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Miré el reloj y eran las 08:37. Estaba ligeramente sudada, así que me cambié la camiseta y me calcé con las zapatillas.
Bajé las escaleras rumbo a la cocina en busca de un desayuno que matara el hambre que agonizaba en mí.
Una taza de té, dos torradas con margarina y una manzana me darían todo lo que necesitaba para emprender un nuevo día.
Una vez terminé de desayunar, recogí todo y salí al patio trasero donde se encontraba mi padre teniendo la ropa recién lavada. Me decidí a contarle mi sueño.

-Papá, ¡hoy he soñado una cosa realmente extraña!

-¿Y tú cuando sueñas cosas normales, Mine? -rió a carcajadas.

Tenía razón, continuamente soñaba cosas que eran capaz de dejarme perturbada durante horas o incluso en alguna ocasión durante días enteros. A pesar de eso nunca le di demasiada importancia. Al fin y al cabo solo eran eso, sueños. Malas pasadas que te hace la mente.
Terminé de contarle el sueño a mi padre y me dijo que eso tan solo era el miedo inconsciente que tenía a que le pasara algo a mi hermano pequeño. De nuevo consiguió hacerme sentir más tranquila.
Charlamos un poco más sobre otras cosas y me adentré de nuevo en casa, para recoger mi cuarto y ver que podía hacer en un día tan soleado como aquel.
En un abrir y cerrar de ojos había pasado casi hora y media, por lo que me di prisa en arreglarme y salir de casa en busca de la Sra Roschel. Me apetecía mucho salir a pasear por los bosques, con suerte a ella también le vendría de gusto y me acompañaría.
Escogí la ropa más cómoda que vi y me dispuse a vestirme. Primero la ropa interior, y seguidamente la camiseta. Una camiseta ancha de color gris que me llegaba por debajo del trasero. Antes de ponerme el pantalón fui al baño, donde oriné y me lavé los dientes. Cogí enjuague bucal, lo serví en el tapón cuidadosamente para no desperdiciar ni una gota en la pica cuando un golpe procedente del altillo me hizo tirarlo todo, poniendo perdido el espejo del baño.

-¡Mierda! Mamá va a matarme...

Lo limpié con la toalla de manos y me serví otro poco de enjuague. Lo mismo volvió a suceder.

¡PUUUM!

-¡Maldita sea! Erik, ¿qué demonios haces en el altillo? ¿¡QUIERES PARAR DE UNA VEZ!?

No hubo respuesta, por lo que entendí que le había quedado claro que estaba siendo realmente molesto. Cuando por fin pude enjuagarme la boca, me dirigí nuevamente a mi cuarto y me puse los pantalones.

Cogí un gorro, una sudadera verde y bajé a decirle a mi padre que salía un rato.

-¡Papá! Salgo un rato a pasear con la Sra Roschel. Vuelvo para comer. -besé su mejilla y cuando estaba punto de salir me giré de nuevo. -por cierto, no sé que narices hacía Erik en el altillo, pero echa un ojo por allí porque la ha estado liando otra vez.

-Ajá. -dijo, dejando claro que esto último no lo había escuchado. Estaba inmerso en el periódico.

Hice un gesto con la mano para decirle que daba igual, dándole un tono melodramático y salí de casa.
En la puerta me encontré de morros con mi madre que entraba. En una mano llevaba una bolsa de la compra y en la otra a mi hermano cogido por la oreja.

-Tira, ¡tira! Frita me tienes con los caprichos. Ah, hola, Mine. No sabes que ajetreo me ha dado en el supermercado con las galletas de chocolate. No sé quien lo ha vuelto tan caprichoso pero desde luego yo no he sido. -dijo frunciendo el ceño a mi padre, que le acariciaba la oreja que mi madre le tenía cogida. Seguidamente se metió en casa diciéndome, sin girarse a mirarme, que no llegara tarde a comer.

Dije que no, sin saber que lo decía. Mi cabeza estaba en otro lado.
Si mi madre se había llevado a mi hermano a la compra y mi padre estaba en el piso de abajo, ¿quién o qué estuvo golpeando en el altillo?

Sentí como la sangre se me helaba, y una vez con los pies puestos en el camino de tierra, algo desde lo más profundo de mi sentido común, me dijo que no mirara la ventana de aquel cuarto al que nadie subía excepto mi hermano.

Pero lo hice.

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¡Buenos días, tardes o noches!
Este capítulo va dedicado a Hominis y a todo aquel que esté deseando saber que pasará en el próximo capítulo.
¡Hasta la próxima!
-Rady


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