Agosto, 1999
La luna resaltaba los blancos y brillantes cabellos de su chica favorita. Podían estar a puertas de una guerra, pero ella seguiría viéndose hermosa.
—¡LE PONDREMOS FIN A ESTÁ ERA SUFRIMIENTO! —gritaba uno de los ancianos, alzando su brazo—. Los demás pilares caerán ante nuestras armas secretas.
En ese momento la mayoría de miradas fueron directo a las cuatro personas enfundadas en corazas de guerra.
Su padre estaba ahí, lo que le hacía sentirse orgulloso por ser hijo del señor de los mares. Al lado de su padre estaba el amo de la tierra, el padre de Elián. A su izquierda se encontraba ella. La más joven entre los cuatro. Con solo ver su perfil bastaba para acelerarle el pulso. Ella era la única que no tenía un don relacionado a los cuatro elementos, pero sus sombras... eran impresionantes. Ella era impresionante.
Ella era su adorada chica de cabellos blancos.
—¡Mataremos a quién sea! —ladró el hermano de su amada.
Frunció el ceño. Nunca le cayó bien. El sujeto no dejaba que nadie se le acercará a su hermana. Era molesto. La sobreprotegía demasiado.
—Cálmate, Matt, debemos evitar las bajas. —habló Jules.
Todos se removieron incómodos.
La amistad de Jules y Matt podía confundirse con rivalidad la mayoría de ocasiones. Ambos eran muy poderosos, por esa razón las personas no tomaban partido en sus enfrentamientos. Matt tenía dos dones elementales, el don del fuego, y aire. Jules, por otro lado, tenía sangre real, o eso decían los ancianos por tener el don de la luz. Era un don muy extraño, pero increíble. Él era considerado, junto a Matt, los dos chicos más poderosos del campamento.
El anciano les llamó la atención con la mirada. Luego continúo:
—Como decía, les enseñaremos a los sin don y a los mercenarios como se acaba una guerra. Todos, ¡Vamos!
El grito colectivo abrió pasó a una carrera hacía la salida del campamento. Todos marchaban con sus armas, corazas, incluso algunos se preparaban para hacer uso de su don.
Él se removió nervioso.
Algo iba mal.
Tenía un extraño presentimiento.
Tenía la sensación... que todos iban directo a su muerte.
(...)
Presente.
Jadeé, y me levanté de golpe.
Casi al mismo tiempo un insoportable dolor de cabeza me invadió. Emití un chillido apenas audible, y luego bostecé.
¿Dónde...?
Ah sí, el bosque.
Había pasado la noche en el bosque.
Había. Dormido. En. El. Bosque.
¡No podía ser!
Me puse de pie lo más rápido que pude, ocasionando que la cabeza me diera vueltas unos segundos. Hice una mueca. Debía pedirle a Elián algo para el dolor.
Elián.
Su nombre me hizo recordar la charla que había escuchado ayer, donde Dagon exigía mi destierro del refugio.
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Lost
FantasyElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...