Te encontré.
Temía que pasará exactamente lo mismo que pasó con Elián, no quería pensar que estuviera loco. Pero esto era demasiado ilógico. Podía tocarlo. ¡Incluso había sentido algo cuando lo hice! Definitivamente no podía ser un espíritu.
Ingenua.
¡Basta! ¡Podía sentirlo! Además, podía verlo. Y estaba segura que no sería capaz de eso si realmente Dagon fuera uno de esos espíritus de películas. Él estaba jugando con mi escaso conocimiento de esté mundo. Eso era lo que estaba pasando.
Además cabezota.
Cerré los ojos con fuerza, concentrándome lo suficiente como para mandar aquella voz a lo más profundo de mi subconsciente.
Pésima idea.
Aquel dolor de antes volvió en menos de un minuto llenándome de una sensación de vértigo combinado con esos horribles pinchazos en la cabeza.
No lo soporté.
Abrí los ojos bruscamente lanzando un grito ensordecedor que incluso llegó a afectar mis tímpanos.
El olor a sangre inundó mis fosas nasales ocasionando que comience a toser. No había reparado en la sangre que corría por mis manos, pero cuando mis ojos vieron aquel líquido mi desesperación aumento el doble. ¿De dónde venía...? ¿De dónde...?
—P-para...
Traté de mantener los ojos abiertos, pero los sentía demasiado pesados. Unas botas negras algo gastadas fue mi último recuerdo antes de rendirme a los deseos de cerrar los ojos de mi subconsciente.
(...)
—Es normal que pasé estás cosas, Elián. Tú mismo atendiste a Rousse cuando despertó en medio del bosque llena de sangre.
¿UNA CHICA LLENA DE SANGRE?
Ni siquiera podía imaginar eso sin sentir mi estómago revolverse. Vomitaría si seguían hablando de ese tema.
—Rousse sufrió desmayos después de la muestra de sangre. ¡Y a Morgan recién se la sacamos! ¡¿Y SI ESTÁ EMBARAZADA?!
—Eres lo más parecido a una enfermera aquí, si estuviera embarazada serías el primero en sentirlo, idiota.
Sentí una corriente de frió relajante recorrer desde mi estómago hasta mi cabeza, donde toda clase de dolor que pude sentir alguna vez se disipó lentamente. Sentía mi cuerpo en completa paz por lo que no quise abrir los ojos por temor de interrumpir el momento de relajación que había creado.
—Elián, los desmayos no son porque esté embarazada. Y, Dagon, no llames idiota a Elián.
Su conversación interrumpió mi momento de relajación. Por un segundo se me pasó la idea de golpear a Elián por decir aquello de los desmayos, claro que no estaba embarazada, ni siquiera había dado mi primer beso.
—Hazle caso a tu hermano, aurita.
¿Hermano?
Sin quererlo realmente, abrí los ojos. Estaba en una clase de habitación, está era muy diferente a la pequeña choza que se me había asignado. La habitación era más espaciosa, sí. Pero divisé más armas que otra cosa. A unos metros encontré a Elián cruzado de brazos con una expresión burlona, seguí su mirada. Y encontré a Dagon apretando ambos puños.
—Despertó.
Darío se encontraba sentado a un lado de la cama en la que estaba, su rostro mostraba alivio, pero algo en sus ojos me dijo que también estaba angustiado. Y... melancólico.
—¡Morgan! —de un momento a otro tenía a Elián al lado de Darío—. ¿Eres virgen?
Lo siguiente que vi fue a una mano aterrizar sobre la cabellera castaña de Elián.
—Eso no se pregunta a una dama.
El tono que Sibel usó bastó para que Elián se pusiera pálido, y para que Darío soltará una pequeña risa. Por mi parte, estaba segura que mi rostro ahora competía con el rojizo cabello de Sibel. Será desvergonzado...
Mi mirada se apartó de las sábanas blancas para buscar algo en específico.
A Dagon.
Cuando nuestras miradas chocaron creí ver cierta debilidad en aquellos ojos ahora cafés. Lo que me sorprendió, y a la vez me gustó. Sentí algo cálido dentro de mi pecho cuando me di cuenta de que él no me había dejado tirada en medio del bosque. Dagon no era tan malo...
—Dagon. —Darío llamó, a lo que él se acercó endureciendo su mirada. Sus ojos cafés cambiaron a unos marrones en cuanto llegó al lado de Darío—. Morgan, tócalo.
Por un momento no entendí a qué se refería, pero sentí mucha presión bajo la mirada de cuatro pares de ojos. Así que lentamente acerque mi mano a la de Dagon. Cuando la toque sentí algo parecido a una corriente eléctrica recorrer mi mano, al mismo tiempo sentí un leve aroma a lavanda. ¿De dónde provendrá ese aroma? Me había acostumbrado a olerlo que ahora apenas lo sentía.
—Morgan... —susurró Elián, lucia impactado. Al igual que Darío, Sibel también parecía sorprendida.
—¿Qué pasa? —pregunté alejando mi mano de Dagon. No me atrevía a mirar su expresión.
—Eres tú... —susurró Sibel tapándose la boca con una de sus manos.
—Lo siento, lo siento tanto... —murmuró Darío sujetando el borde de la cama con fuerza.
Frunci el ceño sintiéndome fuera de lugar. Miré a Dagon, tratando de que él me dijera que era lo que pasaba. Pero en lugar de aclarar mis dudas, estás aumentaron al ver sus ojos completamente negros.

ESTÁS LEYENDO
Lost
FantasyElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...