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Reí mientras caía sobre la cama. Muy cómoda por cierto. Cubierta por una sábana blanca de algodón, dejando al descubierto dos almohadas. A los pies del somier se encontraba un pequeño baúl de color azul marino, un poco desgastado por el tiempo.

-Es precioso.

-Era de mi abuela. Estaba aquí junto dos armarios más. En uno de ellos se encontraban los cajones donde descubrí su diario. -contestó.

Me quedé sentada sobre el colchón y miré el lado donde no había mesita de noche.

-Yo duermo en este lado. –dije señalándolo.

-Me parece bien. –sin discutir.

-Espera, voy a buscar algo para dejarte como pijama. ¿Una camiseta larga y un pantalón de chándal te va bien? Porque si no... vas a tener que dormir como Dios te trajo al mundo... Y no queremos eso... -me tendió las prendas mientras se reía.

-Sí, está perfecto. ¡Gracias!-le hice una mueca en respuesta a ese comentario tan... ¿desvergonzado?

Salí del cuarto a pata coja, ya que mis muletas seguían en la entrada de la casa. Me dirigí al baño para poder cambiarme de ropa. La camiseta era roja con un estampado negro en medio que supuse era alguna marca desconocida para mí. Metí la cabeza por el hueco que le correspondía y los brazos por los otros dos, dejándola caer por mi cuerpo y viendo lo grande que me quedaba. Me llegaba por las rodillas y los codos quedaron escondidos bajo las mangas que en teoría eran cortas. Los pantalones eran largos y de color negro con una raya amarilla a cada lado.  Acabé de vestirme y al salir del baño los pantalones se me cayeron al suelo. Me iban demasiado grandes, así que me los quité. La camiseta era tan larga que era imposible que se viera nada, así que le devolví los pantalones y me quedé con la prenda de arriba.

-¿Estás segura de que no los quieres...? – insistió.

-Segura, segura. ¡Si me van enormes, igual iban a salirse mientras duermo! La camiseta me tapa todo, fíjate, me queda como un vestido. ¿A que estoy guapa? –reí mientras me miraba en un espejo de cuerpo entero colgado de un clavo en la pared. El cuadro que rodeaba a este me sorprendió, pues juraría que era muy antiguo si no fuera por que el cristal en sí estaba en perfecto estado.

-Aunque no lo creas, siempre lo estás.

Lentamente dejé de reír, me volteé y me acerqué. En un ataque de valor, me tiré a sus brazos y lo abracé. Él dejó ir un poco de aire por la nariz, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Seguidamente me cogió por la cintura y de nuevo me tiró a la cama, aunque estaba vez dejándose caer junto a mí, quedándonos estirados mirándonos a los ojos mutuamente. 

-Gracias por todo, Chris... En serio... -dije mientras pasaba mi dedo índice por su cara, haciéndole cosquillas.

-No me las des, estoy encantado de poder estar contigo cuando lo necesites... Y cuando no, también. Me alegro muchísimo de haberte conocido, a pesar de las circunstancias y todo eso... Tienes mucha fuerza de voluntad, brillas por ti misma, Mine. Eso me asombra y es lo que te hace realmente preciosa, ¿sabes?

Cuando terminó esa frase, sentí como los ojos se me humedecían y los labios me temblaban, pero no quería llorar. No ahora que estaba con la única persona que me hacía no pensar en aquellas cosas horribles.
Me acerqué más a él, colocando las manos en su cabeza y enredando su cabello entre mis dedos. Pasé una pierna por encima de su cintura y me pegué del todo. Desprendía una calidez única. La distancia entre sus labios y los míos cada vez era menor, junto con un terrible deseo que nos invadía cada vez más a los dos, se convertía en una situación realmente preligrosa.
Chris pasó su mano por mi pierna, la que tenía colocada encima de su cintura, acariciándome y poniendo mi piel de gallina... Subió por ella hasta llegar a la camiseta, la cual apartaba lentamente hasta quedar a la altura del sostén. Justo en ese momento se me cortó la respiración y él paró.

-¿Estás bien? Perdona, no quería...

Antes de permitir que terminara de hablar, deslicé las manos suavemente por su cabello y le besé. Era la primera vez que lo hacía. Siempre tuve oportunidad de hacerlo con uno o con otro, pero nunca antes había querido. Me resultaba asqueroso ir por ahí malgastándome con cualquiera como hacían todas las demás, yo no me regalaría tan fácilmente. Además,  Chris había sido el único capaz de hacerme sentir el deseo y la seguridad para besarle.

Ejercí una ligera presión sobre sus labios y él seguidamente abrió la boca para seguir con un intenso beso. Agarró mis caderas poniéndome encima de él. Yo, apoyada encima de mis rodillas, cogía su cara sin dejar de besarle. De nuevo sus manos cálidas acariciando mis piernas hasta llegar a la camiseta, que después de aquello me quito con rapidez, quedándome con tan solo la ropa interior. Me separé de su cuerpo para dar paso a hacer yo lo mismo. No iba a ser la única ligera de ropa en aquel momento. Primero la camiseta y seguidamente los pantalones.

Poco a poco fuimos quedándonos completamente desnudos. Nos escondimos bajo las blancas sábanas que cubrían la cama donde iba a ocurrir todo. Más besos, más caricias... Todo era perfecto.
Poco a poco, sumergiéndonos en un placer enorme, aunque no tan grande como el de habernos conocido...

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¡Ei! Perdonadme, este capítulo es como la mitad de largo que los anteriores... Pero prometo que vale la pena. 
¡Me apetecía hacer una escena así después de tanta tensión! Aunque parezca que estoy perturbada por escribir sobre terror, en el fondo tengo sentimientos. 

Pero no penséis que por esto, todo lo demás se ha acabado... No os olvidéis que es una novela de terror. 
Lo siento, ¡pero el amor no supera a mi pasión por el terror! 
Para el próximo capítulo más inquietudes y hechos inexplicables.

Con cariñoRady. 

SucesosWhere stories live. Discover now