Siento tu dolor

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Estaba parado en el borde de la ventana, corrí hacia él y me paré junto a él.
-¿Qué haces? -Pregunté algo asustada por la gran altura.
-Saltar...
-¿Qué?
-Tienes razón, soy un maldito idiota, hasta mi madre me lo ha dicho. No valgo una m*ierda.
-Andy...
-No, no hay excusas, además le conté todos tus secretos a ésa idiota engreída solamente...
-¿Solamente por qué?
-Porque quería sentirme querido por alguien, quería que me uniera a su grupo, quería sentirme parte de algo.
-No debes saltar por éso.
-Si, y quiero que te vayas.
-No me iré, no dejaré que te mates. -Tomé su mano y observé su cara, se veía raro. -¿Tomaste pastillas? -Asintió con la cabeza. -¿Cuántas?
-No muchas, solamente unas tres para dormir.
-¿Con alcohol?
-No.
-¿Por qué tu manga sangra? -La levanté y tenía tres cortes en cada brazo.
-Quité una de tus cuchillas del cajón mientras no estabas, lo siento... -Lo guié de la mano hacia mi habitación y lo senté en mi cama, busqué un poco de agua oxigenada y se la coloqué en la mano, haciendo que soltara un quejido. Limpié la sangre con un algodón con agua y saqué dos vendas limpias del cajón, se las coloqué con un poco de cinta.
-¿Por qué de pronto eres tan buena conmigo? -Preguntó arrastrando las palabras.
-Porque siento como te sientes, siento tu dolor. Pero ayer no estabas así, ¿qué sucedió?
-Ella... me llamó.
-¿Janice?
-No, mi madre.
-¿Y qué te dijo?
-Que tu padre le había contado lo de la escuela, que era un maldito idiota que no aprovechaba las oportunidades, que no valía nada.
-Seguramente estaba drogada o borracha.
-Pero igual lo dijo. -Comenzó a sollozar y apoyó su cabeza en mi hombro, sin pensarlo lo abracé fuertemente acariciando su espalda.
-Sé que no piensa éso, es tu madre, no te dejes llevar por lo que te dice.
-Pero... también me llamó mi padre.
-¿Y?
-Me dijo que era una m*ierda, que no me iba a dar más dinero para los estudios si no comenzaba a preocuparme, que era un fracasado.
-¿Sabes? Tu padre es la m*ierda, no tú. Encima que no está aquí contigo te trata mal, no tienes que hacer caso a las cosas que dicen los adultos... algunos adultos. -Asintió y volvió a sollozar contra mi hombro mientras enrollaba sus brazos en mi cintura, y nos quedamos así, sentados en la cama abrazándonos mientras él sollozaba en mi hombro.
Al separarse de mi me observó con una pequeña sonrisa tímida.
-Gracias por no dejarme.
-Jamás lo haría.
-¿Por qué?
-Porque desde ahora tenemos que convivir, eres mi hermanastro. -Besó mi frente y se paró. -¿Te preparo algo?
-Quiero que comas.
-No tengo hambre Andy.
-Estás delgada, quiero que comas. -Repitió, yo rodé los ojos y me paré junto a él, ambos bajamos y él se sentó en la mesa frente a la cocina, donde lo podía ver. Comencé a preparar carne con ensalada de lechuga. Al acabar le entregué un plato a Andy, que tenía los ojos entrecerrados.
-¿Estás bien? -Los abrió rápidamente, de pronto estaba temblando sin control.
-S...si, creo que es el efecto de las pastillas. Veo sombras y ganas de saltar por todas partes, siento el estómago lleno.
-¡¿Tomaste las anfetaminas de Mariah, Andrew?!
-No lo sé, estaban en un frasco anaranjado.
-¡Demonios! Si, tomaste anfetaminas.
-¿Me drogué? -Preguntó asustado.
-Si, te drogaste, pero no te morirás, eran solamente tres, la sobredosis se logra con más de cinco, éso te podría haber matado.
-Sabes mucho.
-Tuve que aprender y investigar la adicción de mi padre.
-Oh, con razón ellos están tal delgados, siento como si fuera a vomitar.
-Debes comer...
-No puedo, en serio, tengo más ganas de salir a correr, ¿puedo?
-No Andy, no puedes. Si quieres puedes quedarte en la cama sin comer, pero no saldrás.
-Pero debo hacer algo, me estoy volviendo loco, estoy temblando mucho.
-Lo sé Andy, lo sé. Ven conmigo. -Tomé su mano y lo guié hacia arriba, donde caminamos otra vez hacia mi habitación, lo senté en la cama.
-¿Qué haremos aquí?
-No lo sé, no sé como parar ésto, ¿tienes sueño?
-Para nada, ni un poco.
-Cierra los ojos un segundo, ven, siéntate. -Se sentó en la cama y me hizo caso, cerró los ojos, pero seguía temblando. -¿Cuándo tomaste las pastillas?
-Por la madrugada, desde ése momento no puedo dormir.
-Ya pasará el efecto, no creo que dure mucho, aunque te tomaste tres pastillas... -De pronto cayó hacia la cama con los ojos cerrados, entré en pánico y comencé a sacudirlo cuando me oí un ronquido, suspiré pesadamente, solamente estaba dormido... Lo tapé con la gruesa manta notando que estaba temblando y volví a bajar las escaleras, me senté en la mesa y comencé a comer lo que Andy no pudo comerse, pero comí menos de la mitad. Guardé lo que quedaba en el refrigerador, estaba segura que apenas se levantara tendría una infinita hambre. Volví a subir y observé su hermoso rostro tranquilo, ya había dejado de roncar y ahora respiraba suavemente por la boca sin emitir ningún sonido. Me recosté a su lado y mis ojos comenzaron a cerrarse otra vez y me quedé profundamente dormida a su lado dejando mi furia de anoche totalmente olvidada.

Jamas cambiaras (Andy Biersack y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora