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-¡Mine! ¡Mine, cálmate! -gritaba Roschel.

Abrí los ojos y noté como el sudor bajaba por mi frente. El día seguía igual de soleado, incluso más que antes. De nuevo, tan solo había sido un sueño. Esta clase de sueños eran los que me atormentaban por días. Siempre temí que fueran algún tipo de visión del futuro o vete a saber qué.

Mi anciana amiga me secaba el sudor con un pañuelo de tela que guardaba en el salpicadero. Miró si tenía fiebre y me pidió que abriera la ventana de mi lado para que entrara el aire. Me costaba respirar.
Había parado al principio del camino de tierra, justo cuando empecé a gritar. Al comprobar que estaba más tranquila, arrancó el vehículo y seguimos hasta el final.
Bajé del coche y armada de valor miré la ventana del altillo. Nada extraño, ningún perchero y cero reflejos.
Mi madre salió al porche a ver quien había llegado. Al ver que éramos nosotras, se puso muy feliz.

-¡Sra Roschel! -Alzó la voz a lo lejos al mismo tiempo que saludaba con la mano.

Entramos las tres al comedor donde estaba puesta la mesa con un plato para cada uno excepto para la anciana, que llegó conmigo por sorpresa. Cuando mi padre entró al comedor con la olla del estofado en las manos, se sorprendió al verla allí. Dejó la olla en la mesa y le dio dos besos muy alegre de verla.

-¡Enseguida traigo un plato más! -dijo levantando el dedo índice y con una sonrisa de oreja a oreja.

Nos sentamos los cinco a comer mientras charlábamos.

-Mine, tengo entendido que en breves es el festival aquél, ¿verdad? -preguntó mi madre. -¿Has ahorrado suficiente o has estado sucumbiendo a tus caprichos? -dijo burlona pero no ofensiva.

-Sí, tengo exactamente 367,56€. Tengo contados hasta los céntimos. Aún tengo tiempo para ahorrar un poco más paseando algún perro o cuidando alguna criaturita. -sonreí complacida.

Mi padre aseguró que estaba muy orgulloso por lo mucho que me estaba esforzando en conseguir aquello. Siempre decía que fuera lo que fuera aquello que deseabas, lucharas con uñas y dientes por conseguirlo. Tras alagar mis esfuerzos, sacó su cartera y me tendió 20€ más. Me sorprendió mucho, pero se lo agradecía pues cuanto más tuviera mejor.
Ir a aquel festival fue un sueño para mí desde los 14 años. Ahora que me quedaban días para cumplir los 18 y tras haber ahorrado un año entero, asistiría a él y lo disfrutaría como nadie nunca lo había hecho.
Subí al cuarto para guardar aquel billete en la caja donde tenía todo lo demás y cuando me dispuse a bajar de nuevo, me sentí tentada a subir al altillo. Pero no lo hice.

Me senté en el lugar que me correspondía y pude ver que Roschel me observaba. Se había dado cuenta de que algo me había aturdido allí arriba, pero solo se limitó a sonreír y asentir con la cabeza.

-Este estofado estaba la mar de decilicioso, Mike. Sin duda sois una familia muy afortunada al tener un cocinero así de excelente. -reímos todos juntos.

Cuanto terminamos el postre, recogimos entre todos y mis padres se fueron al jardín a descansar mientras mi hermano jugaba con la pelota amarilla. Yo y la señora Roschel subimos al segundo piso, donde ella fue el servicio y yo a mi cuarto donde reconté el dinero. Aquella salida me iba a salir bien cara. La entrada sola ya eran 80€, alquilar una tienda de campaña eran otros 40€ y teníamos que comprar toda la comida y lo necesario.
Asistiríamos a aquel festival mi pequeño grupo de amigos y yo. Marc, Lily, Marie, Lucas y yo. Nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. El festival caía entre semana, pero aprovechando que tenían 3 días libres en el trabajo, faltarían a clase para poder venir. Ellos estudiaban juntos en la misma universidad ya que eran 2 años mayores que yo. Aún así nunca me sentí más pequeña, ni distanciada ni nada por el estilo.
Realmente tenía ganas locas de que llegara el día.

Llevaba contados 293€ cuando Roschel asomó la cabeza por la puerta de mi cuarto.

-Pequeña, vamos. Hay muchas cosas de las que quiero hablarte.

Bajamos, nos despedimos de mis padres y salimos a coger el coche. Una vez en marcha, me repitió que había un lugar donde quería llevarme. Estaba en el pueblo de al lado, pero no tardaríamos demasiado en llegar, pues estaban bastante cerca el uno del otro.
Los diez primeros minutos de trayecto estuvimos en silencio, hasta que me preguntó que había soñado. No recordé el sueño en toda la comida, no lo recordé hasta que ella me preguntó por él. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

-Ha sido realmente horrible. Llegábamos a mi casa y estaba la policía pero no mis padres. Un policía, Luck se llamaba, me decía que mis padres habían muerto pero aún no sabían cómo, ya que no encontraron ni la más mínima pista de un posible asesino. Alguien los había matado de una manera fría, calculada y profesional. -me llevé las manos a la cara y me la forté. Suspiré.

Roschel asintió con la cabeza pero no dijo nada más en todo el viaje.

SucesosWhere stories live. Discover now