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Después de haber hablado sobre esto con Roschel y Erik, no sabía como empezar. Sabía bien que ellos no me tomarían por loca pero, ¿quién me aseguraba que Chris no lo haría?

-Es que, no sé, Chris... Me juego mucho. Mucho más de lo que crees. -me entristecí.

-Mine, sé que están ocurriendo cosas extrañas, a ti y a tu hermano. Sino fuera así, tu hermano se habría quedado contigo toda la noche. Roschel insistió en llevárselo a casa, por mucho que le dijera que tú le necesitabas aquí. Dijo algo como 'estará más seguro en otro lugar'. Si a eso le sumas la desaparición de tus padres, ya no sé que pensar. ¿Quién se pierde en este pueblo? Es más, ¿quién, después de vivir tantísimos años aquí, se puede perder? No voy a creer cosas fuera de lugar. Soy médico, pero tengo mi propia forma de pensar. Cuando estés mejor, voy a llevarte a mi casa y voy a enseñarte algo que te hará confiar en mí. Hasta entonces, me voy a quedar a tu lado. He pedido al Doctor que Gregor, otro chico en prácticas, cubra mis horas para poder estar contigo.

Se me abrieron los ojos como platos. ¿Estaba realmente haciendo todo eso por mí? Realmente lo necesitaba. Aquella sensación de soledad desapareció.

¡Toc, toc, toc!

Se levantó y se dirigió a la puerta. Al abrir, del otro lado había un hombre vestido con un uniforme azul que ponía HappyPizzas. En la mano llevaba dos cajas con una pizza cada una. La boca se me hizo agua.

-11,50$ por cada pizza, serán... em...-el repartidor dudó.

-¿23$? -dije.

-Sí, eso.

Chris le tendió 25 dólares, y sin esperar a que le devolviera el cambio, cogió las pizzas y cerró la puerta con el pie. Se quedó parado y me miro con una sonrisa de oreja a oreja. Mis tripas hablaron por mí, haciendo un ruido que me hizo morir de vergüenza.

-Ahora si que tienes hambre, ¿no? -reímos.

Se sentó de nuevo en la cama y me tendió la pizza. Jamón y queso, me encantaba.

Entre broma y broma, anécdota y anécdota, fuimos fulminando nuestra cena. Cuando terminamos, Chris salió a tirar las cajas, quedándome estirada en la cama dando vía libre por mi estómago a toda aquella pizza. Se hizo realmente tarde, pero no tenía sueño y al parecer él tampoco.
Cuando volvió se sentó a los pies de la cama y me cogió suavemente el dedo gordo de mi pie herido.

-¿Cómo lo tienes? -preguntó.

-Mejor, pero siento la herida seca y cuando lo muevo me tira. Duele... -puse una mueca de incomodidad.

-Normal, te la has abierto más. Aún no sé que pensabas cuando saliste de aquí sin las muletas.

Moví la cabeza para un lado y él rió. Sonreí. Me alegraba de que estuviera allí conmigo. Jamás me había sentido tan acogida por alguien que apenas conocía, era encantador... A pesar del desconsuelo que aquella situación me provocaba, él lo hacía todo menos doloroso. Había pasado de ser un chico en prácticas que me tendría que atender de vez en cuando, a ser una de las únicas personas que estaban dispuestas a estar conmigo en todo momento, al menos mientras estuviera allí.

-Gracias. -susurré.

-¿Perdón?

-Digo que GRACIAS. Por estar aquí conmigo y eso... Todo esto está pudiendo conmigo, o eso creo. Realmente haces que me sienta mejor.

-Me alegra oír eso. No me gustaría estar siendo pesado. Me preocupaba agobiarte, pero te veía tan cabizbaja, tan apagada, que no podía aguantar las ganas de intentar animarte. Que estúpido debo parecer.

-¡Para nada! De hecho, cada vez que sonaba el maldito busca y tenías que irte, me indignaba. -reí.

-¿De verdad? -rió, soltando alguna carcajada.

-¡Shht! Es tarde... -seguí riendo.

Ambos nos quedamos en silencio, con una media sonrisa. Él era el único cómplice del poco bienestar que sentía. Arriesgándome a parecer demasiado tierna, me atrevo a decir que sus ojos brillaban más de lo normal y mi corazón latía rápido. Por primera vez durante aquel infierno, algo me hizo sentir que todavía estaba viva.
Era la 01:53, pero yo deseaba que la noche no acabara jamás.  

SucesosWhere stories live. Discover now