8. El Vörðr

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La escena no era para nada alentadora. La única salida de esa cueva parecía estar cerca del final, pero pareciera que el Vörðr no me dejaría acceder a ella con tanta facilidad. Además, necesitaba obtener la flor que custodiaba para poder seguir mi camino y salvar a mi madre.

‒ ¡La Psychotria Elata! Es lo que he venido a buscar – comencé a exclamar emocionado de por fin haberla encontrado aunque este en una cueva – ¿Dónde está?

De pronto, la luz que proyectaba la estrella dio paso a la oscuridad luego de que desapareció, y las antorchas apagadas se encendieron con el crujir del fuego. En el lugar donde antes había estado aquella luz, ahora había un hombre, o al menos eso parecía, parado mirándome fijamente con sus negros ojos. Estaba vestido completamente de negro, con una túnica rasgada en algunos lugares y una capucha que cubría la mayor parte de su cara dándole un aspecto más aterrador aún.

‒ Sé porque estás aquí, esta cueva esta hechizada para que solo aquellos que buscan la eternidad en un beso puedan entrar y probar que pueden obtenerla. – explicó rápidamente el Vörðr – Soy el espíritu protector del alma que se encuentra en la flor desde que nace hasta que muere. Se encuentra al fondo de esta cueva, por supuesto, pero como veras – dijo mientras hacia un gesto con su mano abarcando todo el suelo de la cueva. Su voz era más grave y más escalofriante ahora que tenía la figura de una persona – no mentía cuando decía que solo alguien digno podría hacerlo. Acababa de confirmar mi peor temor, los huesos que estaban esparcidos por el suelo pertenecían a pobres viajeros que habían venido a estas tierras buscado lo mismo que yo.

El miedo me invadió por completo haciendo que no pudiera siquiera imaginar qué clase de peligro debería enfrentar para poder salir de allí con vida. Mientras tanto, el Vörðr seguía inmóvil mirándome fijamente como desde que tomo forma humana. Me miraba como si esto ya hubiera pasado otras veces, como si supiera lo que pensaba.

‒ No soy tan malo como crees Aro – el Vörðr rompió el silencio – te daré dos opciones. La primera es quedarte, aceptar el desafío y conseguir la eternidad en un beso, pudiendo morir en el transcurso. La otra opción, es abandonarla e irte de aquí sano y salvo. Pero no tan rápido, antes de tomar una decisión, debes saber que si te vas, no podrás volver aquí, ni tu ni nadie que conozcas, perderás la oportunidad por siempre. Tú eliges.

No podía creer lo que acababa de decirme, podría salir de allí y tratar de averiguar junto con Mía otra forma de sumergirnos en el reino de las sirenas y no moriría en el intento, pero, antes de contestar, la imagen de mi madre radiante y llena de vida cruzo mi mente, haciendo que se me cayera el alma a los pies. No podía abandonar mi misión, sería como abandonarla a ella, y eso es algo que nunca haría, aunque muriera en el camino.

‒ Acepto el desafío, guardián – dije mientras empuñaba firmemente mi espada y elevaba mi escudo – solo dime contra qué tipo de criaturas debo luchar.

‒ ¡Que noble! – exclamo el Vörðr mientras reía sin parar, haciendo que su risa resonara en todas las paredes de la cueva – Pero no conozco las criaturas de las que estás hablando, solo yo habito esta cueva y así a sido siempre. Si estás listo, comencemos de una vez por todas.

No podía creer que el Vörðr fuera el responsable de todas las personas que habían muerto. Aunque todo en el grita muerte, no creí posible que esa criatura fuera tan mortífera como lo era.

‒ Esperaba que hubiese un dragón al final de la cueva, o algo por el estilo, pero ya que me equivoque, comencemos – exclamé mientras me abalanzaba sobre él.

El Vörðr tenía una velocidad y destreza increíble que nunca antes había visto, parecía que estuviera hecho íntegramente de aire. Uno tras otro, logro esquivar todos mis ataques sin siquiera molestarse en atacarme, solo se limitaba a esquivar.

Aro - El Alma del Príncipe AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora