Sentía mi cabeza palpitar, no sabía lo que era realmente pero estaba segura que si una neurona explotará en mi cerebro dolería menos.
— ¿Cuándo despertará?
La voz de Elián hizo eco por mi cabeza, mandando pequeñas y afiladas punzadas por todo mi cráneo.
— Es normal que se desmayé después de lo que vio, así que no creo que despierte pronto.
Esa voz era nueva, era tranquila, firme, y poseía esa seguridad propia de un líder. Por un momento el dolor se detuvo, y fue reemplazado por una hermosa sensación de paz.
— Es mi culpa.
Y la paz se disolvió tan rápido como había llegado, para darle paso a un nuevo tipo de molestia que se instaló detrás de mi cráneo. Quise abrir los ojos, y estrellar cualquier cosa en mi cabeza. Pero primero le tiraría algo a Elián, por ser tan idiota como para echarse la culpa de algo que ni siquiera tenía que ver con él.
— Fue inevitable que esto pasará, no tienes por qué culparte.
Eso, no tenía porque culparse, pero, ¿inevitable? ¿Qué haya perdido la consciencia justo después de ver cómo miles de diminutas arañas se fundieran en una sola y formarán una gran y peluda araña dispuesta matarme era inevitable?
Sí. Esto es real, supéralo.
Por más que tratará de convencerme de lo contrario, algo me decía que esto era real, más real que Malec¹.
— Si no despierta para mañana, tiraré su cuerpo a los carroñeros —. No sabía la cantidad de personas que se encontraban a mi alrededor, pero a juzgar por la mujer que fue la última en hablar, eran más de dos.
La cabeza ya no me dolía como antes, era un dolor manejable. Tampoco sentía ese impulso de estrellar mi cabeza en cualquier cosa. En su lugar sentía algo cálido en mi estómago, algo que recorrió todo mi cuerpo inundándome en una placentera sensación de estar flotando, también logró calmar el torbellino de pensamientos que tenía, aunque sea un poco.
— Creo que debemos...
Con la reciente paz que invadía mi cuerpo, ya no sentía los ojos tan pesados como para no abrirlos. Así que de un momento a otro tenía mis ojos en los de Elián, cortando lo que sea que iba a decir.
Lo miré con el ceño fruncido, su rostro moreno estaba cubierto por el alivio y el nerviosismo. Mis ojos se desviaron hacía el hombre que supuse había hablado antes que la mujer.
Era casi dos cabezas más alto que yo, y apesar de tener un poco de barba, no parecía tener más de veinte años. Me sonrió, como si se sintiera orgulloso de verme despierta.
— Me alegra que abrieras los ojos —. Su voz era un poco ronca —. Soy Darío, ¿cómo te llamas pequeña?
Intenté alejar los pensamientos que mi cerebro creaba en contra de Darío. Su expresión y su tono de voz estaban lejos de ser amenazantes, incluso parecía preocupado por saber si estaba bien, así que deseche los pensamientos que decían que quería matarme y me senté lentamente con la mirada fija en sus ojos oscuros.
— Morgan... —. Susurré perdida el los diminutos agujeros brillantes que eran sus ojos.
— Yo me llamo Sibel, ¿quieres dejar de ver a mi hombre? —. Darío río entre dientes y miró divertido a la pelirroja que me veía como algún tipo de amenaza.
Su risa era hermosa.
— Es así con la mayoría, ya te acostumbrarás —. Me susurró Elián viendo entretenido la escena. Sentí mis mejillas calentarse, nunca me había fijado en un chico de esa manera, y menos en uno mucho mayor que yo.
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Lost
FantasyElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...