Darío me veían con completa curiosidad, tal vez esperaba que me salieran alas de la espalda, o que empezará a narrar la historia de como había ido a parar a un lugar como éste. Lamentaba desilusionarlo pero no salió nada de mi boca además de una simple palabra:
— ¿No dirán nada? —. Elián intercambio una mirada con Darío, a penas había terminado de mostrarme todo lo que él consideró importante del lugar, me había traído a una de las chozas grandes. Donde Darío y Sibel se encontraban viendo dos cosas muy distintas; la pelirroja veía un gran pedazo de papel; y Darío veía pensativo el anillo que se ajustaba en su dedo anular. Claro que, apenas Elián les hizo saber que me encontraba aquí me prestaron total atención, al menos Darío.
— Los chicos de aquí tienen dones, como ya te habrás dado cuenta. Antes de que preguntes, lo de los dones es hereditario, o la madre o el padre debe tener el gen para que el hijo o hija pueda heredarlo de ellos.
— No entiendo.
— Pues si la madre o el padre tiene una alteración en el ADN, los hijos...
— Esa parte la capto, me refiero a esté lugar. No entiendo éste lugar, ¿por qué un refugio? ¿de qué se esconden?
Los tres intercambiaron una mirada, como si hubieran previsto que yo preguntará eso pero aun no se ponían de acuerdo en la respuesta que me darían.
— Las arañas —. Habló por fin Darío intercambiando una última mirada con Sibel —. Alguien ha logrado hacer que de alguna forma esos insectos muten hasta convertirlas en la cosa que viste. Existen muchos clanes de esas criaturas y muchos de aquellos clanes intentaron atacarnos en el pasado, así que convertimos esté lugar en un refugio.
Miente.
— Oh... —. Fue lo único que salió de mi boca. Si bien eso tenía sentido, la idea de miles de arácnidos gigantes conviviendo en diversas comunidades era... aterradora.
— ¿Sólo dirás eso?
— Tranquilo Elián, tiene mucho que proce...
— Cuéntame más sobre los dones.
Darío me miró cerca de diez segundos antes de empezar a hablar otra vez.
— Los dones vinieron evolucionando con el tiempo, algunos pueden adaptar partes de su cuerpo conforme al medio en el que se encuentran, algunos aquí no tienen ninguno, como Sibel.
La pelirroja que se había alejado y afilaba unas cuantas flechas, se volvió al escuchar su nombre y me miró como si esperará confrontarme.
— Las personas como yo, los 'sin dones' somos los que nos encargamos de las armas, herramientas y ese tipo de cosas, pero que eso no te engañé niña —. Se levantó con aire amenazante pero no hizo ademán de acercarse —. Sabemos más de defensa propia que cualquier otro chico o chica que se la pasa presumiendo lo que nosotros no tenemos. No necesitamos un 'don' para creernos importantes y andar presumiendo de ello, al contrario, somos importantes porque sabemos que no necesitamos de alguna alteración en nuestro ADN para valernos por nosotros mismos. Además, todos estarían perdidos si no fuera por nosotros.
— ¿Ven porqué la amo?
Ni Elián ni yo contestamos, sólo nos limitamos a desviar la mirada mientras Darío le sonreía a la pelirroja.
— Entonces... ¿soy una 'sin don'? —. Pregunté intentando alejar la reciente incomodidad que me nació al ver como ambos se intercambiaron una sonrisa. Sentía que esté era un momento muy personal para ellos, y odiaba interrumpirlo, pero no podía quedarme sentada mientras ellos se miraban como si fueran dos adolecentes enamorados, me resultaba asqueroso creer que de un momento a otro alguno podría lanzarle a otro un 'besito volador'.
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Lost
FantasyElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...