12. El valle de Nhyltrin

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Una vez en el interior del bosque, la noche perduraba en el cielo, pero no quedaba mucho para que el sol volviera a salir. Desmond y yo no habíamos descansado siquiera, aunque por mi parte, eso no me molestaba. Aredhel seguía dormida bajo el hechizo de Mía, por eso decidimos volver a armar la tienda para que pudiera descansar hasta que despertara. Con Desmond montaríamos guardia a la intemperie por turnos, mientras Mía y la princesa dormían seguras en la tienda para recobrar fuerzas. Al principio Mía se negó, pero al parecer, el dolor de cabeza causado por el golpe del kraken era cada vez más agudo, ya que luego de unos cortos minutos de discutir, entró en la tienda con una mano en la sien y el ceño fruncido. Me aparté del resto para buscar un par de ramas secas y poder hacer una fogata para calentarnos, ya que nadie tuvo en cuenta el frio que haría allí. Los sonidos de los animales como los búhos, o los murciélagos inundaban el aire haciendo que me volteara a cada minuto y estuviera alerta a todo a mí alrededor. Cuando regresé, Desmond se encontraba tendido en el suelo mirando fijamente a las estrellas.

‒ ¿En qué piensas? – le pregunté. Al parecer estaba más sumergido en su mente de lo que creía ya que al oírme se sobresaltó.

‒ Aro, no te oí volver – dijo volviendo a la normalidad – solo pensaba en cómo estaría mi familia ahora, eso es todo.

Tenía sentido, Desmond quería mucho a su familia y la había dejado en Genesio para ayudarme. No pude evitar sentirme culpable de eso, así que traté de animarlo.

‒ Hey, vele el lado positivo a este viaje, cuando vuelvas tu familia va a estar esperándote, y podrás contarle todas tus hazañas. No cualquiera escapa del kraken sabes...

Al parecer funcionó, ya que esbozó una sonrisa y me dedico una mirada de agradecimiento.

‒ Tienes razón, cuando vuelva a casa haré que me llamen "Desmond el destructor" – dijo riendo haciendo que yo también riera ante la ridícula posibilidad de llamarlo así. Luego de unos minutos Mía salió de la tienda con el pergamino en la mano.

‒ Creí que descansarías – le dije.

‒ No puedo dormir – respondió restándole importancia - Tenemos que organizarnos para llegar el próximo punto.

‒ De acuerdo, acércate al fuego – sugerí indicándole que se sentara junto a la fogata.

‒ ¿Dónde debemos ir ahora? – preguntó Desmond

‒ El próximo ingrediente de la lista es la lágrima de un goblin. Debemos dirigirnos hacia el noreste hacia el reino de Aiwon, allí encontraremos lo que buscamos – respondió Mía mientras observaba con atención el pergamino.

‒ Eso es todo mañana nos dirigiremos en esa dirección y llegaremos – dije seguro de que ya habíamos terminado, pero al ver la expresión de Mía sabía que no era así – ¿Qué sucede ahora?

‒ Las barreras que Támesis mencionó – respondió – Existen dos caminos que conducen hasta Aiwon, uno es un bosque, donde los peligros estarán al acecho en cada momento que estemos ahí, el otro, un desierto valle llamado "El valle de Nhyltrin" en honor al hechicero que lo creó para proteger el reino de Aiwon como agradecimiento hacia el rey por salvar su vida.

No hizo falta demasiada discusión acerca de qué camino tomar, puesto que al estar con Aredhel, no podría defenderse si alguna criatura la ataca, así que elegimos el valle, cualquier defensa mágica que existiera, Mía podría deshacerla.

‒ Entonces está decidido, mañana al alba partiremos hacia el valle de Nhyltrin – dije viendo que Mía aún estaba cansada – Deberías volver a descansar.

Aro - El Alma del Príncipe AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora