Implacable

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El jueves el grupo me esperaba en el salón de clases, la preocupación por el libro que debíamos leer para el examen de literatura era el eje central de la conversación, algunas de las muchachas aún no lo habían comprado y me ofrecí a compartirlo ya que lo había leído reiteradas veces.

De vuelta en la Finca subí a mi habitación para escuchar música y relajarme, tenía la esperanza que la presencia de Denisse calmara la tensión de mi padre. Me encontraba ordenando una repisa junto a la puerta ventana del balcón cuando vi una figura entrando por el portón. No era posible, aún faltaban cuatro días para su regreso, pero no tenía dudas, era él, la sangre se me heló, por un momento quedé paralizada, la emoción comenzó a invadirme, verlo de vuelta caminando hacia la casa con un pequeño bolso hacía que sintiera que mi corazón volvía a mi cuerpo. Sin embargo censuré aquél sentimiento, él me había dejado para pasar unos maravillosos días en la playa con hermosas mujeres y su decisión me había afectado más de lo que podría imaginar, además había hecho la firme promesa de ignorarlo, no me encontraría nunca más, se arrepentiría por haberme abandonado.

Salí al balcón y lo miré, en cuanto levantó su cabeza para verme me coloqué los auriculares y me di la vuelta, esperaba que se diera cuenta que estaba enterada de su regreso, pero no bajaría velozmente para recibirlo como hubiera hecho antes.

Los nervios me carcomían por dentro, me sentía feliz por su regreso, más feliz aún porque lo había adelantado, pero eso no borraba lo que había vivido con su repentina partida, me dispuse a ordenar mi gran guardarropa por color, colocando lo de invierno en los estantes altos. Sentí unos golpes en la puerta y escuché la voz ansiosa de mi padre.

—Hija, Vian ha regresado, baja a saludarlo—

—Lo sé papá, estoy en medio de una tarea, iré en un momento—

Una vez que terminé con la ropa me encerré en el cuarto de baño, acomodé mi nuevo corte de cabello y delineé mis ojos, nada llamativo, no quería evidenciarme, recordé su confesión sobre mi sonrisa cuando lo miraba, pues por más esfuerzo que me demandara evitaría sonreírle al verlo o por lo menos no debía transmitir la felicidad que sentía al tenerlo de vuelta en casa. Solo me eché unas pocas gotas de perfume en el cuello y bajé concentrada, imaginándolo abrazado a aquella mujeres, cuanto más me acercaba peores cosas imaginaba, mis ojos se llenaron de lágrimas, parpadeé dos veces antes de entrar a la cocina donde un gran jolgorio esperaba.

Todas las mujeres que trabajaban en la casa se concentraban alrededor del bolso que Vian había traído consigo, él estaba sentado en una silla sonriendo satisfecho, lucía un envidiable bronceado caribeño, levantó la vista en cuanto entré, yo me acerqué y forzando una sonrisa le di un frío beso en la mejilla.

—Hola Vian, bienvenido— Fueron las pocas palabras que le dediqué.

Me aproximé a Rosa y alabé sus pizzas, las muchachas que revolvían el bolso no contenían su entusiasmo y me acerqué a ver cuál era el objeto que lo provocaba, resultó que estaba repleto de aros, brazaletes, colgantes de todo tipo y color. Todas eligieron más de uno y una vez vacío se marcharon satisfechas. Yo solo ofrecí halagos sobre las combinaciones de colores con los ojos o la piel, pero no me atreví a tomar ninguno.

Las pizzas se cocinaron rápido en el gran horno embutido en la pared, me devoré tres porciones sin descanso. Vian contó sobre las playas y los arrecifes mientras mi padre y Saúl lo instigaban a preguntas, observé con atención lo relajado que se encontraba mi padre, la presencia de ese muchacho parecía que era todo lo que él necesitaba. Me sentí triste y envidiosa, de alguna manera Vian ocupaba un lugar que yo creía mío. Una vez terminado el almuerzo todos fueron a reunirse en la oficina de la planta baja para ver las fotografías del viaje, me quedé dando vueltas en la cocina.

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