Mi cabeza no paraba de dar vueltas. Aquél frío, insensible y apático sujeto había cambiado por completo de un momento a otro al ver a mi madre tendida en su cama.
‒ No puede ser posible – decía Támesis mientras se acercaba a ella y comenzaba a analizarla desde los pies a la cabeza.
‒ ¿La conoce? – pregunté confundido, pero no obtuve ninguna respuesta de su parte.
Estaba completamente absorto revisando a mi madre, como si buscara algo, hasta que por fin lo encontró. Cuando levanto su cabello, detrás de la oreja tenía grabada una marca que jamás había visto. Se parecía a un chacal, pico alargado, orejas puntiagudas y unos ojos vacíos que parecían mirar todo al mismo tiempo.
‒ Maldita sea – exclamaba mientras pasaba una mano sobre el rostro de mi madre – es peor de lo que pensé.
‒ ¿Puede alguien decirme que demonios sucede? – grité mirando a Mía que por lo visto se encontraba en la misma situación que yo.
‒ Mía sácalo de aquí – ordenó Támesis mientras hacía caso omiso a mis preguntas – debo estar a solas con Nekash.
‒ No me iré hasta que sepa que le pasa a mi madre – respondí furioso de que supiera algo que yo ignoraba por completo y no quisiera decírmelo.
‒ Es complicado chico, pero si no te vas ahora y me dejas a solas con tu madre, te aseguro que morirá – concluyó Támesis con el mismo tono lúgubre que había usado Mía cuando entro a mi hogar.
‒ Aro, has lo que te dice, es lo mejor para ella– de pronto Mía estaba a mi lado susurrando en mi oído tratando de persuadirme.
No podía creer que estaba accediendo a dejarla a solas con Támesis, pero no tenía otra opción, no podía hacer otra cosa que no fuera hacer lo que él quisiera, así que salí de la habitación dejando a Mía y Támesis allí adentro. Desmond seguía en la sala, esperando a que le diera una buena noticia, la cual no tenía.
‒ ¿Qué sucedió ahí dentro? Oí un par de discusiones – dijo mientras se incorporaba.
‒ Nada, solo le he hecho un par de preguntas con respecto a mi madre – mentí. No me agradaba que se me esté haciendo una costumbre mentirle a mi amigo, pero no quería que otra persona sintiera lastima por mí.
Ninguno hablo mucho en ese tiempo, salvo por algunas preguntas que hice sobre su madre, o Gareth, pero nada más. El tiempo pareció una eternidad hasta que por fin, Támesis y Mía salieron de la habitación juntos. Por la expresión en sus rostros, las noticias no debían ser para nada alentadoras.
‒ ¿Qué le sucede? – le espeté a ambos antes de que cualquiera pudiera decir palabra.
‒ Es difícil de explicar – comenzó a decir Mía – será mejor que Támesis te comente en la situación en la que se encuentra.
‒ Tu madre padece de una enfermedad muy poco conocida, Aro, y su causa es... - hizo una pausa innecesaria, como si no quisiera revelarme lo que realmente sucedía - desconocida hasta este día – me miro con cierta tristeza en sus ojos, que a su vez, delataba que estaba ocultando un secreto más grande aun.
‒ ¿Y qué puede hacer usted para sanarla? – pregunto Desmond detrás mío.
‒ Lo único que puede salvarla no pueden conseguirlo – dijo rotundamente - lo lamento Aro.
‒ Lo haré, conseguiré lo que necesita cueste lo que cueste – le expresé más decidido que nunca antes – solo dígame donde debo ir e iré.
‒ No puedo dejar que vayas Aro, sería un suicidio. Espero que lo entiendas.
‒ No, no lo entiendo. Lo importante aquí es que mi madre esta muriendo en su cama, e hizo que lo trajera aquí para ayudarla, por eso no me quedare de brazos cruzados esperando que eso suceda.
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Aro - El Alma del Príncipe Adrián
FantasíaLuego de una terrible guerra de la que nadie sabe la causa, Aro Callaham pierde a su padre Octavian y a su hermano Isaac quedando al cuidado de su madre Nekash. Los años pasaron y la vida de Aro volvió a la normalidad, pero no todo estaba tan bien c...