Seguimos al viejo Pitt por los mismos largos y oscuros túneles por los que habíamos llegado, ya que él era el único que conocía el recorrido y la entrada a la biblioteca. Cada paso que dábamos era más pesado que el anterior y la pesada cota de malla de mi padre no ayudaba a hacerlo más sencillo. Pensé en quitármela, pero sería en vano, ya que tendría que cargarla conmigo también. Aiwon nos estaba ganando, por eso, debíamos apretar el paso, pero era una tarea imposible cuando teníamos que seguir a un anciano goblin que caminaba con la ayuda de un viejo y desvencijado bastón.
‒ Se los dije – repetía canturreando Banes mientras caminaba cerca del viejo Pitt procurando que su fuerza no flaqueara y cayera al suelo – si alguien podía ayudarlos era él.
Asentí aunque no estaba seguro de que viera mi gesto en medio de la oscuridad del túnel. Estaríamos perdidos hace tiempo si no fuese porque justo antes de girar hacia otro túnel frente a una bifurcación el viejo Pitt gritaba las direcciones que debíamos tomar.
‒ ¿Cuánto más? – preguntó Desmond desde el fondo de la fila a modo de súplica. Al parecer se encontraba más agotado que cualquiera.
‒ No falta mucho muchacho, solo unos cuantos metros más – respondió Pitt sin detenerse.
Aredhel y Mía se mantuvieron en absoluto silencio desde que salimos de la gran sala en la que Pitt vivía, aunque antes de salir, pude conversar con Mía cuando noté algo distinto en su rostro.
‒ Oye, ¿Qué te sucede?
‒ No es nada – respondió cortante, pero al fijar sus ojos en la expresión preocupada de mi rostro, continuó hablando – es solo que siempre he usado mi magia, y ahora no puedo usarla, y me siento indefensa, eso es todo – dijo agachando la cabeza como si estuviera avergonzada.
Mía se estaba abriendo poco a poco sentimentalmente conmigo, debía decir algo que justificara esa confianza que ella tenía en mi.
‒ Oye, el hecho de no usar tu magia no te hace indefensa como crees, o es que has usado magia en nuestra lucha contra el kraken... - esta vez tomé su cara entre mis manos y la elevé hasta que nuestras miradas se encontraron – nunca he conocido una mujer tan fuerte como tú en toda mi vida, jamás lo olvides.
Al parecer lo que había dicho dio en el blanco, ya que al oírlo Mía sonrió y sin apartar la mirada me susurró "gracias".
Cuando me di cuenta, noté que al final del túnel en el que nos encontrábamos brillaba una luz naranja y se oía el crepitar de una antorcha encendida.
‒ Henos aquí – dijo Pitt con cierto tono de orgullo, como si ese lugar le perteneciera – la biblioteca secreta de Aiwon, mi mayor y más profundo secreto.
La puerta de la biblioteca era de madera y medía por lo menos el tamaño de unas cinco personas. Parecía maciza, como si en lugar de una puerta, hace tiempo pasara a ser parte de las paredes de la cueva, dándole un aspecto solido e inamovible. En la madera se encontraban ciertos grabados que parecían representar una épica batalla en la que varios goblins llevaban armaduras y luchaban contra ¿Ogros?
‒ ¿Entonces por qué nos trajo aquí? – preguntó Aredhel atrayendo la atención de todos – es decir, si vive oculto para que nadie conozca sus secretos, y ni siquiera Banes – dijo señalando al pequeño goblin – sabía de la existencia de esta biblioteca, ¿Por qué confiar su mayor secreto a cuatro personas que usted no conoce?
Hasta ahora no había pensado en ello, Aredhel estaba en lo cierto, según Banes, Pitt vivía oculto para que nadie pudiera lastimarlo buscando los secretos que su edad le atribuía, entonces, ¿Por qué confiar en nosotros?
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Aro - El Alma del Príncipe Adrián
FantasyLuego de una terrible guerra de la que nadie sabe la causa, Aro Callaham pierde a su padre Octavian y a su hermano Isaac quedando al cuidado de su madre Nekash. Los años pasaron y la vida de Aro volvió a la normalidad, pero no todo estaba tan bien c...