Estaba muy cerca de conseguirlo... La verdad, había estado casi en sus manos, pero lo había dejado escapar y no se sentía preparado para rendirse. Tendría que hacer algo más...
Desde muy pequeño, Übel había sido, de cierta forma, un rechazado total. El tipo bien tenía motivos para volverse malvado ¿Huh? Cuando tuvo edad suficiente para comprender que el hacer sus típicos berrinches no le iba a ayudar en nada, comenzó a portarse "bien". Sus compañeros siempre lo hicieron a un lado, sabían que era diferente, en alguna extraña forma, algo no cuadraba en él y es que su lambisconería con los dioses de la noche a la mañana cuando anteriormente no quería saber ni de su existencia era motivo suficiente para sospechar que algo no andaba bien con el muchacho. Übel, al igual que Daemon y Kuro era una de esas pequeñas criaturitas defectuosas del universo, era, más que un error, una terrible casualidad, el 0.1% de la probabilidad de tener un ángel con capacidad de odiar, porque eso es lo que todos creían, que era una mera posibilidad nula. Übel se destacó por su incapacidad moral tan pronto pronunció su primer palabra: "Jódete". De hecho, Übel nunca intentó negarlo, ni si quiera esconder su repudio incluso hasta su existencia misma, en cambio siempre se lo podía ver cuestionando todo y a todos lo cual, si bien la mayoría de la población divina no aprobaba, algunos dioses de la guerra consideraban ventajoso para sus fines.
Así, Übel fue acogido por los dioses guerreros quienes lo educaron lo "mejor" posible dado que el chico se negaba rotundamente a obedecer a alguien, cuando estos dioses comenzaron a cansarse de él fue cuando comenzó todo. Los dioses comenzaron a pensar en deshacerse de él si no se comportaba y el chico, asustado, se convirtió de la noche a la mañana en un verdadero angelito. Comenzó a ganar el favor de todos los dioses pero muchos dudaban de su veracidad, pues conocían su naturaleza.
Pronto llegó la guerra y el joven Übel, uno de los más grandes y poderosos arcángeles, tenía que formar parte de ello. Sin más, fue elegido para formar parte de la Legión recomendado por los dioses que lo acogieron en un principio, Devon, quien confiaba plenamente en los dioses, llevó a Übel consigo a la guerra. Pero el muchacho sabía lo que le convenía, sabía que era mejor para él convencer a Devon de su lealtad para llegar a la cima, para conseguir su deseo. ¿Pero qué podría desear Übel como para soportar la tortura que le suponía enfrentarse a Devon y su amor por todo?
Cuando la guerra comenzó, una visión se hizo presente en la mente del ángel...-Está muy oscuro...- dijo Übel, más para confirmárselo a si mismo que nada, sin pensar mucho en lo bobo que sonaba.
El joven ángel comenzó a caminar en la nada donde de pronto se había encontrado, intrigado por el repentino cambio de ambiente. De alguna forma se sentía tranquilo, relajado, la oscuridad llenaba su corazón de un sentimiento agradable que conoció por primera vez ahí, el amor. Übel podría ser un ángel distinto, pero eso no significaba que los sentimientos que debía tener en él no existiesen.-Übel... ¿Cierto?- lo llamó aquella voz que parecía estar compuesta de todas las voces más aterradoras jamás escuchadas.
-¿Qué quieres?- contestó fiero, molesto por la interrupción de aquella sensación placentera.
-Hacer un trato contigo... Solo eso. Yo sé que es lo que más deseas en este mundo y puedo dártelo si haces un trabajo por mi.-
-¿Y qué es exactamente lo que yo quiero?-
-Tu libertad.-
Übel sonrió levemente al escuchar aquella respuesta y se tomó la libertad de tirarse al piso, risueño.
-¿Y bien? ¿Cuál es ese trabajo que alguien poderoso como tú no pueda hacer pero yo sí? Porque imagino que para traerme aquí debes serlo...-
-No te burles niño, no sabes en que te metes. Estoy en prisión y me temo que para salir la puerta debe ser abierta por fuera, necesito que consigas las llaves y me saques de aquí y con eso obtendrás tu libertad.-
-¿Cómo sé que cumplirás tu palabra?-
-Porque no tienes nadie en quién confiar.-
Cerraron el trato y aquella voz compuesta de los terrores del mundo inundó los oídos de Übel. Se instaló en lo profundo de sus entrañas y consumió buena parte de su alma, corrompiéndola.
Übel logró ubicarse como la mano derecha de Devon, sabía que él sabría donde estarían las llaves y no se equivocó. Durante la guerra, encontró las respuestas que buscaba, pero también más problemas de los que pensó tendría. Las llaves estaban en cada una de las reinas y sin ellas Übel no podría sacar al amo de la prisión que ellas le habían dado, pero eso no era todo, necesitaba del oráculo para poder abrir la puerta pues solo alguien con su sangre podría hacerlo. Entonces, aprovechó el desastre de la guerra para hacerlo parecer un accidente y encerró a Devon en un pequeño orbe dorado para utilizarlo después y abrir la puerta, usó el cuerpo de un Demonio cualquiera para fingir su muerte. Pero no contaba con que Devon sabía de su traición y nunca confió en nadie, por eso escondió todo en su diario, por eso creó a los recipientes del fénix y el tigre. Y Übel de cualquier forma ya estaba cansado de Devon y su forma tan ridícula de creer en el amor, por eso el plan hubiera sido perfecto si no hubiese escondido tan bien su diario, y por consiguiente, las reliquias. Übel había fracasado esa vez, estando tan cerca, fue tonto y no previó la inteligencia de Devon, se creyó más listo y mejor actor y le salió el tiro por la culata. Había estado tan pero tan cerca de conseguirlo, pero no estaba preparado para rendirse. Entonces recibió la órden del amo, crear otra guerra que requiriera del poder de las herederas y así, cuando ellas estuviesen listas, usarlas. Llevarlas a la prisión engañándolas con volver a ver a su padre, dejar que se unieran las piezas y, eventualmente, lograr su cometido.
No supo cuándo se enamoró de Corel. Simplemente la había recogido porque creyó que podría serle útil en cualquier momento, tal vez como chivo expiatorio, pero la demonio que se encontraba con él desde casi el primer momento en que comenzó a pelear con Devon le había demostrado su lealtad y devoción, a diferencia de Devon, él sí que sabía identificar mentiras y ella no era una. Tal vez fue cuando comenzó a conocer su historia, la razón por la que había sido encerrada. Lo entendía. Él sabía lo que era ser forzado a ser algo en contra de su voluntad, encontrarse encerrado por gente que solo por actuar diferente hacías lo incorrecto. Entonces su ego le hizo amarla, porque se veía en ella y él se amaba. Él decidió que ella debía pertenecerle, entonces hizo una pulsera para ella y usó parte de su corazón para construirla, unas lágrimas hicieron el dije y dejándola sobre su cama una noche junto a una nota Corel recibió el amor incondicional del ángel negro.
Ahora, le vendería su alma. Ella no era tonta y él lo sabía, sabía que estaba con él por su propia voluntad pues ella era incluso más fuerte de lo que él podría llegar a ser jamás. Ella lo necesitaba. Necesitaba su amor, necesitaba su ira y más que nada, necesitaba que existiera junto a ella porque sin él su mundo se haría trizas y no sabría cómo seguir. Por eso necesitaba algo más, algo que le diera la seguridad de que no se iría.
-Bien... Entra.- rió Corel.
Übel entró con tranquilidad al lago, con una vela negra en la mano derecha y una cimitarra de hueso en la izquierda. Corel comenzó a canturrear algo en latín, bailando al rededor de Übel y mojándolo con una tela roja. Una vez terminó su letanía pinchó al ángel con la cimitarra en la mano izquierda y apagó la vela con seis gotas de su sangre, el humo comenzó a aglomerarse en una pequeña perla negra que fue tomada del aire que la sostenía por las manos de Corel.
-Con esto cerramos el trato... Es un alma hermosa.- sonrió Corel, triunfante.
-Es negra, está corrompida y no creo que sirva de nada.- comentó Übel con frialdad.
-Aún si le arrancas las alas a la mariposa seguirán siendo bellas.-
-Y la mariposa no será más que un gusano.--Un gusano, igual que tú ahora que no tienes alas. Pero igual te amo, porque tengo tus alas y yo decido cuando puedes volar. Tranquilo, te amo y podrás volar siempre que estés conmigo.-
Übel la besó con frialdad y la tomó en brazos, ni si quiera él mismo estaba listo para aceptar que sentía lo mismo y probablemente nunca lo estaría, pero podía demostrárselo, no a ella, si no a si mismo, con una leve sonrisa y dos palabras.
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Orange Drama
FantasyTori es una chica de 17 años muy escéptica, no cree en fantasmas, demonios, alienígenas ni mucho menos en el amor. Después de muchos años lejos de su ciudad natal, Tori regresa con muchas ansias de probar las frutas del naranjo que plantó de muy peq...