Las cosas se ponen un poco... feas [NO CORREGIDO]

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El suelo se estaba acercando demasiado rápido para mi gusto. Moví los brazos como tonta para ver si, por alguna razón, podía volar, pero (obviamente, no soy hija de Zeus) no sucedió, cerca de mí, alguien gritaba con voz aguda, digamos que eso no hacía más confortable el descenso al suelo en donde íbamos a terminar hechos puré de semidiós. De repente, sentí un tirón en la espalda y dejé de caer. Miré hacia arriba y vi que June me sostenía de la mochila.

-¡Gracias a los dioses eres hija de Zeus!-Grité.

-No agradezcas todavía.-Dijo June mientras descendía para agarrar a Michael, que caía unos metros más abajo, gritando de una forma que destrozaba los tímpanos. Inmediatamente June lo sostuvo, le pegué un puñetazo para que se callara. 

Aterrizamos sobre un bloque de cemento que había sido parte del edificio. Solo en ese momento, me di cuenta de la magnitud de la explosión, a nuestro alrededor había tanto polvo flotando que no podíamos ver más allá de tres metros. Los pedazos de cemento estaban por todos lados, y también podíamos ver muebles y adornos de los departamentos. Escuché un débil aullido no muy lejos de allí.

-¡Tarf!-Grité y comencé a correr hacia el lugar de donde venía el  sonido.

-¡Kira, espera!-Michael intentó detenerme.- No es seguro, lo que sea que haya volado el edificio por los aires podría seguir allá afuera.

Lo empujé y seguí corriendo. Cojeaba un poco, aunque no me detuve a ver porqué. Llamé a mi lobo unas cuantas veces, hasta que un movimiento en un costado me distrajo. Eso me hizo darme cuenta de algo, no sabía dónde estaba. El lugar afectado por la explosión era grande, y no tenía mucha visibilidad. Desenfundé mi daga, ya que el arco no me serviría de mucho si no veía lo que tenía delante. Me acerqué lentamente a lo que sea que se haya movido.

-¿Tarf?-Pero inmediatamente lo pregunté me sentí una tonta, si ese fuera Tarf o cualquier otro animal o planta, lo habría sentido. 

Ya estaba por lanzar una cuchillada a ciegas, cuando escuché algo que me frenó en seco: un sollozo. La sombra estaba llorando. Bajé la daga y me acerqué un poco más. La sombra se separó en dos  y fue tomando forma. Había una mujer en el suelo, llena de heridas. Y arrodillado a su lado, estaba el hombre que lloraba. Cuando le vi la cara, ahogué un grito. 

-¿Amadeo?-Él no me miró, pero yo ya lo había reconocido. Tenía miedo de mirar a la mujer, pero lo hice. Detrás de toda la sangre y suciedad, estaba Andrea. 

Me quedé muda, mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. Me arrodillé al lado de Amadeo.

-Lo... lo siento tanto.-Fue lo único que pude decir.

-No es tu culpa.-Dijo él sin mirarme.

-Si lo es. Ella...-Respiré hondo.-Ella no estaría muerta si no hubiéramos venido.

-Probablemente, pero tampoco podrían saber a lo que se enfrentan. - Me dio la caja que Andrea nos había querido mostrar, que de alguna forma solo tenía un poco de polvo.- Y todos moriríamos.

Lo miré, sorprendida de que no estuviera furioso, mientras la agarraba y él ponía la llave dorada encima de la caja.

-¿Kira?- Escuché la voz de Michael llamándome desde algún lugar a mi derecha. Inmediatamente después, sonó un aullido.

-¡Tarf!-Me levanté de un salto, e inmediatamente me senté de nuevo, lo que sea que tuviera en mi pierna dolía mucho, aunque de nuevo, no intenté descubrir que era, estaba muy ocupada mirando hacia donde venía el sonido.

Unos segundos después, vi dos puntos celestes brillantes entre la oscuridad, y pude sentir su mente. No tuve tiempo de reaccionar cuando una bola blanca, gris y negra se me abalanzó encima. Me babeó toda la cara y yo reí. 

La hija de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora