Despertar

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Abrí los ojos y deseé no haberlo hecho, frente a mí tenía la peor imagen jamás imaginada, mi padre abrazaba fuertemente a mi mamá. Ella descansaba su cabeza sobre su pecho, rodeándolo con sus brazos por la cintura. Una imagen ridículamente tierna.

En cuento me vieron despierta se acercaron rápidamente.

—Hija, mi amor— Mi madre me hablaba como si nada hubiera ocurrido ¿A caso mi vida había sido un sueño, todo había sido un invento de mi imaginación, sería eso posible? Los miraba a uno y otro sin lograr entender qué era lo que había ocurrido. En ese momento una mujer entró a la alcoba y se acercó sonriente.

—Has despertado— Me dijo.

—Acaba de abrir los ojos— Respondió mi madre apremiante —Pero aún no nos ha hablado—

La mujer me miró seria.

—¿Sabes quién eres?—

¿Quién era yo? Lo que recordaba era absurdo viendo a mis padres abrazados de esa manera, no era posible ¿Realmente había sido un sueño? Y si era así, no recordaba en absoluto mi vida, miré alrededor, no reconocí las paredes blancas ni el paisaje que se veía desde aquella gran ventana, la puerta se abrió y Vian entró sosteniendo un pequeño vaso plástico en cada mano, la barba de dos días le quedaba estupendamente, le sonreí en cuanto me miró, lo que sentía por él no había cambiado, apoyó los vasos en una mesa y se acercó a paso ligero con una gran sonrisa. La mujer lo apartó para hablarle en voz baja, no quité mis ojos de él, aún ver a mis padres abrazados me resultaba extrañamente doloroso, la mujer se acercó y sujetando a mis padres del brazo salieron por la puerta, dejándonos a solas con Vian.

—Hola ¿Cómo te sientes?— Me preguntó despacio sentándose junto a mí.

—Vian— Mi voz sonó débil.

Sus ojos se iluminaron y me sonrió con plena felicidad.

—¿Me recuerdas?—

—Perdóname— Mi voz sonaba terrible.

—¿Por qué?—

—Por haber entrado, no debí estar a solas con él— Vacilé con mis palabras, no estaba segura si había sido un sueño, su respuesta lo confirmaría o no.

Su reacción fue la más inesperada, colocó sus dos manos en mis mejillas presionando suavemente y me besó en todo el rostro, lugar donde apoyaba sus labios lugar donde me besaba, nariz, pera, mejillas, ojos, boca.

—Creí que no recordabas nada, no sabes el alivio que siento— Le sonreí.

Su mano acarició suavemente mi mejilla.

—¿Por qué la abraza?—

Entendió al instante sin necesitar explicaciones.

—Estábamos muy preocupados, llamamos a tu madre, realmente has estado mal Mell, tus padres se han apoyado mutuamente en estos momentos, eres su hija y los dos están angustiados—

—No quiero que la abrace de ese modo, no puede perdonarla tan fácilmente—

—No ha sido nada fácil Mell—

—¿Sebastián?— Mi pregunta lo puso tenso.

—Está internado en otro piso—

—¿Por qué lo hizo?—

—Perdóname, no debí dejarte sola— La culpa lo atormentó —Creí que se estaba dando un baño y quise aprovechar el momento para hacer lo mismo—

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