Capítulo 4 (parte 1)

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—No bailamos, Louis —comentó Harry cuando lo metí en el carro del lado del copiloto, medio dormido. No nos fuimos, en sí, porque yo quisiera, sino porque los muchachos me dijeron que lo mejor era irme si no quería meterme en un problema con Nick.

—¿Qué?

—Que no bailamos —se revolvió en el asiento y volteó la cara hacia la ventana—. Siempre bailamos en las fiestas, ¿recuerdas?, pero hoy no lo hicimos.

Bufé, reforzando mi agarre en el volante.

—Sí, la verdad no me quedaron muchas ganas de bailar cuando te vi con Nick.

Su voz sonaba medio adormilada, por el sueño.

—Si tú y yo hubiéramos bailado, no lo hubiera besado.

—Ah, claro, ahora me vas a decir que lo besaste por despecho —bramé.

—¿Estás celoso? —preguntó incorporándose, con voz aguda, de burla, y tocándome la mejilla, cosa que me hizo cosquillas, por lo que le di un manotazo.

—¡Déjame la cara, que estoy conduciendo!

—Claro, ahora es "déjame la cara", pero hace rato era "exijo otro beso de Harry" —imitó mi voz.

Rodé los ojos.

—¿Mañana jugaremos, verdad? —preguntó después de un momento, medio adormilado, con los rizos revueltos y la respiración lenta.

—Cla-claro —dije—. ¿Por qué no lo haría?

—Tenía miedo de que las cosas cambiaran entre nosotros después de decirte que soy gay —se encogió de hombros—. Pero... —suspiró, al borde de caer en brazos de Morfeo— sé que no me tengo que preocupar por eso contigo. Tú siempre cumples tus promesas —sonrió y se tocó el collar.

Sentí algo moverse en mi estómago.

Debe ser el Vodka, me dije.

A los seis años hicimos nuestra ceremonia de la mejor amistad por siempre, e intercambiamos unas piedras –como si de anillos se tratase.

Esas piedras se convirtieron en dijes que llevábamos en collares colgados al cuello. Nunca nos las quitábamos; era el símbolo de nuestra amistad, símbolo de que siempre estaríamos juntos, de que siempre llevábamos una parte del otro con nosotros.

Sacudí la cabeza.

—Qué cursi —dije.

Harry dejó escapar un sonido, abriendo los ojos; se había quedado dormido.

—Nada, lo siento —le acaricié el cabello, y él sonrió. Se acurrucó más en el asiento, con su cara en dirección a la ventana.

Hubo un semáforo en rojo. Paré. Me dediqué a verlo: pacífico, el pelo revuelto, una leve sonrisa en los labios, los ojos cerrados y la respiración acompasada. Sonreí instintivamente; estaba acostumbrado a tener esa vista, debido a todas las veces que dormíamos juntos, pero aún así me parecía hermosa.

Harry siempre me decía que quería ir al museo. Desde niño quería ir, pero nunca lo llevaban. A mí me causaba gracia, porque él quería ver los cuadros y demás manifestaciones artísticas que hacían los demás, cuando, para mí, la mayor obra de arte que podría existir alguna vez era él durmiendo.

El semáforo cambió a verde, por lo que aceleré de inmediato. Sacudí la cabeza, respirando. Los siguientes minutos, hasta que llegué a casa del oji-verde, pasaron en silencio.

Don't let me go ~LS~ AU Donde viven las historias. Descúbrelo ahora