar una situación que se complicaba cada vez más.

Kate nos acompañó hasta una camioneta de los años cincuenta bastante desvencijada, de un color turquesa desvaído y con unos faros que tenían la misma forma de los motores de la nave espacial Enterprise. Kate no dejó de vigilar a su alrededor hasta que llegamos junto al vehículo, examinando a todos los viandantes.

Media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora