Eran alrededor de las 6 de la mañana cuando me levanté para hacer la misma rutina de siempre: bañarme, intentar arreglar mi aspecto fracasando totalmente, y luego preparar el desayuno para mi madre antes de hacer la caminata de casi una hora. El autobús no pasaba por ésta zona, por esa razón tenía que ir caminando a una parada de autobús que estaba casi un kilómetro de distancia, o eso me parecía a mí. Me gustaba caminar, sí, pero no quería hacerlo si sabía que podía ir al colegio de otro modo.
Todo seria mas fácil si mi mamá me llevará al colegio en su auto, pero cada vez que se lo proponía ella me decía 'No gastaré gasolina en ti'. Era así de linda, por eso tenía que caminar hasta la parada de autobús más cercana y luego permanecer una hora sentada contando los arboles por la ventana hasta llegar al colegio.
— Que no diga que no lo intente... —. Murmuré dejando una taza de café junto a mi insignificante intento de pan con huevo, hacía lo que podía, que se conformara con eso. Además, no era como si mi madre pidiera un desayuno gourmet.
Tome la mochila que descansaba sobre una de sillas más viejas de la cocina y salí prácticamente volando de la pequeña casa donde me crié.
El aire mañanero golpeó mi rostro con fuerza cuando estuve afuera. Tomé un gran suspiro mientras disfrutaba ver el color medio celeste con tonos naranjas del cielo, era hermoso tener que presenciar esto todas las mañanas, por esto valía la pena levantarse temprano.
Apenas pase la gran malla metálica que rodeaba mi casa me sentí más libre. Sonará extraño pero nunca me sentí del todo libre cuando estaba dentro, era como si mi madre me mantuviera encerrada al propósito. Recordaba que cuando era una niña ella no dejaba que saliera a jugar con otros niños que en ese entonces vivían cerca, y para colmo había instalado algo así como una malla metálica alrededor de la casa, según ella era para 'Mantenernos seguras' ¿Seguras de qué? Dudaba que tengamos problemas con algún ladrón, estábamos prácticamente en la nada, lo máximo que podía atacarnos era un mapache buscando algo de comida.
Seguí caminando tranquilamente por la carretera hasta ver a lo lejos la parada de autobús. Feliz de por fin haberla visto, comencé a correr hacía ella. Saludé a la señora que siempre estaba ahí vendiendo unos dulces y después de comprarle unos cuantos chocolates me senté a su lado a esperar el autobús.
— ¿Cómo esta tu madre, cariño? —. Me preguntó ofreciéndome una cálida sonrisa. La señora Brugent era el tipo de señora con la que te podías descargar de todo y sabías por su mirada que llevaría cualquier cosa que le contaras a la tumba, además, sabía cocinar.
Esa señora tenia el cielo ganado con sus quesadillas.
— Como siempre —. Me encogí de hombros mostrando el aparente desinterés que sentía. No es que me molestará por el sólo hecho de que me preguntarán sobre mi madre, me molestaba el hecho de que siempre que me preguntaban por ella era para saber como estaba. El sentimiento que sentía cada vez que una persona me preguntaba por ella sólo para saber si su adicción con el alcohol iba en progreso no era lindo. Era horrible. Quería gritarle a cada una de esas personas lo poco disimuladas que eran al querer saber algo que claramente no les importaba.
— Lo siento... —. Al parecer la señora Brugent notó mi mueca de disgusto, ya que en sus ojos había arrepentimiento acompañado de lastima. Bien, esto era mi culpa, nunca había sido muy buena en disimular mis expresiones.
— No se preocupe —. Intenté suavizar mi expresión al ver su rostro afligido. A lo que ella me sonrió con total confianza como si no hubiera pasado nada y luego me pregunto cosas triviales hasta que el autobús se dignó a aparecer.
El viaje estuvo lleno de más preguntas que trate de evitar. La señora Brugent era una persona muy buena, pero era demasiado curiosa y habladora aveces, y con aveces me refiero a la mayor parte de tiempo. Ni siquiera pude apreciar bien los arboles que poco a poco desaparecían y daban paso a los grandes edificios de la ciudad de Filadelfia, lo único que pude captar fue la vista del hermoso río Delaware antes de que el autobús doblara y me dejará en la puerta del colegio.
— Hasta más tarde Josh —. Me despedí del chófer que sólo se limito a mover su cabeza a modo de despedida.
Suspire, como decían los personajes de los libros que leía, era ahora o nunca. Entré a la institución que pudo pasar como una iglesia fácilmente gracias a su enorme y antiguo diseño. De no ser por la gran cantidad de pubertos que estaban intercambiado chismes sobre lo que hicieron el fin de semana; la llamaría iglesia, irónico, ya que algunos hasta lo llamaban infierno.
Hice todo el camino hasta mi salón de clases con la mirada en alto, mi madre puede que no sea la mejor ahora, pero en su tiempo me enseñó algunas cosas muy importantes, como nunca mostrar debilidad ante los demás.
Podía notar la mayoría de miradas sobre mí. Intenté ignorar las miradas de burla y algunas de lástima, y me dediqué a mirar a todos con indiferencia. Si soy sincera nunca me importó mucho las miradas de burla, me tenía sin cuidado lo que los demás pensaran de mí, me tenía sin cuidado que me molestarán por mi situación, lo que no toleraba eran las miradas de lástima, era como si estuvieran pensando: '¿También estará en las drogas?' 'Pobre, nadie se merece eso' 'Debe ser horrible' 'La entiendo...', y ese tipo de cosas. Mentiría si dijera que creía a esas personas, porque no lo hacía.
Nadie podía entender algo que no sentían.
Cuando apenas había entrado al colegio y el rumor de mi madre se había expandido, recibí muchas palabras de comprensión por parte de los demás, también de los profesores. Claro que ahora esas personas ni me recordaban, y los profesores sólo se preocupaban para que mi promedio siguiera siendo perfecto.
No había nadie que se preocupará por mí; o eran mis calificaciones, o otra cosa, pero nunca era yo.
En cuanto me senté en mi sitio habitual al fondo de la clase me sentí un poco mejor, sólo un poco. Aún estaba ese sentimiento de nostalgia al saber que tendría que esperar 5 horas hasta que terminarán las clases. Ni siquiera había empezado la primera hora y yo ya quería regresar a casa. No, quería tener que hacer el camino de todos los días hasta ahí, en mi casa no me sentía diferente como me sentía al estar aquí. No sabía que es lo que tenían ambos lugares pero quería escapar de ambos.
— Todos adentro —. La profesora entró al salón seguida de varios alumnos que se apresuraron a sentarse en sus respectivos sitios para no ser regañados. Aunque está profesora era una de las mas flexibles que había conocido; podía darte permiso para el baño las veces que quisieras, era fantástico.
— Profe, ¿puedo ir al baño? —. Claro, que no faltaban los que se aprovechaban de eso. Es decir, ¿quién quiere el al baño justo a la primera hora? o había bebido mucho jugo de naranja, o simplemente quería evadir la clase. Me inclinaba más por la segunda.
— Claro —. La profesora desvió su atención hacía su libro y le hizo una seña de despedida al chico que había hecho la pregunta. No me sorprendió que el chico que se levantara fuera Elián. Él era conocido por sus incontables bromas hacía todo tipo de autoridad. Cuando estaba por salir se giró y como la profesora parecía estar más concentrada en el libro que en él, le hizo una mueca causando que la mayoría del salón riera por lo bajo. Yo me limite a rodar los ojos, apoyar mi mentón sobre mi mano derecha y observar por la ventana a los autos que pasaban, Elián era muy infantil aveces, gracioso, pero infantil.
Hice una mueca cuando la profesora empezó a dar las indicaciones para el curso, tenia unas terribles ganas de dormirme tan sólo por escuchar su voz pausada y tranquila. Era como si me estuviera incitando a echarme un siesta en la carpeta, y estaba apunto de hacerlo, pero no lo hice. Algo detrás de la ventana me obligó a mantener los ojos abiertos: un hombre, no, un chico, un chico que parecía salido de algún concierto de rock, y que me estaba mirando fijamente.
Me obligue a volver la vista, pero fue inútil. Mis ojos parecían estar conectados a ese chico, o lo estaban hasta que desapareció.
Parpadee varias veces tratando de que de alguna mística manera aquél extraño volviera a mi campo de visión. Pero no lo hizo, no volvió. Mi pulso se inquietó cuando la idea de ver un fantasma cruzó por mi cabeza.
Sólo había sido un juego de mi cerebro...
Aunque lo extraño era el olor a lavanda que entro a mis fosas nasales después que mi cerebro proyectará la imagen de un chico gótico a través de la ventana.
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Lost
FantasyElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...