Los árboles habían perdido su intimidante tamaño hace unos cuatrocientos metros. Lo que resultaría reconfortante si no hubiera sido perseguida por arañas gigantes enfurecidas.
Mi pollera estaba totalmente rasgada, al igual que la mitad de mis pantalones. En uno de mis descansos, una araña me había sorprendido apareciendo frente al arbusto donde disfrutaba unas exquisitas fresas.
Literalmente había escupido todas las fresas en el horrible y peludo rostro del animal.
Creo que se ofendió, porque en unos segundos me había encontrado rodeada. Menos mal no habían sido tan grandes como la primera que vi. Así que pude poner en práctica lo que Sibel me había estado enseñando.
Mi lanza atravesó a una.
Una de seis.
Los números hablaban por si solos, así que no me quedo de otra que correr.
En ese trascurso me había caído incontables veces, la torpeza aún no se me quitaba. Además, había perdido una zapatilla.
Solo recuerdo estar apresurada por huir del enjambre de arañas, quizás en una de mis caídas debí haberla perdido.
No quedaba casi nada de mi pollera, mis pantalones estaban hechos jirones, y había perdido una zapatilla. Lo único que parecía conservar completo era la mochila de tela, y mi lanza.
Suspiré.
Necesitaba otro descanso.
¿Habrá algún arbusto de fresas por aquí?
Me disponía a buscarlo, pero un ruido proveniente detrás de un arbusto me puso alerta.
Está zona no tenía mucha vegetación, así que si era otra araña no podría esconderme.
—¿Por qué me apuntas con eso? ¿Qué eres tú?
Una niña salió del arbusto, dejándome muy confundida. ¿Cómo había llegado una niña aquí?
—¡Contéstame humana!
La niña tenía cabello cobrizo brillante, unos ojos caoba apacibles, y la piel media rojiza, como si hubiera pasado el día entero en la playa sin protector solar. Oh, también tenía pecas.
—Me llamo Morgan. —susurré, bajando mi lanza—. Tú... ¿No eres humana?
—¡Pues claro que no cabeza de chorlito! Mi nombre es Medyanne, la principal emisaria de los ancianos. —dijo hinchando el pecho con orgullo.
Me quedé en silencio. No quería hacer la siguiente pregunta, porque sonaría estúpido.
Pero no podía dejarlo pasar.
—Uhm. ¿Qué son los ancianos?
Segundos después la niña me había lanzado una roca a la cabeza.
—¡Humana irrespetuosa! —gritó, acercándose a mí—. ¿Cómo puede alguien del refugio de Darío ser tan insolente? ¡Haber como los estará educando!
Volví a quedarme en silencio, pero estoy segura que la niña vio algo en mi rostro, porque de repente su expresión se volvió más suave.
—Te llamas Morgan, ¿No es así? —asentí—. Bien, Morgan, tienes el honor de escoltarme hasta el refugio, tengo información importante del Pilar principal.
Volvía a usar términos que no conocía.
Creí saber más acerca del fantasioso mundo en el que me metí, pero luego aparecía algo totalmente nuevo y extraño que desencajada con la información que había procesado.
—Lo siento. —me disculpé—. No me dirijo hacía allí.
La niña frunció el ceño, luego se acercó aún más hasta incomodarme.
—Tú... no te he visto en las reuniones de fin de año. ¿Eres nueva en el refugio de Darío?
—Pues... eso creo. —comenté, no muy segura.
El rostro de la niña se alejó de repente, sus ojos me dirigieron una mirada inquisidora.
—¿Darío no te habló de los ancianos?
—Uhm, ¿No?
—¿Eres una sin don? —su rostro mostró asco al pronunciar las dos últimas palabras. De alguna forma eso me molestó.
—¿Cuál es el problema si lo soy?
—Ahora está claro. A ustedes se les tiene que explicar todo muy lentamente. —susurró la niña—. Escucha con atención, humana, existen cuatro Pilares que rigen esté mundo. Los mercedarios, las personas con dones, las criaturas y, ustedes, los sin don. Los ancianos son la autoridad máxima del Pilar principal, los poseedores de dones.
Lo primero que se me pasó por la cabeza cuando acabo su explicación, fue algo totalmente fuera de tema.
¿Cuántos años tenía?
Parecía una niña, pero su actitud y forma de hablar derrochaba... sabiduría. Además, su vestido blanco parecía sacado de la época medieval.
—No entendí. —susurré, sobándome la nuca de forma nerviosa.
La niña soltó un chillido frustrado.
—¡Serás bruta! No pienso explicárselo otra vez a una sin don.
Fruncí el ceño.
—¿Cuál es tu problema con las personas sin don? —pregunté, cansada de tener que escuchar como se refería a ellos con desprecio. Sibel era una sin don, era algo dura, pero una buena persona.
—Se trata de algo primitivo que no te concierne saber. —respondió ella de manera calmada.
Suspiré.
—Se me hace tarde, yo... debo irme.
Comencé a alejarme del lugar. Había estado mucho tiempo conversando con la niña, arañas podían aparecer en cualquier momento, y no creía poder correr sin una zapatilla. Mi pie terminaría aún peor de lo que ya estaba.
Seguí caminando hasta por fin llegar a un claro, donde un gran árbol era el centro de atención.
Un momento.
Este árbol... aquí fue donde conocí a Dagon.
Mi corazón sufrió un leve apretón. ¿Lo volvería a ver? Tal vez sí, o tal vez no. Las probabilidades eran muy pocas, pero quería volver a verlo. Saber más acerca de él, de su pasado, su muerte...
Extrañaba el olor a lavanda.
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Lost
FantasiElla sólo deseaba escapar, incluso aveces quería escapar de su propia madre. ¿Quién podía culparla? Su madre era una alcohólica que se aprovechaba de sus cualidades; sin embargo, ella amaba a la señora que parecía despreciarla. Lo que no sabía era...