1.- "Electricista profesional"

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Se supone que tus padres tienen que ser tu modelo a seguir, ¿no? Se supone que su deber como padres es aconsejarte, apoyarte, sobre protegerte... aunque puede que aveces los los odies con todo tu ser sabés que siempre podrás contar con ellos para cualquier cosa...

— ¡¿DÓNDE ÉSTAS MALDITA CRÍA?!

En fin, una nunca puede tener lo que desea.

— ¿Pasa algo? —pregunté sin despegar los ojos de mi libro.

— ¡LA MALDITA LUZ NO FUNCIONA, HAZ ALGO!

Suspire. Ella podía arreglarlo sola, por algo tenía esos premios que se esforzaba en ocultar.

— Ya voy...

Dejé mi preciado libro sobre mi cama y suspire viendo la portada de este. Haz lo que te dice, luego volverás y sabrás que pasó con Magnus. Lancé por última vez una mirada resignada a mi libro para luego comenzar a caminar con paso pesado hacía el sótano. Ahí se encontraban los fusibles.

— ¡APÚRATE, CRÍA!

— Estoy en eso... — refunfuñé bajando los escalones.

Cuando tienes puros sobresalientes en la escuela lo normal sería que tu madre saltará de alegría y te ofrezca algo a cambio de tu esfuerzo. Mi caso era diferente; mi madre se aprovechaba, por así decirlo... era yo la que sacaba las cuentas de la casa, la que actuaba como la contadora, albañil, y en éste caso electricista. Lo que era ilógico ya que mi madre en su tiempo había sido una de las mejores mentes en una universidad al sur de Pensilvania. Ella había sido la mejor ingeniera química de todos los tiempos, o eso me daba a entender los múltiples premios que estaban ahora en el sótano.

Lo que le había pasado me enseñó que hasta las grandes mentes pueden caer, mi madre lo hizo.

¿Qué pasa con el padre? ¿No debería estar al pendiente de ella?

Pues sí, debería.

Seré breve: No sé donde pueda encontrarse mi padre en este momento, no sé si tendrá otra familia, o si está muerto. Ni me importa.

Él abandonó a mi madre cuando yo apenas tenía cinco años. Era un cobarde al no hacerse cargo de mí, prefirió irse. Aún sigo pensando que esa fue la causa por la que mi madre cambió y se adentró al mundo de las drogas y el alcohol.

Cuando ella me contó la historia me prometí dos cosas: 1- Golpearía a mi padre si es que alguna vez lo veía. 2- Me haría cargo de mi madre yo sola. Ella podía no ser el ser más cariñosos del planeta, pero era mi mamá, y la iba a ayudar a salir de su adición.

— ¡¿Ya está?! ¡Apúrate cría, quiero ver mi novela!

O eso intentaría.

El sótano estaba totalmente oscuro. Era difícil orientarse si no tenías una linterna o algo para iluminar a tu alrededor, ya que podías tropezar fácilmente con la gran variedad de cajas esparcidas por todos lados que contenían o los adornos de navidad que nunca sacábamos, o los innumerables premios de mi madre que ella no quería exponer, ni ver.

— Por la... —mi pie chocó con una de las cajas. Había sido una idiota al no bajar con alguna linterna, pero conocía esté cuarto lo suficientemente bien como para orientarme en él, o eso creía.

Con la palma de mi mano sobre la pared pude orientarme mejor y llegar hasta donde estaban los fusibles. Ahora... ¿Cómo vería los fusibles sin linterna?

Suspire. No quería regresar arriba y luego bajar otra vez; siempre que bajaba al sótano tenía esa extraña sensación de que alguien me vigilaba, como cuando estas viendo una película de terror sola a mitad de la noche y escuchas algún ruido. Era escalofriante.

— ¡CRÍA!

Mis manos volaron a los fusibles, sabía como se ponía mi madre si estaba molesta y era mejor evitarlo. Ella a pesar de haber estudiado en una de las universidades más prestigiosas de Filadelfia y de haber sido la numero uno en todo... era algo anticuada, tal vez era por eso que vivíamos en una zona muy alejada de la ciudad, eso también explicaba el por qué nunca se molesto en cambiar los fusibles por unos más modernos. Estos podían electrocutarte si no tenías cuidado.

— Vamos, vamos... — murmuré ansiosa mientras ajustaba los fusibles y enredaba algunos cables al azar. Sentí un pequeño cosquilleo en las puntas de mis dedos, pero fue tan leve que no le preste atención.

Pude escuchar los pasos de mi madre dirigirse hacía la puerta del sótano.

— Qué no puedes hacer algo bien una vez... —su voz se detuvo al escuchar las propagandas del televisor.

— Creó que funciono...

— Cállate, que no haces nada que más que darme problemas.

Era un amor.

Pero ya estaba acostumbrada a ello a si que me límite a cerrar la tapa metálica dónde estaban los fusibles y disponerme a subir las escaleras para poder terminar de leer mi libro en paz.

Pero no fue así.

Por el rabillo del ojo logré capturar un leve movimiento, al mismo tiempo un escalofrío corrió por mi espina dorsal.

No teníamos mascota, así que descarté la idea de encontrarme algún animal.

O algo mucho peor.

Me volví lentamente. Estaba segura de haber escuchado a alguien hablar.

¡No! ¡Es tu imaginación!

¿Acaso me estaba volviendo loca?

De ser así no me sentiría como la protagonista apunto de ser asesinada en una película de terror, así que definitivamente no estaba loca. Debían ser los champiñones cosidos que comí en el almuerzo. Sí, eso debía de ser.

Cualquier cosa que sea, no ayudaba nada en calmar mis nervios. Avance unos pasos no muy segura de por qué lo hacía, tenía curiosidad y también algo de temor, pero sobretodo curiosidad. Después de unos cinco pasos mi nariz capturó un extraño olor.

¿Lavanda?

Me guíe por el olfato y camine hasta detenerme donde se supone que debería estar un enorme estante lleno de polvo y libros viejos.

Lo sabía por la silueta, la puerta que mi madre abrió dejó pasar un poco de luz que alumbraba el suelo del sótano, y con eso podía ver las sombras de las cosas que se encontraban ahí. Menos la del estante, porque aquél estante no estaba.

En su lugar había... bueno no había nada, sólo un gran espacio vacío en la pared.

— ¿Cómo...? —fruncí el ceño y miré a los lados en busca de alguna respuesta; grave error.

La puerta del sótano había vuelto a cerrarse, y con ello la poca luz se había extinguido.

Aún recordaba cuando de pequeña mi madre me contaba varias historias absurdas respecto al origen de la oscuridad. En ese tiempo ella había sido muy diferente de lo que es ahora: no bebía, sonreía más, y estaba plenamente enfocada en su carrera, tanto que hasta mudo las cosas del laboratorio que la universidad le había asignado a nuestra pequeña casa, claro que ahora esas cosas estaban abandonadas en uno de los cuatros que ella mantenía con llave. Casi todos los cuartos estaban con llave.

Aparté esos pensamientos, no tenía por que estar pensando eso precisamente ahora. Caminé hasta los escalones y comencé a subir lentamente uno por uno.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral mientras subía, aún no me podía quitar de la cabeza esa sensación de ser observada.

•••

Esta historia NO ESTÁ editada, la editaré cuando la termine, así que si tienen problemas con la ortografía, o si les molesta mi forma de escribir, les invitó a no leerla.

Nunca fui buena en los modales, pardan;-;

Que tengan una hermosa mañana/noche/tarde/madrugada💙

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