— ¡Suéltame!— Me encantaría hacerlo, pero princesa, no lo haré.
Si me hubieran dicho que de haber seguido a mis instintos terminaría encontrando a un chico que no conocía el significado de la palabra 'Suéltame', hubiera seguido corriendo.
La soga que aprisionaba mis muñecas parecía hacerse más estrecha a medida que trataba de liberarme, lo más humillante era quizás que Dagon tiraba del otro extremo de la soga, eso me hacía parecer un perro siendo guiado por su amo.
— ¿Quién eres? —. Esa pregunta había rondado por mi cabeza desde el momento en el que el iris de sus ojos cambió de color. No, miento. Quería saber quién era ese chico desde el momento en el que mi madre lo mencionó.
— Soy Dagon. ¿Quieres que te lo escriba? Tal vez así te lo grabas.
— ¿De dónde conoces a mi madre? —. No pude evitarlo, ni siquiera pensé dos veces antes de preguntar.
— ¿Desde cuándo haces tantas preguntas?
No respondí, las ganas de saber la respuesta se me fueron al darme cuenta que era una pérdida de tiempo si él seguía evitando darme alguna respuesta que no contuviera ese tono de indiferencia. Así que me límite a observarlo por el rabillo del ojo.
Antes pensé que él tenía un look de gótico, tal vez fue por la ropa negra, pero sin duda de cerca era muy diferente. Iba vestido con pantalones oscuros, y una chaqueta azul oscura, sobre su cabeza había un gorro de lana que escondía su cabellera igual de oscura. Dagon era más alto que yo, sí, casi una cabeza. Pero aún así no parecía de esa clase de chicos que pasaba todo el día metido en el gimnasio, considerando que parecía más un cadáver andante por lo pálido que estaba.
— ¿Quién es Darío? —. Se volvió tan rápido que pensé que su cuello se quebraría. Para mi desilusión no fue así, en lugar de eso su mirada se volvió tan fría que me provocó un escalofrío.
— Es igual de irritante que tú, así que se llevarán bien.
En mi interior célebre por haber logrado fastidiarlo, eso se ganaba por obligarme a amarrar la soga en mis muñecas. Al principio quedaron lo suficientemente flojas como para poder tirarlas al suelo y correr pero ni bien pasaron los tres primeros metros, la soga se adhirió a mi piel como si quisiera estrangular mis muñecas, bien, lo estaba logrando.
Perdí la cuenta de cuantos metros caminamos, de lo único que era totalmente consiente era del dolor de mís pies, y del gruñido que mi estómago emitía cada dos minutos.
No sabía si Dagon se daba cuenta o no, pero hace bastante tiempo había sentido que nos seguían. Era una sensación extraña que no podía describir, pero sabía que era cierta.
Y lo comprobé cuando más atrás de nosotros una rama se rompió.
— Corre.
Ni siquiera llegué a los dos metros cuando caí. Dagon, que ya había avanzado considerablemente, se volvió y puso los ojos en blanco.
— No puedo...
— Si no fueras la hija de Lía te dejaría aquí para que te despedacen esas cosas.
En lugar de ayudarme a ponerme de pie o de arrastrarme con esa soga como pensé que haría, él sacó un par de... ¿dagas?
— ¿Q-qué harás con eso? —. Pregunté en un débil susurró. Dagon no respondió, en su lugar sólo se limitó a darle vueltas a sus dagas y a mirar al rededor como si fuera un predador.
— ¡Morgan! —. Una daga pasó volando sobre mi cabeza y se clavó en un árbol que curiosamente se encontraba a tres metros de la cabeza de Elián.
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Lost
FantasyElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...