Capítulo 5.7 Ensoñación excesiva

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El respirar, mirar, incluso descansar me agotaba, después de bajar tanto con la adrenalina por las nubes y el ánimo más alto que el ego parecía que la aventura no quería terminar, y la verdad es que no tenía tanta curiosidad como para quedarme allí esperando a ver qué sucedía. La intensidad de la escena parecía multiplicarse con cada paso que dábamos y el saltar alternativo entre unos y otros seguía en mi cabeza como luces fugases fundirse en el cielo como fuegos artificiales en medio de la unánime oscuridad de la noche más luminosa.

Todas las aspiraciones de salir de ese extraño pero tan familiar círculo de vida en el que creía estar dando vueltas ciertamente estaba allí presente, pero no caminaba sino que corría sin saber hacía donde, porque o de que huía, pero a pesar de que todo pareciese tan disparatado para mí tenía más sentido que quedarme sentado en mi cama esperando a que mi vida cambiase de una día para otro, y para estar sintiendo tanto miedo la idea de enfrentarme al peligro de espalda me causaba más risa y expectación que confusión.

Irónicamente con mi velocidad de tortuga estaba a la altura solo de el niño, el menor de nosotros, y por supuesto el más lento, Ledey era una de las primeras y yo ni siquiera podía sacarles un poco de ventaja como para alcanzarlos. Matías estaba entregado a la maratón y se posicionaba incluso delante que la chica desconocida, dejándome por supuesto impresionado, no solo por su condición física sino por su instinto que parecía guiarlo sin pérdida a donde debíamos ir, cosa que me hacía dudar si realmente el había llegado con nosotros o ya estaba aquí cuando llegamos, de igual forma que esa misteriosa chica de entre las ramas que parecía tener un sentido de la orientación sobrenatural. Unos pasos más adelante con las prisas pise mal resbalándome bruscamente y cayendo de frente contra las piedras húmedas de la selva, siendo el niño el único que me vio.

Mi cara sintió tanto el golpe que me raspe la piel, lo único que me salvo fue apoyar las manos en el suelo justo en el momento preciso, por suerte desfigurarme la cara sería lo peor que podía pasarme si un humanimal nos atrapaba. Retorciéndome del dolor en el suelo vi como el niño se aproximaba a mí, en la lejanía veía como esa mancha distorsionada se volvía una realidad que parecía dispuesta a ayudarme. Me miró fijamente a los ojos como un niño mira a un perro, con ganas de desafiarlo pero al mismo tiempo manteniendo la distancia y el respeto, de todas formas por muy vulnerable que me viese no dejaba de ser un desconocido para él.

Tomó mi mano y por unos segundos intento levantarme del suelo mientras mis sentidos seguían más preocupados por nuestra seguridad que por nuestra salud. Parecía que su intento de levantarme del musgo había funcionado y aunque no me puse de pie en la tierra de pie al menos pude sentarme por un momento a tomar un respiro.

-¿Te duele mucho?- Pregunto mirándome con sus enormes ojos posados sobre lo que imaginaba eran las heridas sangrando en mi rostro.

-La verdad es que sí, siento como la sangre se derrama por mis pómulos, y la frente me arde, aunque por lo menos no me partí ningún hueso- Comenté tratando de no tragarme la sangre por descuido.

-Me llamo Max, encantado, y disculpa que no tenga aquí mi bicicleta pero el no me cabía en el equipaje de mano-De inmediato pensé como se supone que bajaría todo esto con una bicicleta, pero no quería dejarlo con la mano tendida esperando a que me presentara así que proseguí.

-Hola Max, me llamo Alce- Dije con un tono seco, lúgubre y expectante de saber si seguían en nuestra caza o si los demás se habían dado cuenta de nuestra desaparición, y en el caso de que no se diesen cuenta estaba seguro de que al menos Matías regresaría, en mi bolso cargo el suministro de comida.

Max miraba de la misma forma que yo el bosque a su alrededor, con muchas intenciones de tocar, mirar y explorar todo, sin embargo parecía que los demás simplemente querían salir de aquí lo más rápido posible para regresar a sus tristes vidas.

-¿Quiénes eran la chica y el señor?- Pregunté para llamar su atención de nuevo y no cortar la conversación después de una sola pregunta.

-El señor del que hablas es mi padre, y la chica es mi hermana se llama Laura- Seguía sin mirarme distraído por lo que parecía el volar de los pájaros, parecía que el sonido de sus zapatos andar había desaparecido en la profundidad de la selva, y el comenzar a sentir una puntada muy fuerte en la rodilla me había quitado todas las ganas de retomar el camino hacia la playa, si me querían rescatar que m e viniesen a buscar a domicilio- Los tres íbamos a Venezuela, teníamos tiempo sin ver a mamá, supongo que ahora no la volveremos a ver, este sitio es muy extraño, me siento como en Inglaterra-

No pude contener la risa por la forma en la que se expresaba, pero al reírme me dolía aún más el cuerpo y no quería quedarme allí a dormir, la única forma que veía posible conseguir salir de allí era rodando, el problema era que el suelo precisamente liso no era.

-Creo que deberías intentar levantarte, este sitio no es seguro, y si nos quedamos aquí sentados nuestra ventaja no servirá para nada- Menciono Max tratando de convencerme de algo que ni siquiera había visto, pero supongo que si pasaba lo mismo con el viento, cualquier cosa podría pasar.


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PREGUNTA: ¿Cuál ha sido el mayor golpe que se han dado?

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