Comienzo de la gira

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Llegó el día de salir de gira, Denisse me había ayudado a preparar prácticamente todo, mi padre había alquilado un Motor Home y lo estábamos esperando. Al escuchar el portón salimos a ver.

El colectivo negro y brillante se asomaba despacio, no podía creer lo grande que era, Saúl lo manejaba, las puertas se abrieron en cuanto estacionó, Vian bajó de él de un salto con una gran sonrisa, todos estábamos entusiasmados.

Subí los cuatro escalones, el piso y todo el mobiliario eran de una reluciente madera clara, resultaba espacioso para ser un colectivo, de un lado la cocina y detrás del conductor una mesa empotrada al piso, las butacas amuradas a la pared del costado y a la que dividía el conductor del resto del colectivo.

En el centro se encontraban unas camas cuchetas donde dormirían Saúl y Vian, luego la puerta que daba a un baño completo, al final del colectivo dos habitaciones, la de la izquierda con una cama matrimonial donde seguramente dormiría mi padre, la otra habitación tenía otras camas cuchetas y serían para Denisse y para mí.

—¿Qué te parece?— Me preguntó mi padre.

—Creo que es amor a primera vista, es hermoso, incluso más lindo que la casa de mamá— Respondí sin tapujos.

—No tiene nada que envidiar a nadie ¿Verdad?—

—Me encanta y tiene guardarropa, Denisse no vamos a necesitar tantas maletas— Observé.

—Para la ropa siempre va a faltar lugar— Respondió ella seriamente.

Nos reímos, tenía una fijación con el vestuario.

Mis abuelos se habían vuelto el día anterior y ya los extrañaba, pero necesitaban volver a su casa, tampoco podían estar un mes viajando, por más cómodo que fuera el colectivo.

El viaje comenzó sin demoras, organizado y alegre, estábamos encantados con la nueva casa, Saúl, Vian y mi padre se turnarían para manejar, pero el primero rehuía a ceder el volante.

Una gran pantalla nos mantuvo entretenidos gran parte del viaje, la primera parada sería a unos setecientos kilómetros, nos reuniríamos con el resto del equipo al llegar, nos esperaban ensayos junto con las bailarinas, sonidistas e iluminadores. No conocía el ambiente, pero la idea de compartir con muchachas jóvenes y bonitas no me agradaba, sobre todo sabiendo lo que Vian generaba en las mujeres, me sentía nerviosa y atacada ¿Por qué mi padre necesitaba bailarinas si la mayoría de las canciones de su repertorio eran baladas? No me atreví a hacer comentario al respecto, las había visto en los videos de sus espectáculos y sin dudas su gracia sumaba mucho al show.

La noche fue larga, esperaba que se generaran momentos de soledad en la travesía, me sentía bien con gente pero a veces simplemente necesitaba estar sola y pensar, la vida siempre me había resultado un enigma, no solo por mi padre ausente y el comportamiento evasivo de mi madre sobre el tema, también se extendía hacia todo el género masculino, que desde mi lugar era uno de los pocos temas importante, me gustaba analizar mi vida desde distintos puntos de vista para sacar conclusiones más globales.

A la mañana siguiente me desperté dolorida, nunca había dormido en una cama suspendida a lo alto, mucho menos dentro de un colectivo que se mecía, contaba con una pequeña baranda pero no descansé bien, temiendo despertar estampada contra el piso.

Escuchaba a mi padre que compartía su alegría matinal contando alguna de sus tantas historias, me cambié y me dirigí a la cocina, previo paso por el minúsculo pero elegante baño, al entrar lo encontré junto a Denisse y Vian sonriendo alrededor de la mesa.

¿Es que siempre seré la última en levantarme? Me indigné conmigo misma.

—Buenos días hija—

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