11. El Kraken

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Me desperté en el momento en que los primeros rayos del sol ingresaron a la habitación por la ventana, pero esta vez había algo raro en ellos, no se parecían a los que solían despertarme en mi hogar. Recordé entonces que estaba bajo el agua, en el reino de Laghras y el agua reflejaba la luz del sol haciendo que la luz se viera opaca. Antes de que mis amigos despertaran comencé a repasar mentalmente los planes que teníamos para hoy. Cuando nos despertáramos, Diana estaría esperándonos en el salón para mostrarnos el resto de la ciudad y sus actividades durante el día, mientras que en la tarde, Mía concurriría a clases de canto mientras que Desmond y yo iríamos a clases de defensa y combate con Malik, el jefe de la guardia del castillo. Claro que todo era una fachada para la real actividad del día, obtener la escama de la princesa Aredhel.

‒ Buenos días – dijo Mía saludando mientras entraba a mi habitación seguida de Desmond – ¿Estás listo?

‒ Por supuesto – respondí animado y nos dirigimos hacia el salón, donde una sirena de largo cabello castaño y cola verde estaba aguardándonos.

‒ ¡Comencemos el paseo entonces! – exclamó alegremente Diana al vernos a los tres.

Al parecer todos en el reino conocían a Diana puesto que desde que salimos del castillo había sido cortésmente saludada por cada sirena o tritón que paso a nuestro lado, también nosotros fuimos saludados, pero no con la misma calidez con la que saludaban a ella.

‒ Se nota que eres querida en el reino – comentó Desmond hablando por todos.

‒ Todos en el reino nos conocemos mutuamente, ya que al ser sirenas y estar bajo el agua, la gente con la que te relacionas no cambia, salvo en algunos casos – dijo mirándonos y dándonos a entender que el que estemos aquí no era normal – hemos llegado al primer lugar que quería mostrarles, el mercado del reino.

Cuando prestamos atención a lo que teníamos en frente, observamos que las calles estaban atestadas de tritones y sirenas nadando de un lado a otro mientras sostenían una gran cantidad de objetos en sus manos. Me recordaba mucho al mercado de Genesio, el último lugar que visite antes de que mi madre enfermara.

‒ En el mercado podrán encontrar todo lo que deseen, eso siempre que tengan algo de valor para poder intercambiar – nos comentaba Diana haciendo de guía.

‒ ¿Qué clase de objetos pueden conseguirse aquí? – pregunté curioso mientras veía a duras penas a través de la gente un puesto en el que varios espejos estaban en exposición.

‒ ¿No había mercado en su antiguo hogar? – preguntó extrañada Diana.

Los tres nos quedamos quietos por unos momentos. Había metido la pata en preguntar aquello sin pensarlo. Se suponía que habíamos tenido una vida normal en un reino como este hasta que todo fue arrasado y escapamos.

‒ En fin, con lo que le sucedió a su reino no me extraña que no hayan tenido una economía estable – dijo Diana dejando de lado mi error y haciendo que un alivio recorriera mi cuerpo – en el mercado pueden encontrar espejos, distintos tipos de alimentos y variada mueblería.

Comenzamos a recorrer el mercado para conocerlo mejor aunque no importaba mucho ya mañana no estaríamos más en Laghras, o al menos, eso esperábamos. Luego de un momento de compras en el que Diana y Mía habían conseguido un espejo de mano nuevo, nos alejaríamos de la ciudad por unos momentos para ver los alrededores y conseguir algunas provisiones que no estaban en el mercado, pero justo antes de traspasar los límites de la ciudad, Desmond que iba adelante, chocó con una pared invisible haciendo que su cara quedara roja del golpe.

Aro - El Alma del Príncipe AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora