9. El reino de Laghras

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Por un momento, la emoción de haberlo logrado y ver a mis amigos al otro lado del lago casi hacen que me lanzara al agua y comenzara a nadar hacia ellos, ya que el camino sería más corto, pero recordé que sin el hechizo de Mía, el escenario más probable sería mi muerte a mano de las sirenas, así que comencé a rodear el lago a través del mismo bosque en el que me había adentrado para conseguir la Psychotria Elata.

‒ Así que... - logré oír desde donde me encontraba luego de caminar por unos minutos fuera del bosque, la grave voz de Desmond, que trataba de entablar una conversación amistosa con Mía. Deseaba que ambos se llevaran bien, pero para eso, sabía que primero debían hablarse, y esta era la oportunidad perfecta, así que decidí ocultarme detrás de un árbol y no dejarme ver hasta que ellos terminaran de conversar.

‒ ¿Eres la aprendiz de Támesis? – preguntó Desmond con un notorio sentimiento que no era común en él, nervios.

‒ ¿No es obvio? Esa es, creo, la única razón por la cual estoy aquí y hablando contigo – respondió secamente Mía.

No tenía idea de la causa de que Mía tuviera ese trato con nosotros, pero en este momento, eso no era lo importante. Temía que la relación de ellos empeorara antes de comenzar, y lamentando que la conversación no fuera lo que había esperado, salí de mi escondite y me dirigí alevosamente hacia ellos.

‒ ¡Aro, has vuelto! – exclamaba Desmond mientras se dirigía a mi encuentro seguido de Mía – pero dime, ¿cómo la has encontrado tan rápido?

¿A qué se refería Desmond con ese comentario?, estuve ausente al menos medio día, no creo que eso fuera rápido para él, pero antes de poder preguntarle, Mía se encontraba frente a mi

‒ Y por lo que veo, traes la flor contigo – comenzó a decir – bien hecho – comentó esbozando una sonrisa por primera vez desde que nos conocíamos, lo que la hizo más hermosa que antes.

‒ Fue un poco más difícil de lo que pensé – decidí no entrar en detalles sobre mi encuentro con el Vörðr en ese momento – pero lo he logrado, ahora, hagamos esa poción.

‒ Para hacer la poción necesitare estar a solas – dijo Mía quitándome la flor de las manos – No molesten.

Sin volverse siquiera un momento, se alejó de nosotros y comenzó a preparar la poción en una réplica miniatura del caldero que se encontraba en la casa de Támesis. Cuando nos dejó a solas, me dio la oportunidad de preguntarle a Desmond acerca del tiempo que me había ausentado.

‒ Veo que has amarrado las riendas de los caballos – dije observándolos cerca de la orilla.

‒ Así es – respondió volteando para mirarlos. Los había atado cerca del agua para que pudieran beber en caso de tener sed, y también cerca de los árboles y plantas para que pudieran tener sombra y comida - ya que nos adentraremos en el agua, ya sabes, los caballos quedaran solos y pueden escapar, pero su soga es larga, pueden pastar y moverse con libertad.

‒ Oye, dime una cosa – comencé a decir para revelar mi verdadera intención en esta charla – ¿Por cuánto tiempo estuve fuera? – pregunté dándome cuenta de que el sol apenas se había movido en el cielo.

‒ No lo sé – respondió aparentemente sorprendido por mi pregunta – luego de que entraste en el bosque, pasaron unos minutos en los que intente hablar con ella – dijo señalando a Mía – y luego has vuelto por el mismo sitio saludándonos.

No podía creer lo que Desmond estaba diciéndome. El tiempo que había estado atrapado dentro de la cueva del Vörðr no había transcurrido en realidad.

Aro - El Alma del Príncipe AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora