Laos

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-¿Te gustan?- dijo el sonriente moreno, depositando las flores en el jarrón junto a la cama de Mary. 

-Siempre tan detallista, Laos.- rió con tranquilidad, restregándose los ojos, apenas se estaba despertando.

-No hay flores lo suficientemente hermosas para estar a la altura de tu belleza, mi ángel.- 

-Y tan galante...- suspiró- ¿Sabes cuándo podré irme?- 

-Aún no, pero será pronto, lo prometo.-

-Bien...- 

Mary se levantó de mala gana y se asomó por la ventana, habían pasado ya dos semanas desde que estaba refugiada con la Legión después del incidente con Kuro. Lo extrañaba. 
Desde que había llegado a la Legión, Mary fue acogida por los ángeles como una reina cosa que le resultaba realmente incómoda pues odiaba el exceso de atención. Laos la había recibido desde el primer día y había procurado evitar que ella no notara el aíslo en el que en realidad la tenían. 

Corel la había traído pero, según el Ángel Negro, no había cumplido del todo su tarea por lo que la había tenido encerrada en su habitación para satisfacerlo y no la había dejado salir ni moverse de ahí, tampoco había comido en días ni bebido nada. Corel no estaba molesta, se sentía culpable de no haber hecho su trabajo, tenía que destruír al equipo, no provocarlo para que atacaran y sabía que no pasaría mucho tiempo antes que un Lujuria encabronado, dos Ira salvajes, quién sabe cuántos rebeldes más y la mismísima Fénix hicieran un plan y atacaran con todo su poder para recuperar al Tigre.
Pero Übel no pudo hacer mucho al respecto, Mary no confiaría en él y el ejército se movilizaría con una simple orden del Tigre. Ellos, antes que nadie, obedecerían a su reina y Übel no podía darse el lujo de que ella lo supiera, si no es que ya lo sabía. Por eso envió a su corazón más grande y fuerte a persuadirla, porque, ¿Quién sabría más de hacer creer que todo estaba bien que el que más había sido engañado en eso?

Laos nació en una región muy cercana al centro del Cielo donde entrenan los querubines para subir de rango. Si naces Ángel tienes la oportunidad de estudiar mucho y si eres lo suficientemente fuerte puedes ascender a Dios, en cambio, un Dios no puede descender o abdicar de su cargo, los que nacen Dioses la tienen difícil. A Laos le costó mucho trabajo, desde pequeño se esforzó por ser bueno en todo, era el más amable, el más altruista, el mejor preparado para todo. Fue siempre el más destacado y se notaba que no tenía más razón que llevar el bien y el amor al mundo, por eso se unió a la Legión sin dudarlo cuando llegó el momento, él buscaba el bien y si alguien osaba evitarlo, no dudaría en hacerle frente. Poco antes de que se uniera a la Legión lo habían mandado llamar del Centro del Cielo para hablar de su estátus de Ángel, los Dioses creían que él tenía madera para ser Dios y planeaban ascenderlo. Por primera vez en su vida, Laos sintió miedo de la responsabilidad y rechazó la oferta con el pretexto de que la Legión era donde más lo necesitaban ahora. Hasta el alma más pura tiene un agujero por el cual se puede ensombrecer su corazón.
Laos comenzó desde abajo, como todos, y bajo la instrucción de Devon entrenó duro hasta convertirse en uno de sus más preciados y confiables elementos, el único que estaba por encima suyo, era Übel. Y es que Übel tomaba el control porque Laos no buscaba safarse de una responsabilidad para entrar en otra como lo era ser el subcomandante de la Legión, pero si hubiese querido hubiera podido aplastar a Übel, antes de que hiciera su trato con Él.

-No te pongas así, bonita.- interrumpió Laos a Mary que estaba sumergida en sus pensamientos.- Pronto podrás salir y ver a tu hermana, Corel trabaja duro y aquí todos te aman y te apoyan, estás a salvo.-

-Lo sé, gracias Laos. Es solo que no estoy a gusto aquí encerrada, si todos me aman ¿Porqué no puedo salir a saludarlos?-

-Ya te lo dije, no sabemos si aún haya traidores y es peligroso pequeña, quédate cerca, yo cuidaré de ti.- insistió Laos.

Orange DramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora