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Hora y media de espera en aquella fría sala, no me sentaron demasiado bien. Mi hermano se había quedado dormido apoyando la cabeza en mi hombro. A mí no me quedaban uñas sin morder y volvieron mis ganas de orinar así que desperté a mi hermano para avisarle de que desaparecía unos minutos pero que no tardaría demasiado.

-No tardes por favor, Mine...

-Tranquilo, es solo un momento.

Caminé lo más rápido que pude, pues el pie me dolía muchísimo, hasta llegar al baño. Abrí la puerta empujándola con una mano y entré. No había nadie y los 3 servicios estaban con la puerta abierta esperando que alguien les diera uso. Como siempre, me dirigí al último, al del final. No sé porque siempre pensé que esos daban más intimidad. Levanté mi bata y me dispuse a hacer pipí.

Una vez acabé, tiré de la cadena, me recoloqué la bata y me lavé las manos como lo hacía religiosamente cada vez que iba al baño. Dispuesta a abrir la puerta y salir, algo me frenó. Estaba de espaldas a los baños, pero me percaté de un detalle insignificante que cualquier otra persona habría pasado por alto. Al girarme vi que la puerta del baño central estaba cerrada. Que yo recordara, al entrar estaban todas las puertas abiertas. No quise acercarme por prudencia, pero empecé a percatarme de un sonido familiar. No, no era una pelota votando, ni unos golpes... Era una respiración forzada.
Tranquilamente, intenté abrir la puerta, pero no había manera. Cogía el paño y empujaba con fuerza. Toda la tranquilidad se fue a la mierda, quería salir de allí. El pie empezó a dolerme mucho y sentía que me flojeaban las piernas. El dolor, el golpe en la cabeza al desmayarme y no haber comido en todo el día no me estaban ayudando demasiado. Por última vez hice fuerza contra la puerta, poniendo toda la fuerza en el suelo para no resvalarme, cuando sentí que algo en mi pie se abría y un calor inundaba las vendas que me lo cubrían. De hacer fuerza los puntos se soltaron y la herida se abrió dejando salir la sangre. Sin apenas percatarme de ello, el suelo se iba ensangrentando con cada pisada que daba. Las piernas dejaron de responder y caí al suelo quedándome inconsciente lentamente. Antes de perder el conocimiento, vi a una anciana saliendo del aquel baño. Llevaba un ventolín en la mano y una mascara en la boca. Se alarmó y abrió la puerta tirando de ella hacia sí misma, haciendo lo contrario que yo y por eso no se abría. Gritó todo lo que su respiración entrecortada le permitió.

-¡Ayuda! ¡Un médico, un médico!

Recuerdo ver a Chris entrando a toda prisa y agachándose a preguntarme que había pasado. Desfallecí definitivamente, sin darme tiempo a contestar.

Había vuelto a desmayarme pero esta vez fue por un conjunto de cosas. Al abrir los ojos estaban allí Roschel, Erik, Chris y la anciana que no me mató de un susto milagrosamente.
La primera en hablar fue ella.

-Hola, niñita. Siento mucho haberte asustado de esa manera... Supongo que no me has oído entrar, porque llevo unas zapatillas de tela para no hacer ruido y no molestar a los pacientes... Y tuve un pequeño ataque de asma, seguro que te asustó mi respiración. A veces me despierto por las noches yo misma del ruido que hago. -rió.

-No se preocupe, menos mal que estuvo allí. -le sonreí agradecida.

Salió de la habitación junto con Roschel y se quedaron mi hermano y Chris conmigo. Por alguna razón, Erik se nos quedó mirando y se fue también, dejándonos solos de nuevo.

-Mine, estás loca. ¿Cómo se te ocurre salir y ponerte a pasear sin silla de ruedas? O sin unas muletas al menos para no apoyar el pie. -me puso la mano en la frente para asegurarse que no tenía fiebre.

-Lo siento doctor, no pensé en eso. -bromeé.

-Me gustaría saber cómo haces para estar siempre tan bromista. Por cierto, Roschel me ha dicho que te informe sobre la situación de la desaparición de tus padres. Se han encontrado indicios de que han estado rondando en vuestra casa. No han robado nada, no han roto nada, está todo en perfecto estado. Ni siquiera han forzado ventanas o puertas. Pero se han encontrado camas deshechas, los cogines del sofá movidos y dos tazas de café vacías pero usadas, encima del mármol. No se sabe si han sido tus padres, pero es muy probable.

-Chris, ¿cómo van a ser mis padres? ¿En que cabeza cabe que unos padres desaparezcan casi todo un día y solo se echen una siesta y se tomen un café para volver a desaparecer? ¿Unos despreocupados e irresponsables? Quizás, pero mis padres no son así. -me puse arrogante.

-No lo sé, Mine... Perdona, no quería molestarte. -Se acercó a mí.

Por segunda vez después de la desaparición de mis padres, me eché a llorar. Sus ojos se abrieron como platos y no tardó ni dos segundos en soltar la carpeta que siempre cargaba y me abrazó. Dejó que me desfogara todo lo que necesitaba y me tendió un paquete de pañuelos, sonriente. Se lo acepté, saqué uno y me soné. Apoyé la cabeza sobre las manos, tapándome la cara.
Él, buscó mi barbilla con su mano derecha, y cuando la encontró, me levantó la cara y me miró a los ojos.

-¿De qué te escondes?

-No me escondo, solo que no me gusta que me vean llorar. Parezco débil. -rechisté.

-Todo el mundo llora, Mine. Yo también lloro y no por eso soy débil. Y no por no llorar eres más fuerte. Eso es una estupidez. -cogió el pañuelo que tenía entre las manos y con él me secó las últimas lágrimas que caían por mi cara.

Le agradecía mucho que se portara así conmigo. A pesar de Roschel y Erik, me sentía muy sola. Mi hermano era demasiado pequeño y la anciana iba tan de culo conmigo, con la desaparición de mis padres, el cuidado de su casa, etc; que no podía pararse a estar conmigo.
Pero él hizo por un momento que todo tuviera menos peso.

Todo estaba bien hasta que a Chris le sonó el busca. Tenía que irse con el doctor a una operación.
Cuando salió, entro Erik con una sonrisa de oreja a oreja.

-Se te ve bien a pesar del susto de antes. -reí.

-Sí, he estado pensando y tú misma has dicho que tenemos que ser fuertes.

Me sentí muy orgullosa de la madurez con la que actuaba.

-Bien, bien... Veo que aprendes rápido. Oye, ¿podrías decirme que era? El bicho, el ser, el monstruo, la cosa esa, como quieras llamarle.

Suspiró y se sentó en el sillón, con la pelota entre las manos.

-No era feo. No daba miedo realmente, pero era extraño. Era una mujer con el pelo por los hombros, parecía castaña - pelirroja y tenía como un vacío en los ojos. Como si dentro de ella no hubiera nada. ¡Ah!, e iba desnuda y estaba muy, muy pálida. La boca estaba entreabierta y como con una media sonrisa. Parecía tener unos 25-30 años. Y respiraba muy fuerte pero su pecho no se movía. Realmente estaba fingiendo una respiración. No sé por qué...

La descripción de mi hermano coincidía con los rasgos de la cosa que yo vi, solo cambiaban dos pequeños detalles, el sexo y la edad. Yo vi a un chico de unos 17 años. Las cosas empezaban a tener un poco de sentido, pero seguía sin entender nada.

SucesosWhere stories live. Discover now