Capítulo 3

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CAPÍTULO 3

Hermione

Sequé mi rostro con la toalla blanca, sintiendo cada fibra de ésta sobre mi piel, el ardor llegó de inmediato en el área de los ojos y nariz, observé con detenimiento en el espejo, mis ojos hinchados y enrojecidos, eran la prueba del tipo de noche que había pasado y lo que se venía encima de ahora en adelante, casi temblaba de miedo nada más al imaginarme lo que sucedería.

Las lágrimas se habían terminado, tan sólo quedando un grito ahogado dentro de mí, todo lo que quería gritarle al mundo, creyendo que tenía derecho a reclamar y exigir algo que me correspondía, porque era algo mío que fue arrebatado, mi amor, mi futuro y mi felicidad, ahora se mantenían tan lejos de mí que lo veía algo ajeno, algo que no me pertenecía ni tenía derecho a ello.

La crema con olor a jazmín recorrió mis ojeras y mis facciones de soledad, utilicé el maquillaje intentando ocultar lo que llevaba cargando, si me esforzaba un poco por sonreír sabía bien que las cosas no podían salir tan mal. Cerré el abrigo y coloqué la bufanda, al salir del hospital el frío iba calarme en los huesos, después de ese baño de agua caliente.

Inconscientemente llevé mis dedos a los labios, estaban calientes, ya no sabía si era el agua que recorrió mi cuerpo o aún era la calidez de sus besos, de haber sido dominada de nuevo por él, cerré los ojos sintiendo sus dedos hundirse en mis caderas cuando profundizaba el beso, cuando propiciaba ese roce excitante mientras ahogábamos gemidos, por pena, por pecado o por el simple capricho de provocarnos uno al otro, esa mirada encarnecida y exaltada marcada como prohibida, cada milímetro de mis labios rosados ya marcados como suyos de nuevo, él mirándome con recelo, con arrepentimiento y tortura, yo... aún no podía comprender lo que sucedía a mi alrededor.

No era tonta, sabía que ahora no era una mujer libre, en mi casa me esperaba mi esposo, mis dos hijos, fruto del amor que le tenía, porque sí, lo amaba, me daba asco al verme al espejo, mis ojos llorando por el amor de otro hombre, esos labios que de nuevo se entregaron a él, un anillo de matrimonio, una promesa de fidelidad a quién ahora le había faltado y en mi corazón, la presencia de mis dos amores que serían los únicos heridos si yo cometía una tontería.

Me senté sobre las bancas de San Mungo, no tenía idea de lo que tenía que hacer, era como si dos personas pelearan por tomar el poder de mis decisiones, Ron era mi esposo, me había enamorado de él, teníamos dos hijos a los cuales amábamos, planes de un tercer hijo, vacaciones, rutinas que pasaban de lo cotidiano a lo placentero; Severus...era una herida constante dentro de mí, algo latente dentro de mí, una daga que se encarnecía más a mi alma cada vez que recordaba su nombre, su entrega, sus palabras, su vida por mí.

Lo único que sabía era que mis hijos no podían salir lastimados por una mala jugada del destino, amaba a dos hombres en ese momento y eso era bastante para estar asustada.

—Buenos días.

—Susan, hola... deberías estar ya en casa ¿no? — le pregunté tomando mi bolsa desviando la mirada.

—Te estaba esperando, ayer... Severus me pidió que le avisara a Ron que no llegarías a casa.

—Estaba... agotada, dormí... en la sala claro.

—Vete ya, Hugo debe estar despertando — cuando la vi a los ojos lo supe, ella sabía los sentimientos que albergaba en esos momentos, me veía con lástima o acaso mi paranoia de ser descubierta me estaban haciendo ver cosas donde no las había.

—Gracias, hasta mañana.

Preferí no usar la red flu, necesitaba caminar y poner en orden mis pensamientos, intentar sentir, saber qué era lo correcto, o quizás poner una excusa que me justificara para hacer lo incorrecto.

Una promesa no cumplida (Sevmione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora