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  —¿Te sentís bien? —  Preguntó Amy al ver que todavía no había terminado mi desayuno y ya me estaba yendo.

 —Si, solo me agarró un poco de dolor de cabeza así que me voy a acostar un rato más. ¿Vamos Daniel? 

Él asintió y se levantó para llevarme al cuarto.

—Daniel, necesito hablar con Diego. No le digas a Amy que fui a hablar con él... Por favor... ¿Si? —  Pregunté al llegar a la habitación.

—Okey, vamos. No te tardes mucho.

—Gracias.

Al tocar la puerta mis latidos aumentaron y por alguna razón extraña mis manos empezaron a sudar.

Excelente, más nerviosa no podría estar.

—¿Qué pasa? — Comenzó a decir Diego mientras abría la puerta. No contesté, no me moví. Me quedé parada ahí, observándolo tratando de ver más allá de esos grisáceos ojos — Edeline — Chasqueó sus dedos frente a mi sacándome de mis pensamientos. Rápidamente asentí y entré en su oficina.

Me paré al lado de su escritorio esperando a que se siente en la silla que casualmente usa para poder empezar a hablar pero no. Tan solo cerró la puerta y fue hacía un mueble, parecía estar buscando unos archivos o algo así ya que no paraba de abrir carpetas, ojearlas y volverlas a cerrar. No me miraba, ni si quiera hablaba. Tan solo estaba concentrado en lo que hacía, como si yo no estuviera presente en ese mismo instante.

Lamí mis labios con nerviosismo y empecé a jugar con mis manos en un intento de tranquilizarme— Umm, Diego — Lo llamé dubitativa a lo que el asintió con su cabeza mientras ojeaba las carpetas.

— ¿Qué pasa Edeline? —Preguntó mientras buscaba unos archivos en un estante o eso creo.

—Necesito hablar con vos.  — Bueno era obvio que si iba a allá era para hablar con él. Se dio media vuelta para verme. Volvió a guardar unas carpetas en ese mueble y se acercó a mi.

—Bueno, te escucho.

—¿Por qué actuaste así con Astrid? ¿Por qué? —Dí un paso hacía adelante para poder estar más cerca de él —Diego, no te reconozco. Al principio no tenías piedad, hiciste que un hombre casi me mate a golpes, después, de un día para otro, no parecías el mismo Diego. Estabas totalmente diferente, eras comprensivo, me hablabas bien y ahora... —Dejé de hablar. Me quedé callada. No podía decir nada.

—¿Y ahora...? —Repitió para que continuará.

—Y ahora no sé quién sos. Es decir, parecieras que tenes dos personalidades... —Tragué nerviosa — Podes ser cálido como el fuego o tan frío que lástimas. Diego, por favor. Todas tenemos una familia, una vida. Cada vez nos estás destruyendo más, ya ninguna tiene esperanzas de salir... Bien, cumpliste tu deseo, que nadie tenga esperanzas. ¿Pero sabes qué es lo triste? En un mundo como este, lo que más deseamos es morir. Si, morir. Ya no deseamos salir, formar una familia o tan solo seguir con nuestra carrera de modelaje. No, solo queremos escapar de este infierno y no volver nunca más.

Me acerqué a él sin poder controlar mis emociones, me acerqué tanto que nuestros labios quedaron separados por unos pocos centímetros. Quería frenarme, saber que lo que estaba haciendo estaba mal. Quería salir corriendo, pero había algo que me lo impidia. Mis labios rozaron con los lo de él, y cuando pensé que se iba a profundizar, él se alejo de mí.

—Edeline, no sos más que un juego para mí y lo sabes. No intentes seguir con esto.

Al escuchar esas palabras sentí como se apropiaba de mi un gran dolor de pecho qué se expandió a mi estomago y formó un vacío, uno de esos vacíos cuando no sabes ni donde estas parada en el medio de la oscuridad. El vacío se transformó en miedo y mi cuerpo comenzó a temblar, no podía creer lo que el había hecho... Y más no podía creer que yo le había creído.

Corre Por Tu VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora