9. - "El padre de Elián"

22 6 0
                                    

Los baños eran sin duda uno de mis lugares menos favoritos hasta ahora, pero si quería dejar de apestar a sudor tenía que usarlos.

Era sencillo tener privacidad mientras me bañaba, ya que unas muy gruesas cortinas de paja separaban a cada una de las duchas, claro que había una cortina extra de plástico para evitar que la paja se mojará y se estropeará. No tenía la mas mínima idea de como habían hecho para que las duchas funcionen, pero admitía que habían hecho un excelente trabajo.

—¡¿YA TERMINASTE?! —el grito me sobresaltó y cerré la llave de golpe.

Me tomó alrededor de unos cinco minutos secarme y ponerme la ropa que Elián me había entregado. Cuando salí, una chica rubia cubierta de tierra y la expresión fastidiada me recibió. Creí que me gritaría o algo por el estilo, pero al ver mi rostro su expresión se suavizó un poco.

—Perdón, pero en serio tengo que entrar. — asentí sin decir una sola palabra, y me hice a un lado para que pasará. Ella me regaló una sonrisa apenas perceptible y entró a la ducha.

No presté mucha atención a la panda de chicas que correteaba de un lugar a otro buscando sus prendas, y me alegré interiormente que ellas tampoco repararán en mí.

Pero había un ligero problema.

Cuando Elián me hubo dejado frente a las duchas me había dicho: 'Cuando termines, espérame en el comedor, quiero que conozcas a alguien'

Aunque me costará relacionarme con los demás, debía de hacer un esfuerzo. Por Elián. Porque seguía hablándome aún cuando me molestaba con facilidad.

Ahora... ¿Por dónde quedaba el comedor?

—¡Cuidado!

Mire ceñuda como un grupo de chicos pasaban corriendo por mi costado y otros más corrían detrás de ellos. Todos parecían estar en una competencia por quién llegaba primero a no sé dónde.

—Pero que... —una chica morena, que también había salido de las duchas, los miraba con la misma expresión interrogante que la mía. La única diferencia era quizás que ella no empezó a correr para averiguar qué es lo que pasaba. Porque no sólo parecía que estuvieran haciendo una carrera, sus expresiones preocupadas y llenas de horror me dejaban con una duda que no estaba dispuesta a mantener. Tenía que saber qué es lo que pasaba.

No fue nada fácil seguirles el paso, pero logré no quedarme atrás. Al final resultaba que todos se dirigían a la malla, al principio no entendí por qué. Pero luego divisé una cabellera negra en el centro de todo un tumulto de personas.

Dagon.

La sangre no fue la primera cosa que mis ojos captaron, primero me fijé en sus finos rasgos que aún desde lejos se notaban brillantes, y sus ojos absolutamente negros que penetraban algo que no entraba en mi campo de visión. Luego, me fijé en el rastro de sangre que le cruzaba media cara.

—¡Riben! —oí gritar a una chica. Fruncí el ceño, ¿quién era Riben?

No había notado que Dagon tenía sus armas absolutamente filudas en sus manos, ni mucho menos que apuntaban a un tipo que en estos momentos estaba en el suelo. Él... él debía de ser Riben.

¿Qué estaba sucediendo?

—¡ALGUIEN TRAIGA A DARÍO!

Me quedé totalmente paralizada en el momento que mis ojos captaron toda la escena.

Dagon tenía su usual ropa oscura, la única diferencia era quizás unos rasguños en sus jeans. Y sus dagas llenas de sangre, claro. A unos metros se encontraba una figura robusta del que suponía era Riben, él tenía dos profundos cortes en cada mejilla, de los que no paraba de brotar ese espeso líquido carmesí que me provocaba náuseas.

Aparte la mirada, no quería ver. Pero... pero tenía que hacer algo. Puede que me desmayé si volvía a ver la sangre, pero no podía dejar que Dagon le hiciera daño a alguien inocente.

—¡HEY! —recogí unas cuantas piedras pequeñas como pude y me abrí pasó entre los chicos que los rodeaban. Recibí varios empujones, uno más fuerte que otro, pero ya había previsto los posibles moretones que tendría si me atrevía a interrumpir la muy dispareja pelea. Y no me importaba.

Ni siquiera me importó no tener la mejor puntería del universo; lancé la primera piedra lo más cerca de Dagon posible. Necesitaba su atención fuera de Riben.

Y funcionó.

De un segundo a otro tenía esos ojos color ónix clavados en los míos, y lo admito, me aterré. Su mirada... parecía la de un animal salvaje queriendo capturar su presa.

Empecé a retroceder lentamente. Lo notaba en sus ojos. Él iba a matarme, y está vez era en serio.

El terror en las venas me hizo reaccionar. ¿Qué demonios había hecho? ¿Acaso no podía dejar de meterme en problemas por un día?

Tú sólo corre.

Decidí hacerle caso. Después de todo, no tenía otra cosa que hacer al ver esa mirada en Dagon. Si él llegaba a alcanzarme... no había ninguna clase de mágica mística que logrará salvar mi pellejo. Y esta vez no creía poder reunir el suficiente valor como para hacerle frente.

—¡Morgan! —en circunstancias normales no me hubiera detenido. Ni aunque escuchará mi nombre de toda una banda sonora. Pero no fue la voz de Elián la que me detuvo, si no un enorme roble que se interpuso de repente en mi camino—. Cuida... mejor olvídalo. ¿El suelo es cómodo?

Mordí mi lengua con más fuerza de la necesaria. Estaba casi segura de haberme roto la nariz, había escuchado ese 'crak' de mi tabique.

—¿Por qué no vienes y lo compruebas? — solté mientras hacia una mueca tocándome la nariz. Casi segundos después solté en quejido. Definitivamente estaba rota.

Elián me miró como si todo esto fuera de lo más gracioso para él. Caminó con paso resuelto hasta mí y se agachó hasta estar a mi altura.

—Olvide decirte que a los árboles les gusta hacer entradas dramáticas, perdón.

Debí de poner una expresión única porque en ese momento Elián estalló en carcajadas.

—¿Estas seguro que no olvidas algo más? No quiero ir caminando por ahí y tropezar con un arbusto andante.

—Estoy noventa y nueve por ciento seguro que no encontrarás de esos aquí. —su inquietante sonrisa estuvo lejos de tranquilizarme—. Grita si te duele.

La palma de su mano izquierda fue a parar al inicio de mi nariz. Al principio creí que me la aplastaría, pero no fue necesario eso para que me empezará arder como si incrustarán una vara de metal extremadamente caliente por mis fosas nasales.

—¡PARA! ¡PARA! —apartó su mano de golpe— ¡¿Qué estás haciendo?!

—¿No es obvio? —repuso ayudándome a levantarme. Mi nariz se sentía extraña. Había dejado de doler, ahora sentía pequeñas corrientes de un relajante frío recorrer por mis cosas nasales—. Te curé. De nada.

—¿Tú...?

—Es cierto, no te lo dije antes. —se separó unos metros e infló su pecho con orgullo—. Tengo el increíble don de la naturaleza curativa.

Parpadee varias veces.

¿Había escuchado bien?

—Woah, la dejé impactada. ¿Viste eso papá? ¡No tiene palabras!

En el momento en el que escuché 'papá' mi cabeza actuó por su cuenta y se giró en todo tipo de direcciones buscando al padre de Elián. En mi mente tenía un sujeto de cabello ondulado, pero no encontré a nadie con ese rasgo, porque literalmente no encontré a nadie.

—Uhm, ¿Elián? ¿Dónde está tu padre?

Él tomo mi cabeza entre sus manos y la giró lentamente hacia la izquierda.

—Morgan, te presento a mi viejo. Viejo, ella es Morgan. ¿A qué no es una monada?

¿Un... árbol?

LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora