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-¿Así que la última vez que habló con su madre fue hacia las 19:30 aproximadamente? Ajam... -el sargento de la patrulla apuntaba los datos que me preguntaba, en una libreta.
Cuando terminó se despidió y salió por la puerta en dirección a su coche de la patrulla para dirigirse a la comisaría crear la ficha de la desaparición.

Haberle llamado me dejó más tranquila, igual que a Roschel.
Mi hermano había caído en un sueño profundo cuando fuimos a despedir al sargento.
Cuando ya estaba fuera, justo daban las 12 de la noche y al ver lo tarde que era decidimos ir a dormir. Pero antes nos aseguramos de que todo estuviera en orden, todo bien limpio y recogido.
Nos dimos cuenta de que quedaban algunos platos por lavar así que trabajando en equipo, nos pusimos manos a la obra y los fregamos.
Estaba secando con el trapo el último plato limpio mientras la anciana barría la cocina, cuando oímos algo que votaba en el pasillo. La anciana se giró para mirarme y nuestros ojos se encontraron llenos de miedo.
Segundos más tarde la oímos votar escaleras abajo y finalmente rodó hasta entrar en la cocina.
Ocurrió exactamente lo mismo que en mi casa horas atrás. La piel de la espalda se me erizó y de nuevo miré a mi amiga. Su cara era más seria que la de antes y sin duda alguna aquella pelota era la causa de su seriedad.
Más bien dicho, lo que jugaba con la pelota era lo que le causaba ese temor indescriptible que brillaba en sus ojos. Después, unos pasos desviaron nuestra atención a la puerta. Era Erik.
Se levantó porque no notaba la pelota en los pies y se preocupó, dijo 'sabía que alguien la había chutado'. La cogió, se la puso bajo el brazo y subió de nuevo, sin decir nada más. Me quedé helada. Roschel, que estaba apoyada en la encimera, se frotó los ojos con las palmas de las manos y me miró.

-Es hora de descansar, Mine. Mañana será otro día. -sonrió.

Le hice caso, dejé el plato en su sitio y me encaminé a la habitación, la cual compartía con mi hermano.
Cuando llegué al cuarto, dormía profundamente como si no se hubiera despertado en ningún momento.
Le besé la mejilla, abrí la cama y me metí en ella.
El sueño no tardó más de cinco minutos en vencerme, los cuales me pasé pensando en todo lo que había pasado durante el día.
Primero de todo aquel sueño, los golpes, lo de la ventana, la supuesta desaparición de mi hermano y ahora la de mis padres. ¿Qué narices pasaba?

El sueño cayó sobre mí haciéndome dormir tres horas seguidas hasta que unos ruidos me hicieron despertar. Lo primero que pensé fue que ya era hora de levantarse, pero miré por la ventana y pude ver que la luna aún le pertenecía al cielo.
Cogí el teléfono para percatarme la hora que era y eran las 03:09 de la madrugada. Era imposible que Roschel anduviera haciendo cosas en casa tan tarde.
Me senté en la cama y me fijé en la cama de mi hermano. No estaba allí.
Quizás había ido al baño y los ruidos eran cosa suya.
Palpé las sábanas para notar si estaban calientes y por lo tanto saber si hacía mucho que se había levantado.
Pasé la mano arriba y abajo en busca de un mínimo centímetro de sábana caliente que me dijera que mi hermano había estado allí hacía poco, pero nada. La cama estaba helada como si hubiera pasado horas sin que nadie se estirara encima.
Algo dentro de mi pecho se regiró y me hizo salir de la habitación para ir en su busca.

Al sacar la cabeza por la puerta, lo encontré. Estaba descalzo pegándose cabezazos contra la puerta de un pequeño armario empotrado que Roschel había puesto ahí meses atrás.
Le toqué el brazo esperando que despertara de aquel estado de sonambulismo, pero no hubo respuesta. Lo cogí en brazos y lo llevé de nuevo a la cama, que era donde debía estar desde un principio.
Me aseguré de que quedara bien tapado y salí nuevamente del cuarto.
Necesitaba ir al baño y así lo hice.
Al volver, pasé por al lado de aquel armario y me quedé paralizada. Se oía algo dentro y quería que abriera aquella puerta.
Sin pensarlo, bajé a la primera planta y cogí la pequeña llave que estaba en un cuenco con las demás llaves. Un par de vueltas y aquel secreto estaría delante de mí.
'¡Clic!'
Al abrirla, algo cayó al piso y rodó unos metros por el pasillo. El interruptor de la luz me quedaba cerca así que lo alcancé y todo el pasillo se iluminó permitiéndome ver una pelota azul.

Era la de Erik. Aquella pelota estaba trayéndome muchos dolores de cabeza.

La cogí con las dos manos y la metí de nuevo en el armario para volver a cerrarlo. No iba a darme más problemas, no lo haría por lo menos hasta mañana.
Hoy ya me tocaba descansar, pero ojalá hubiera podido.

SucesosWhere stories live. Discover now