Capítulo 5

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            Harry se despertó de golpe.

—¡JODER, TE DIJE QUE QUERÍA DORMIR! —gruñó, viéndome con fiereza.

Me contuve de golpearlo, a la vez que veía al auto frente a mí, a escasos centímetros de haber chocado con el nuestro. Suspiré. El conductor bajó la ventana, gritó algo, con expresión enojada, y sacó el dedo medio en nuestra dirección. Recosté la espalda sobre mi asiento, dándome cuenta de cuán tenso me encontraba. Tomé aire. Escuché unas bocinas desde atrás, pero no me importó.

—Estamos vivos —murmuré, sintiendo mi corazón latir como si no hubiera un mañana.

—Idiota —dijo Hazza rodando los ojos—. Por tu culpa me duele la cabeza ahora.

—Deberías agradecer que estamos vivos.

—¿Debería agradecerte por casi matarnos? —lanzó, ante lo cual gruñí— Además, ¿qué gritaste? Lo único que pude oír fue el frenazo del carro, el cual, por cierto, casi hace que salga disparado por la ventana.

—Pues para algo se inventaron los cinturones de seguridad, ¿no?

Rodé los ojos y volví a conducir, esta vez fijándome detenidamente en el camino.

—¿Qué gritaste? —inquirió— ¡No evadas el tema!

Me mordí el labio.

Si quiera, ¿por qué había gritado eso?

Porque, es decir, por supuesto que recordaba qué había gritado. A pesar del shock por el casi-choque contra el auto, las palabras habían quedado en mi mente.

Suspiré. ¿Qué debía decirle? ¡No podía contarle la verdad! No después de su confesión... ¿y si lo malinterpretaba?

Habíamos sido amigos por años –en realidad, pensándolo bien, no recordaba ningún momento o época de mi vida en la que Harry no hubiera sido mi amigo o en la que él no hubiera estado allí para mí– y, en todo ese tiempo, obviamente, nos habíamos dicho –mutuamente– una infinidad de veces que nos amábamos.

Infinidad de veces.

Sin exagerar.

Ser cariñoso con él me salía de forma natural; nunca me costó darle un abrazo, hacerle un cumplido, decirle algo que le subiera el ánimo o mimarlo cuando estuviera triste.

Y eso nunca me pareció que estuviera mal o que fuera raro.

Él era mi amigo.

Yo lo quería.

La gente que se quería se lo demostraba... no veía por qué nosotros no podríamos hacerlo sólo por ser hombres. Sabía que a algunas personas esto les parecía raro pero, honestamente, a mí me valía mierda.

Yo lo quería y eso era todo lo que me importaba.

Nunca me contuve de decirle un "te amo", un "luces guapo", un "me gusta tu sonrisa". Nunca me contuve de decirle cuán increíble era y cuán afortunado me consideraba por tenerlo en mi vida.

No obstante, en ese momento, en el carro, después de su confesión... ¿cómo le decía que lo amaba sin que él pudiera pensar que era en otros términos?

Carraspeé, y dije lo primero que se me ocurrió:

—¡Grité que quitaras esa mierda de música! ¡Fue eso lo que me distrajo!

Don't let me go ~LS~ AU Donde viven las historias. Descúbrelo ahora