A medida que Diana nos conducía a través de los caminos del reino, todo parecía más pacífico, utópico. Las sirenas y los tritones paseaban por aquí y por allá, algunos acompañados por hipocampos, que imitaban a los caballos de los humanos. Todos eran muy amables, ya que los saludos entre ellos no cesaban.
‒ Su reino es muy hermoso – dijo Mía.
‒ Te lo agradezco – respondió Diana con una sonrisa en el rostro – aunque no siempre fue así.
‒ ¿A qué te refieres? – pregunté
‒ Es una larga historia que podré contarles una vez que hayan hablado con Neptuno – contestó secamente.
Podríamos haber llegado en un santiamén nadando por encima del reino, pero Diana había preferido atravesarlo para mostrarnos todo lo que había allí. Luego de varios minutos de recorrer los hermosos caminos de aquel sitio, llegamos a las puertas del castillo. Si antes creía que el castillo era grande, ahora sabía que estaba en un error. El castillo visto de cerca era inmenso. Varias filas de tritones custodiaban las puertas con afilados tridentes en sus manos como los que tenían Diana y sus compañeras cuando nos topamos con ellas por primera vez. Tenían puestos cascos iguales a los que utilizaban los caballeros del reino de Etruria, seguramente pertenecían a algunos de los caballeros que murieron tratando de alcanzar la voz de las sirenas. Trate de no pensar en ello y seguí nadando hacia las puertas del castillo.
‒ Identifíquense – exigió el tritón más alto que custodiaba el castillo.
‒ Malik, sabes quién soy, déjame pasar – contestó rápidamente Diana
‒ Lo lamento Diana, solamente sigo el protocolo ¿Qué hay de ellos? - preguntó Malik mientras nos miraba con curiosidad.
‒ Mi nombre es Aro – respondí rápidamente – ellos son Mía y Desmond.
‒ Tenemos una audiencia con el Rey – espetó Mía.
‒ Muy bien – dijo Malik lanzándole una mirada dubitativa a Diana – pueden pasar, pero son tu responsabilidad.
Una vez dicho esto, las enormes puertas comenzaron a abrirse dejando al descubierto la primera de las salas del gran castillo. Al igual que el exterior del castillo, las paredes estaban completamente echas de oro macizo, a diferencia de las distintas decoraciones de la sala. En un costado del reciento podía verse en la pared colgados escudos, espadas, tridentes y todo tipo de armas de las cuales, algunas parecían tener varios años allí, mientras que del otro lado, todo se tornaba más hogareño. Los cuadros de la familia real ocupaban toda la extensa pared, salvo un cuadro que era distinto al resto y logró llamar mi atención, se trataba de Neptuno supuse, pero a diferencia de los otros retratos, no estaba con su familia, si no que se lo veía en todo su esplendor, poderoso, sobre una bestia que jamás había visto en mi vida.
‒ Vamos, no se retrasen, la rey no le gusta esperar.
Cuando llegamos al final de la sala, nos encontramos con otras puertas dobles de un tamaño mucho menor, debían ser las que conducían al salón principal del castillo supuse hasta que la confirmación llego cuando ambas se abrieron de par en par.
- Avancen, no digan nada, no hablen con nadie y cuando estemos frente al trono de Neptuno, inclinen su cabeza.
Avanzamos por el salón principal escoltados por Diana, donde los habitantes del reino más importantes se reunían a conversar tranquilamente. Lo sabía por el hecho de que el castillo de Aetos era igual a este, sin contar que estaba echo de oro, y estaba bajo el agua. Todos se voltearon al vernos entrar pero rápidamente nos restaron importancia volviendo a lo que estaban haciendo. Me habían parecido exageradas todas las medidas que Diana acababa de decirnos solamente para ver al rey, pero extrañamente, era casi iguales a las reglas que uno debía seguir cuando tenía una audiencia con el rey Aetos. Quién hubiese dicho que siendo tan distintos de las sirenas en algunos aspectos seriamos similares en otros pensé.
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Aro - El Alma del Príncipe Adrián
FantasyLuego de una terrible guerra de la que nadie sabe la causa, Aro Callaham pierde a su padre Octavian y a su hermano Isaac quedando al cuidado de su madre Nekash. Los años pasaron y la vida de Aro volvió a la normalidad, pero no todo estaba tan bien c...