A ti te quieren, a mi me odian.

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Jesús

Intento pasar entre la gente de la discoteca mientras que con una de mis manos estiro el brazo de mi hermano para así no perderlo de vista. Es gracioso porque hace unos meses la situación sería totalmente distinta; él y yo estaríamos bailando sin ningún tipo de preocupación, pasándolo muy bien y quién sabe, quizás encontrando alguna chica guapa con la que poder estar. Ahora, meses más tarde, aquí estamos como locos intentando encontrar a esas chicas que al principio no parecía que podrían llegar a ser tan importantes para nosotros como lo son ahora. Quién lo diría eh, cómo cambian las cosas en un par de segundos; hoy crees que lo tienes todo o crees que lo que tienes te hace feliz y que para ti ya es suficiente y mañana notas que te falta algo, que quizás no tienes cerca a quién creías tener, las cosas han cambiado y sientes que te sigue faltando algo, que hay un vacío que pocas personas saben llenar. Nunca creí a toda aquella gente cuando decía que la vida solo necesitaba un segundo, solo uno, para que las cosas fueran distintas pero desde que conocí a María supe que toda esa gente tenía razón. Tenían razón al decir que hay personas que te cambian, que hoy tienes algo que mañana no o mañana tienes algo que ayer no tenías. Que hay personas que no significan nada pero que siempre acaba llegando alguna que lo acaba significando todo. 

Un apretón en mi brazo hace que vuelva a la realidad y miro a mi hermano.

-¿Qué pasa? -digo acercándome a él para que así me escuche.

-Esa de ahí -me señala y me giro- ¿no es María? -la miro fijamente con el corazón en un puño pero no logro verla del todo por culpa de la gente que hay, quiero creer que sí pero no puedo apostar por ello.

-No lo sé pero lo parece -le estiro para que me siga.

-Pero falta Sara -dice preocupado y le miro sonriendo levemente.

-Estará bien -me mira inseguro- Seguro que ha ido al baño o está en la barra.

Intentamos seguir pasando entre la gente pero parece que no van a ponérnoslo fácil. Suspiro frustrado y me contengo en empujar a nadie porque no quiero liarla. Noto una mano en mi hombro y sé que es mi hermano.

-Déjame pasar a mi -dice haciéndose hueco justo delante y empujando a la gente levemente. Sonrío inconscientemente, siempre sacándome de apuros. Él tiene ese don de que si hace algo que moleste a alguien, sonriendo lo arregla en un par de segundos. Yo soy demasiado orgulloso como para admitir que me he equivocado y acabaría discutiendo poniendo alguna excusa de "no te he empujado, has sido tú" y lo único que quiero hacer es llegar a mi chica. Intento volver a localizarla creyendo realmente que es ella y una vez que logro verla me fijo a su alrededor buscando a Sara y acabo dando con ella porque lleva una pulsera que brilla que podría llamar la atención de cualquiera, está justo en la barra de al lado mirando cada dos por tres a la que ahora confirmo que es mi chica. 

-Dani -le grito y le toco el hombro- Ahí está tu chica -le señalo y sigue mi dedo con su mirada. Sonríe y asiente. 

-Voy a ir para allí -me responde sin pensárselo dos veces.

-Dani -le cojo del brazo antes de que vaya- Quedamos en una hora en la puerta -asiente nervioso- aunque estés discutiendo con Sara te quiero ahí -asiente de nuevo- porque sino nos dispersaremos y como vuelva a casa sin ti mamá me mata y lo sabes -le doy una palmada en la mejilla y le sonrío- Irá bien -frunce el ceño- Lo prometo.

-Suerte tú también -me dice y le sonrío.

-No la necesito.


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Sara

¿Cómo se te puede querer tan fuerte? (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora