Chicos odiosos, mantícoras y demás [NO CORREGIDO]

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Ya habían pasado unos días desde que me habían reconocido, pero... Si, todavía no habían terminado mi cabaña. Además, no me dejaban verla, decían que era una tradición o algo así, tenía que ser una sorpresa. Fuera de eso, las cosas habían cambiado un poco. Digamos que me tenían miedo. O sea, no miedo del tipo que me ven y sale corriendo despavoridos,  ese tipo de miedo no. Del tipo de miedo de que no te quieren hacer enojar, y por eso siempre dicen lo que querés escuchar y no lo que hay que escuchar. Me respetaban, por decirlo de alguna forma. Y supongo que tenían razones: Una vez, una hija de Afrodita me hizo enojar, y, bueno... Un león le apareció de la nada en frente. La chica no resultó herida, salió corriendo inmediatamente (muy inteligente de su parte), es más, el león estaba más asustado que ella, parecía desorientado. Al principio, yo me quedé helada, hasta que me dí cuenta de que, por alguna razón, el león confiaba en mi. Así que cerré los ojos, me concentré e imaginé a león en la sabana, en su hogar. Cuando los abrí, el león ya no estaba. 

Los únicos que  no me tenían miedo eran los sátiros, le caía bien por ser hija de Pan y todo eso. No me quejo, son divertidos. Además, Lara, Nico, Piper, Jason, Leo, Calypso,  Percy, Annabeth, Will, etc, tampoco me temían. 

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Un día venía de las clases de Quirón sobre cómo controlar los poderes, a la que asistían, contándome a mí, cinco personas: Percy, Nico, Jason, una chica de Hécate (diosa de la magia) y yo. El caso es que venía con una pila de libros con títulos como: Guía para un Semidiós Temperamental y cosas por el estilo. No veía el suelo, así que caminaba haciendo eses por todo el campamento, en eso veo por el rabillo alguien que se acercaba corriendo hacia mí, intenté apartarme, pero el choque era inminente. Caímos por una colina y terminamos en el bosque. Me  levanté y intenté descubrir quién era la persona con la que había chocado. Era un chico alto, cabello castaño, ojos verdes y piel bronceada. Me deshice el cerebro intentando averiguar dónde lo había visto antes, tenía cara conocida. 

-¿Estás bien?- Preguntó.

-¿Eh? Ah, si, ¿Y tú?

-También.-Se levantó, se sacudió la remera y me ofreció la mano para ayudarme. -Perdón por tirarte.

-No pasa nada.-Ignoré su mano y me puse a buscar los libros.-¿Me pasas ese libro que está detrás tuyo?- Él se dio vuelta y me lo dio- Gracias.

-Michael, hijo de Tánatos.- Se presentó.

-Kira, hija de Pan.-Me resultaba raro decirlo.

-¿Pan? ¿Ese no es el dios-sátiro que desapareció hace años?

-Ese mismo. Tánatos es el dios de la muerte, ¿no?

-Si, por fin alguien que lo sabe- Suspiró- Todos lo confunden con Hades.

Solté una carcajada. De repente, escuchamos ramas quebrarse cerca de nosotros.

-¿Qué fue eso?-Dije

-No lo sé, vino del bosque.

-Noo, ¿en serio? Como estamos en un bosque inmenso, pensé que venía de la playa.- Cuando estoy nerviosa o asustada suelo ponerme muy sarcástica.

Michael me dirigió una mirada de exasperación y sacó una espada que llevaba en el cinto. Yo miré, avergonzada, mi humilde daga que llevaba en la cintura, no había salido preparada (ya sé que van a decir, que un semidiós siempre tiene que estar preparado y bla bla bla) Igualmente la saqué, era mejor que nada. Desde que me habían reconocido, mis poderes iban en aumento, normalmente sentía cuando había animales cerca, y podía hablar con ellos, telepáticamente (también con las plantas, ¿saben cuán interesantes son los árboles? Sobre todo los más viejos, pero hay que tenerles paciencia... Bueno, me estoy yendo del tema) Pero esto no era un animal. 

-Quédate detrás de mi- Dijo Michael, ubicándose enfrente mío.

-Ni lo sueñes, no soy una damisela en apuros que no puede defenderse- Le dije, ofendida,y me adelanté. Soy una persona orgullosa en lo que respecta a cómo me defiendo, no me gusta que me subestimen.

 -Solo intento que no termines hecha puré de semidiosa.-Michael me apartó y me ubicó detrás de él.

-¡Y yo intento ver a que maldita cosa nos enfrentamos! -Grité, a mi alrededor cayeron unas cuantas bellotas de los árboles, las clases todavía no hacían efecto- Así que, te voy a pedir que te apartes de mi camino y me dejes pasar.- Le di un empujón y comencé a caminar hacia el lugar de dónde provenían los sonidos, que ahora habían aumentado y parecían gruñidos.

Michael me agarró el brazo y me hizo dar la vuelta.

-¡Solo vas a lograr que nos maten si vas corriendo al peligro!-Gritó.

-¿¡Que prefieres, morir sin saber que te mató, o aunque sea morir sabiendo que te mató una mantícora o lo que sea que haya allá?!

-¡No grites! ¡Vas a hacer que nos ataque!- ¿Adivinan? Si,  él también estaba gritando.

-¡Yo no estaría gritando si no me hubieras tratado como si no supiera defenderme!

-¡Solo quería ser amable! ¡¿Por qué lo tomas como una ofensa?!

-¡¿Acaso importa?! 

-¡Si!

Y nuestra hermosa y tranquila conversación amistosa en voz muy baja hubiera seguido si no fuera porque en ese preciso momento, un montón de flechas pasó rozando la cabeza de Michael, e inmediatamente una mantícora salió de la espesura (tengo un problema con esos bichos). Michael y yo nos miramos y corrimos fuera del bosque.

-¡Sabía que era una mantícora!- Le grité a Michael mientras corríamos y una flecha pasaba rozando mi oreja. Muy bien Kira, no hay mejor momento para echar en cara algo a alguien cuando estás corriendo por tu vida.

-¡¿En serio?!- Me dijo Michael.

-Lo siento.

Cuando llegamos a la zona de las cabañas un montón de campistas nos preguntaron que hacíamos corriendo de esa forma, hasta que vieron a la mantícora pisándonos los talones y ellos también echaron a correr. Doblamos cerca del pabellón comedor y nos escondimos detrás de las mesas. Contuvimos la respiración mientras el monstruo pasaba  a nuestro lado. Cuando se estaba alejando me asomé para espiar, y justo en ese momento la mantícora se dio vuelta y me vio. Ya estaba por ponerme a correr de nuevo, cuando una flecha se clavo en la cabeza de la criatura. Inmediatamente esta se desintegró, apareció Quirón con un arco detrás de ella. Todos salimos de nuestros escondites y nos disponíamos a agradecerle, cuando el centauro dijo:

-Kira, Michael, vengan conmigo a la Casa Grande.- Tenía una expresión grave.

Nosotros nos miramos, temiendo que se enojara por haber conducido a la mantícora a donde estaban los campistas.

-Señor, lo sentimos mucho, estábamos asustados y solo corrimos sin mirar a dónde- Comenzó a decir Michael, pero Quirón lo interrumpió.

-No es por eso- Hizo una pausa y se pasó la mano por la barba- Es Rachel, hay una nueva profecía.








La hija de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora