No desperté por el cantar de los pájaros, ni mucho menos por los rayos del sol que se colaban por los mini agujeros que tenía la choza en el techo y en las paredes. Desperté por una masa de cuerpo que casi me asfixia a tal punto que pensé que lograría hacer que mis ojos salieran de sus cuencas.— N-ni... ni se te ocurra volver a hacer eso...
— Esto te pasa por dormilona, ¡Ahora arriba! Tenemos una agenda muuuuy ajetreada.
Él me acompañó al comedor después de algunas protestas por mi parte. Quería quedarme toda la mañana en la choza reflexionando acerca de todo por lo que había pasado para llegar hasta donde estaba. Pero al parecer Elián tenía otros planes ya que por poco me arrastra con todo y sábanas hasta el comedor, dónde la gran mayoría devoraba su desayuno.
— Y así pides la comida, ¿a qué no es genial?
— ¿Qué? — él negó con la cabeza como reprochándome mentalmente el ser muy despistada.
— ¿Ves la mesa al centro? — seguí con los ojos a su mano que me señalaba a una pequeña mesa al centro del enorme hueco de la mesa circular —. De ahí sale la comida — agregó con una sonrisa.
La pequeña mesita contenía muchos platos apilados unos sobre otros. Pero eso no era lo interesante. Lo bueno estaba que cada uno de esos platos salían disparados cada minuto hacía la persona que le hacia un gesto. Lo mejor era que cuando llegaban a su destino estaban repletos de comida.
— ¿Chocolate? — el plato que había aterrizado frente a Elián tenía gran variedad de chocolates, acompañado de unas galletas y dos panes franceses.
— No me gusta el chocolate. — Elián escupió la galleta que había comenzado a masticar, y me miro como si fuera alguna clase de bicho de otro planeta.
— ¿Me tomas el pelo? — negué lentamente con la cabeza mientras me hundía en el sitio. Me sentía cohibida con las nuevas miradas que se empezaban a posar sobre nosotros — ¡Pero si le comprabas chocolate a la señora Brugent!
— Existe algo llamado caridad, Elián. — susurré no muy segura de porque lo hacía. Luego caí en cuenta de lo que había dicho.
Y me estaba empezando a caer bien.
— ¿Entonces que haces con los...?
— ¿Cómo sabes lo de la señora Brugent? — no me importaba que sonará como una acusación, porque eso era. Según lo que yo recordaba, Elián no había estado cerca cuando compraba los chocolates, y yo no había hablado con alguien sobre eso.
Elián tragó su galleta ruidosamente y empezó a jugar con sus manos mientras que sus ojos se fijaban en un punto fijo en el suelo.
Me lo quede mirando cerca de unos dos minutos, y cuando comprendí que no diría nada decidí ir a otro lugar. Me paré sin nada de cuidado y comencé a caminar lejos del comedor.
Esta vez no hice caso a las miradas de los demás, estaba muy ocupada sintiéndome molesta con Elián como para prestar atención a otra cosa. No entendía qué es lo que escondía, ni el por qué no me lo podía decir. Era su amiga, ¿no? Aún no tenía claro el tipo de relación que teníamos, pero me gustaba pensar que su trato hacía mí no era simple cortesía obligada por Darío.
Demonios, mi cabeza estaba hecha un desastre. Necesitaba un respiro, un descanso de todo esto.
Necesitaba a mi mamá.
La angustia me invadió de pies a cabeza al recordar la última vez que la había visto. La había dejado sola...
La desesperación comenzó a aflorar en mi pecho. Era una sensación que no sentía desde pequeña, cuando de noche llamaba a gritos a mi madre por alguna pesadilla y ella no venía. Solía creer que me dejaba a mi suerte, que me abandonaba. Pero luego ella entraba a la habitación con algo largo y flexible, mirando a todos lados buscando la causa de mis gritos.

ESTÁS LEYENDO
Lost
FantasyElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...