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Había pasado más de una hora y ni Roschel ni Chris daban señales de vida. No aguantaba más, así que decidí volver de nuevo a la cafetería en busca de aquellos 3 euros que me ofreció mi hermano anteriormente. Era la única manera de aguantar hasta que llegara.


Cuando por fin me encontré delante de la puerta, vi que no estaban.
La sala se veía prácticamente vacía. Allí solo se encontraba un anciano con el cabello por los hombros y unas gafas a la altura de la nariz, sosteniendo el periódico del día. Además de dos enfermeras que debían estar libres por un rato, pues estaban comiendo pero con la ropa de trabajo puesta. Esas batas blancas con una pequeña pinza de la que colgaba un cartelito donde ponía el nombre y el cargo de cada trabajador, se me estaban haciendo aburridas.
Paseé la vista por encima de todas las mesas un par de veces, pero nada. Allí no estaban.
Subí a la habitación de los hermanos Patson y los vi, pero solo ellos. Erik no estaba. No estaba allí, ni en la cafetería, ni en mi cuarto. ¿Dónde diablos estaba?

-Chicos, ¿sabéis dónde está Erik? –pregunté.

-Dijo que se iba contigo. A los cinco minutos de que subieras dijo que no quería dejarte sola, así que fue para tu habitación. Pensábamos que estabais juntos. –contestó Loren, un poco preocupada mientras miraba a Jordan, que puso una cara de confusión.

-Está bien, quizá se entretuvo por algún lado. Conociéndole no me extrañaría nada. Si le veis, mandarlo a mi habitación y le decís que ni se le ocurra moverse de allí, que le estoy buscando. Igual en cuanto le encuentre os aviso para que os quedéis tranquilos.

Salí de la habitación, me dirigí a la mía y cogí las muletas. Solo faltaba que me viera Chris sin ellas y me diera la charla, no quería eso.

Volví a recorrerme el hospital por segunda vez en el mismo día. Estaba agotada por culpa de no haber comido, pero demasiado angustiada como para dejarlo estar y esperar a que apareciera por si solo.

De punta a punta, mirando en los jardines, los baños, en secretaría. Hasta dentro de los ascensores.
Nada, no aparecía por ningún lado.

Empecé a ponerme realmente nerviosa. ¿Dónde mierda se había metido? Seguí recorriendo los pasillos hasta que de casualidad me encontré con Roschel, que acaba de llegar e iba a buscarme. Traía una bolsa con comida. La tripa me hizo un ruido muy escandaloso y la boca se me hacía agua por momentos.

-Roschel, no encuentro a Erik por ningún lado. No está en mi habitación, ni con los hermanos, ni en ninguna cafetería, ni paseando por los pasillos. Ni si quiera está haciendo amistad con las secretarias. Tampoco está en los jardines, ni dentro de los ascensores. –suspiré y me eché una mano a la frente mientras con la otra sujetaba las dos muletas.

-Está bien, vamos a tu cuarto y te pones a comer. De mientras yo seguiré buscándole, ¿sí? –sonrió.

-Está bien...

Llegamos, me senté en la cama como ya había hecho repetidas veces y sin pensarlo me puse a comer. Arroz con verduras y carne asada. Justo lo que necesitaba para recomponerme.
Roschel, salió en busca de mi hermano mientras yo descansaba el pie y terminaba de comer. Encendí la pequeña televisión que pendía de un pequeño metal atornillado a la pared y busqué el canal 7. Las noticias acababan de empezar.
Durante toda la programación no dieron ni una sola noticia sobre desapariciones, asesinatos, secuestros, ni nada por el estilo. No sabía si engañarme y pensar que era porque no se cometían esas barbaridades o ser realista y pensar que no lo decían para mantener a la población pendiente de otras cosas como las compras o los deportes.
Mientras mis padres seguían desaparecidos, como decenas de personas en todo el estado, parecía que a la gente solo le importaba que los precios de sus marcas favoritas bajaran o que su equipo de lo que fuera ganara todo lo posible, mereciéndoselo o no.

Terminé con todo lo que la anciana preparó para mí y lo dejé bien colocado sobre la mesita situada al lado de la cama, para que no se cayera al suelo. Seguidamente me apoyé sobre la almohada para relajar un poco la espalda aunque sin dormirme, pues quería estar despierta en todo momento por si sucedía cualquier cosa. La puerta estaba abierta y se oían los pitidos de las máquinas de otros pacientes que compartían planta conmigo. Esas máquinas que mantenían a una abuela despierta o a ese chico que se accidentó con la moto el fin de semana pasado, cayendo en un profundo coma del que no sabían si iba a poder salir.

Para no molestar bajé el volumen de la televisión, del 30 al 10. Eso era suficiente para escucharla y no molestar a nadie.

Pasaban los segundos, los minutos y no recibía noticias de ningún lado. Roschel no parecía haber encontrado a Erik, Jordan y Loren más de lo mismo. Chris seguramente estaba con algún otro paciente asignado. Estaba empezando a impacientarme de nuevo.

Cuando creía que iba a reventar de la rabia por sentirme aislada, escuché de lejos un poco de barullo. Gente corriendo, ruedas de camillas rodando por el pasillo y un llanto que me resultaba realmente familiar.
Pegué un salto en la cama, me levanté, cogí las muletas y me asomé para ver que estaba pasando.
3 médicos tiraban de una camilla cargada con un niño mientras que una enfermera corría tras ellos con una carpeta en una mano y un bolígrafo en otra. A lo lejos vi a Roschel llorando.

No. No podía ser. Aquello debía ser una puta mentira. Un truco de mi imaginación. Seguro que me había quedado dormida. No podía ser.

SucesosWhere stories live. Discover now