Pelea y confesión

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Entre los estudios, las largas horas que conversaba con mi padre y las excursiones, los días pasaron rápido. Solo Vian y yo trabajamos durante el día, el resto disfrutaba de unas mini vacaciones, aunque daba la sensación de que Denisse con su celular no paraba ni un minuto. A la hora de comer el colectivo parecía pequeño pero el ambiente siempre era alegre y distendido, todos estábamos en confianza y los chistes, respetuosos, no faltaban nunca.

Me encontraba lavando los tratos cuando Denisse comentó que la próxima presentación sería la última, luego volveríamos por otra ruta donde nos esperaban solo dos presentaciones más. Mi estómago se apretó, me sentí descompuesta y mareada, sentí que la garganta comenzaba a cerrarse y mi corazón a palpitar más rápido. Miré por la pequeña ventana, enjuague los trastos rápidamente y me dirigí al cuarto de baño.

Encerrada en ese pequeño lugar me puse en cuclillas y froté mi frente con fuerza, no sabía qué era exactamente lo que me ocurría, quizás la idea de volver ya no me agradaba tanto. Mojé mi cara con agua fría y me obligué a sonreír por unos segundos hasta que me sentí lo suficientemente bien como para salir.

—¿Lista para educarte un poco más?— Vian ya me esperaba sentado frente a la pila de libros.

—Lista estoy, pero me olvidé las ganas, espérame un momento hasta que las encuentre—

—Seguramente envejecería esperando, vamos, siéntate y comencemos— Me ordenó con una sonrisa.

—Eso me recuerda, falta muy poco para tus maravillosos veinticinco años y no me has dicho qué deseas de regalo— Cambiar el tema de mis pensamientos era una muy buena manera de superar mi ataque.

—Ya te lo he dicho, tengo todo cuanto necesito y más, así que no se me ocurre pedir nada en particular—

La verdad ya había estado pensando en su regalo, sería simple por supuesto, pero era lo único que realmente yo podría regalarle, aunque tenía todo el dinero de mi padre no estaba acostumbrada a elegir grandes y ostentosos presentes, me inclinaba por algo que realmente fuera representativo.

La pila de libros sobre la mesa era realmente escalofriante.

—Si no fuera por lo mucho que amo a mi padre o lo furiosa que estoy con mi madre sería realmente más sencillo volver a mi simple y aburrida escuela—

Vian sonrió, sabiendo que tenía razón.

—Vamos bien, para cuando llegue el momento de los exámenes no vas a tener problema alguno, de hecho estoy seguro que serás la más preparada— Suspiré, no tenía más remedio que estudiar hasta el hartazgo y así lo hice, durante toda la tarde.

A la hora de la merienda volvió la comitiva a la cocina, dando por concluido así otro día más de estudios, las conversaciones fueron amenas, sin embargo Denisse bromeó con los muchacho que rondarían la casa cuando volviéramos, insinuando que se presentaría un supuesto despliegue de novios por mi presencia, no tardaría mucho tiempo en darse cuenta lo errada que estaba, sin embargo no me interesó hondar el tema, aunque era importante que mi padre vaya acostumbrándose a la idea de muchachos en mi vida, pero pronto me vi envuelta en una conversación que había evitado tener con él y sin lugar a dudas había estado en lo correcto, cuando se enteró de mi noviazgo con Manuel se puso muy nervioso, al descubrir la diferencia de edad entre nosotros estalló como un huracán, desparramando alaridos. No podía comprender cómo Denisse y Vian no se lo habían informado, jamás lo había visto tan enojado, por un momento me acobardé, sin embargo cuando comenzó a hablar mal de Manuel no pude contenerme, no lo conocía y bajo ningún aspecto permitiría que pensara tan mal de uno de los hombres más importantes de mi vida, que me había amado y hecho tan feliz, la discusión con mi padre fue breve pero intensa, ninguno de los dos estábamos dispuestos a ceder, mientras que los demás se quedaron inmóviles, en sus lugares.

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