El Dios de la Tragedia.

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—Lo hiciste bien, Laos, llegaste. —sonreía Sara al pequeño bebé en sus brazos.

—Recuerda que me debes una, preciosa. —la interrumpió el ángel a las puertas del Purgatorio.

—Ay, Abel, tú no aprendes ¿Verdad? Soy casada, y tengo que irme, mi esposo debe estar esperándome. —le sonrió ella de vuelta, dejándolo confundido.

Abel se encogió de hombros y rió, Sara se despidió con un gesto de la mano y se llevó a Laos consigo. Todos estaban sorprendidos de ver a Sara regresar, hacía días que no sabían de ella.
Cuando apareció en la misma posición en la que había desaparecido a mitad de la sala, Kuro fue el primero en toparse con ella, seguido de Ali y Natsumi, quienes llegaron más rápido de lo que él formuló el pensamiento de llamar al resto.
Sara se acostó en el piso, suspirando, abrazando al pequeño bulto en sus brazos como si fuese el objeto más preciado del mundo. Mary llegó justo después de oír a Kuro gritar.

—Uff... Sí que fue un trabajo extenuante. —dijo Sara a manera de saludo.

—Bienvenida, abuela. —sonrió Ali.

—Oh por Satán, en serio estaba muerto... —completó Natsumi. —¿Puedo cargarlo? —dijo, con una sonrisa en el rostro.

—No estoy segura... Ahora es un Dios, no sé si puedas tocarlo. —contestó Sara.

—¿De qué tipo? —siguió Natsumi, su expresión se había vuelto seria de nuevo.

—Uhm... Pues... La verdad no creí que esto fuese a pasar, él siempre demostró habilidad para la guerra, para mí es una enorme sorpresa que haya renacido en... Pues, en esto.

—Sara, dime, ¿Qué clase de Dios es Laos?

—Laos se... Ehm... Laos se convirtió en un Dios de la Tragedia. —

El semblante de ambas se tornó muy severo. Kuro, que escuchaba atento la conversación desde el regazo de Mary, había volteado hacia donde se encontraba la mujer cargando al antiguo ángel, ahora Dios, en brazos. En sus grandes ojos amarillos se asomaba una sincera preocupación.

—Pero... ¿De quién? —Kuro interrumpió el silencio abismal que se había hecho.

—Ehm... N-no sabemos, quizá él lo sepa, deberemos esperar a que crezca un poco, sí, eso. —sonrió de nuevo Natsumi, quitándole importancia a lo dicho.

—Hummm...  —Kuro volvió a acurrucarse en el regazo de Mary, ella le acarició el lomo hasta que se quedó dormido.

 —Quizá sea de Apolo, ya sabes... ¿Recuerdas ese problema que tuvimos con él hace siglos?— interrumpió Daemon desde mi regazo, dirigiéndose a Kuro. Estaba tan cansado de llorar que no se había levantado en horas aún después de que llegara Sara.

 —¡Ah! ¡Cierto! El maldito de Apolo, ese floripondio maricón que no dejaba de... Ewww... Lo odio, en serio, es aterrador el tipo.  

 —Sí, quizá fue él quien hizo a Laos. Sólo míralo, hasta acá puedo sentir esa extraña aura de flores y caramelos... Es asqueroso.—rió Daemon. 

 —¿Se refieren al dios de la mitología griega? ¿Ese Apolo?—dije, metiendo mi cuchara. 

—Así es, Tori. Apolo es sólo uno de sus mil nombres. Es uno de los Dioses Altos, así les llaman allá arriba, ¿No es cierto, Sara?—me contestó Daemon.

—Exactamente, cachorro.—continuó Sara.—Los Dioses Altos son algo así como los "dioses creadores", ellos no mueren ni cambian. Existen y hacen existir, son todos de la misma talla y no pueden matarse entre ellos ni aunque agarren a uno entre todos. Su existencia es más mecánica y reguladora que nada. Sin embargo, sí tienen una... Extraña personalidad todos ellos. Supongo que la eternidad te vuelve loco, naturalmente.

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⏰ Última actualización: Apr 12, 2022 ⏰

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