Capítulo 2

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—¿Cómo me veo? —preguntó Harry cuando salió del baño.

Se había dado una ducha rápida y cambiado la ropa. Se veía increíblemente mejor que hacía un rato; ya ni había rastro alguno de que había llorado.

—Sólo falta una cosa —comenté colocando mi mano bajo mi mentón, como si se tratara de algo serio.

—¿Qué?

Lo rodeé, para dedicarle una vista a toda su vestimenta y, cuando me encontraba a sus espaldas, le di una nalgada.

—Listo —sonreí satisfecho.

—¡Idiota! —gruñó arrugando sus manos en puños.

Solté una carcajada.

—Toma tu celular y vámonos.

Hizo como le pedí con mala cara, fanfurruñando, y luego me acerqué a él para pasar mi mano por su ceño fruncido.

—Ya deja de arrugar la cara, ¿sí? Que te pondrás como una pasa, ricitos.

—Ah, claro, ricitos, ahora no soy pequeño, no; soy ricitos.

Solté otra carcajada y lo acerqué a mí para besar su frente, como era la costumbre.

—Siempre serás mi pequeño.

Él volteó los ojos y bufó, saliendo de la habitación.

—Idiota —escuché que murmuró a la vez que yo también salía y cerraba la puerta detrás de mí.

Iba a replicarle con un argumento importante -como idiota y todo me quieres-, pero una música captó mi atención en cuanto salimos de la recámara de mi amigo.

Mozart.

Ya me parecía raro no haberlo escuchado cuando llegué, pensé.

Yo sacudí la cabeza, intentando ignorarlo, y comencé a bajar las escaleras en silencio con Harry.

—¡Hijos queridos! —dijo su madre atajándonos cuando llegamos a la planta baja con una enorme sonrisa— ¿A qué hora regresan?

—No lo sé, pero no nos esperes temprano —comentó él encogiéndose de hombros y caminando hacia la puerta.

—¿Tú lo traerás, Louis?

—Por supuesto —le guiñé un ojo y seguí caminando hacia la puerta, donde se encontraba Harry.

—¿Te gusta la sinfonía número treinta y seis? —preguntó la señora cuando llegamos a la puerta con una sonrisa aún más grande.

Uno de sus orgullos era hablar de música clásica.

Y más que todo si era de Mozart.

O del período clásico en general.

Aunque, bueno, en sí, era toda la familia de Harry, no sólo ella.

Ellos eran algo así como la familia Mozart.

Lo sé, toda una locura.

Ya recuerdo por qué es que dejé de venir tan a menudo, pensé.

—Claro —dije complacido—, pero, debo reconocer que me gusta más la número treinta y cinco.

Ella se echó a reír.

—Había olvidado cuán buen gusto tienes, Louis.

Yo sonreí ante el cumplido, orgulloso, cuando oí a Harry toser para llamar mi atención.

Don't let me go ~LS~ AU Donde viven las historias. Descúbrelo ahora