3. La enfermedad

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No hacía falta decirlo para saber que algo andaba mal cuando llegué a mi hogar. El típico olor a carne asada que siempre inundaba el aire cuando volvía del trabajo parecía no haberse presentado ese día. Además, la casa estaba inusualmente en silencio, ¿dónde está mi madre? pensé. Cuando oía que la puerta se abría, mi madre siempre aparecía de pronto para asegurarse de que tuviera todos los dedos en la mano, y cosas por el estilo, pero no la veía por ninguna parte, quizá haya salido a comprar cosas al mercado, pero de ser así, habría dejado una nota encima de la mesa, pero no había nada allí, así que comencé a buscarla.

Recorrí el pasillo que llevaba de la sala de estar hacia las habitaciones y toqué a su puerta sin obtener respuesta alguna. La temperatura pareció haber descendido en unos cinco grados cuando la abrí para descubrir horrorizado a mi madre tendida en su cama inconsciente. Cuando me acerque, vi que su piel estaba más blanca que lo normal, sus ojos estaban fuera de órbita cuando comencé a tratar de reanimarla.

‒ ¡Madre por favor despierta! – comencé a gritar mientras la sacudía por los hombros tratando de que reaccionara. – No puedes dejarme, eres lo único que me queda en esta vida – comencé a llorar y note que no la veía igual que antes, comencé a verla como si estuviera bajo el agua.

En medio de esa desesperación, no había notado que seguía respirando, hasta que de pronto, mi madre volvió a la normalidad, tomó una gran bocanada de aire, haciendo que el color de su cara volviera a la normalidad y me encontré con sus ojos color azul zafiro mirando directamente a los míos.

‒ ¡Támesis! – dijo mi madre mientras comenzaba a respirar entrecortadamente.

‒ ¿Támesis? ¿Para qué quieres que ese viejo loco venga a nuestra casa?, toma asiento, traeré agua para ti.

‒ Ve por Támesis, él es el único que... –alcanzo a decir antes de volver a caer inconsciente en su cama.

Támesis era el hechicero del pueblo, todos iban en su búsqueda cuando necesitaban un favor, pero convencerlo de prestar su ayuda no es para nada fácil según decían. Él era cascarrabias por sobre todas las cosas, por lo que tenía entendido, cada diez personas que iban en su ayuda, aceptaba la petición de dos o tres. No entendía porque mi madre quería que implorara ante él, pero eso no importaba ahora, mi madre estaba inconsciente y necesitaba cualquier tipo de ayuda posible.

No tenía idea de donde se encontraba el hogar de Támesis, ya que nunca había necesitado de él, pero sabía quién seguramente lo sabía, además, debía pedirle a alguien en quien confiara que cuidara de mi madre, no podía dejarla sola en el estado en el que se encontraba mientras me iba, así que corrí hacia el mercado.

Desmond se encontraba llamando la atención cerca del puesto de telas. Casi siempre podías encontrarlo allí, haciendo malabares por los aires con las manzanas del puesto de junto, o simplemente sentado esperando a que un vendedor se distrajera para poder robarle por diversión.

‒ ¡Desmond! – le grité mientras me acercaba corriendo.

‒ ¿Qué demonios está pasando Aro, por qué corres de esa forma?

‒ Vengo a cobrar el favor que me debías, necesito tu ayuda urgentemente.

‒ Dime lo que necesitas amigo – respondió Desmond claramente sorprendido de que fuera a pedirle un favor tan desesperadamente.

‒ Quiero que me digas dónde está Gareth.

‒ Se encuentra ayudando a nuestro padre en su puesto aquí en el mercado, ¿para qué lo necesitas?

‒ No importa eso ahora, debo correr, pero antes, otra cosa que quería pedirte es que vayas a mi hogar, mi madre necesita ayuda y quiero que cuides de ella mientras vuelvo.

‒ Muy bien Aro – dijo él sin dudar.

Casi siempre era difícil hablar con Desmond, no tomaba nada de lo que nadie le dijera en serio, era como estar hablando con un niño, y eso era en parte lo que me agradaba de él. Pero cuando necesitaba ayuda, dejaba cualquier cosa que estuviera haciendo para poder ayudarme.

Por suerte, Gareth se encontraba donde Desmond me había dicho. Cuando uno lo veía, a simple vista no podía saberse si se trataba de él o de su hermano, los dos tenían los mismos ojos color marrones, la misma mirada y hasta el mismo revuelto cabello negro, pero cuando una persona los conoce tanto como yo, pude diferenciarlos no por sus características físicas, si no su personalidad, que eran completamente opuestas. Otra forma de distinguirlos era verlos a las caras, siempre que veía a Desmond, tenía una sonrisa grabada en el rostro que parecía nadie podría borrar, mientras que Gareth es completamente distinto, hace años que no lo veía sonreír, además siempre se mostraba como una persona madura, y fría.

‒ Gareth – le dije mientras se daba la vuelta con notable sorpresa de que yo me encontrara allí – necesito tu ayuda

‒ ¿En qué puedo ayudarte yo a ti? – preguntó volviendo a la misma expresión que siempre ponía cuando hablaba conmigo, pero no tenía tiempo para preocuparme de por qué lo hacía, así que continué hablando

‒ Dime por favor donde vive Támesis, sé que se conocieron tiempo atrás – recordaba que Desmond me había dicho que su hermano comenzó a hablar con un extraño anciano que decía ser el mejor hechicero del pueblo y de vez en cuando lo visitaba, así que supe sin dudas que se trataba de él.

‒ No sé cómo sabes eso, pero bien, te lo diré y te iras de aquí. – ya no me sorprendía la frialdad con la que Gareth hablaba, supuse que debía ser así con todo el mundo, y no solo conmigo - Támesis vive detrás de la terraza noreste del reino, siguiendo el camino durante un tiempo. Veras su casa fácilmente, es mucho más grande que cualquiera de los hogares de los nobles.

‒ Muchas gracias Gareth, te debo una.

‒ Da igual – respondió Gareth mientras lo dejaba atrás y corría hacia el hogar de Támesis.

No podía correr por siempre, ya que me agotaría en poco tiempo, así que comencé a caminar a paso veloz hacia la casa en la que Támesis vivía. Mientras lo hacía, observaba con atención hacia la fila de hogares iguales al mío, hechas de muros de piedra caliza y techos de adobe, buscando a alguna persona se encontrara en la misma desesperante situación en la que yo me encontraba, quizá una plaga había infectado al reino y muchos estarían enfermos como mi madre, haciendo que sus familiares buscaran ayuda desesperadamente, pero en cambio, veía familias felices, niños corriendo detrás de otros niños, envidiando la alegría, la felicidad y la despreocupación en sus rostros, la cual había perdido hace tiempo atrás.

Al ver que mi madre era la única afectada, me pregunté qué estaba sucediendo con ella, y que pasaría si muriera. No podía aceptarlo, aunque aún tuviera a mis amigos, no quería que lo único que quedaba de mi familia se fuera, dejándome solo en el mundo.

Inmerso en mis pensamientos y sin darme cuenta de cuanto había recorrido, llegué al hogar de Támesis. Lo que Gareth me había dicho era cierto, su casa podría haber albergado a todo el ejército si hubiese querido, en sus ventanas aparecían de repente luces de colores extraños los cuales atribuí a la realización de alguna poción. Junto a la puerta principal había un cartel en letras parecidas al oro en la que se leía Támesis "El Hechicero". Tomé coraje por mi madre, y por lo que le deparaba el destino, y llame a la puerta.


Aro - El Alma del Príncipe AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora